El 28 de febrero los andaluces oímos, cantamos y nos emocionamos con el himno de Andalucía, que retumbó en los más recónditos lugares de nuestra geografía. A nuestro interior llegaron las notas que adornaban el contenido del himno. La bandera blanca y verde vuelve a decir paz y esperanza. Andaluces levantaos, pedid tierra y libertad. Todo sea por una Andalucía libre, por España y la humanidad. En ese día pedíamos paz y esperanza, tierra y libertad para nosotros, para el resto de los españoles y para todo el mundo porque nos sentimos habitantes del mundo y hermanos de todo ser humano esté donde esté y piense como piense.
Pero no lejos de aquí, a las puertas de la Europa libre, un país estaba siendo ultrajado por la intolerancia, por la sinrazón, por el capricho de un personaje que en nombre de no se sabe por qué razones está masacrando a todo un pueblo pacífico, cuyo único delito es haberse convertido en una nación independiente y democrática que en nombre de su soberanía quiere unirse a la Europa de la libertad, a la Unión Europea.
Ucrania es un país del este de Europa que formaba parte de la Unión Soviética (URSS), federación de países socialistas que existió entre 1922 y 1991, bajo el liderazgo de Rusia. Mijaíl Gorbachov al llegar al poder en 1985 inicia una política de apertura hacia los países del bloque occidental, una liberalización del sistema económico y una transparencia informativa. La Perestroika, así llamada esta reforma, pretendía reorganizar todo el sistema socialista para conservarlo y que pudiera contribuir a la transformación de la sociedad soviética. El proceso condujo a que algunos pueblos soviéticos se inclinarán a una débil democracia pero mirando siempre a occidente, trayendo como consecuencia reformas en la economía, que se quiso adaptar a la del libre mercado y en la sociedad que aspiró a poder tener sus libertades en plenitud. Todo el proceso culminó con la caída de Gorbachov y la disolución de la URSS en quince estados. De estos nacientes estados, los situados en territorio europeo, Estonia, Lituania, Letonia, Moldavia y Ucrania pusieron su mirada desde su independencia en los países europeos occidentales, de ellos los tres primeros pertenecen a la Unión Europea desde 2004.
Si la independencia de estos 14 estados y su separación de Rusia no gustó al gobierno ruso, menos lo fue que muchos de ellos, sobre todo los europeos, tomarán la iniciativa de aproximarse a las estructuras europeas, alejándose de la influencia rusa. Ahora Vladímir Putin, presidente de la Federación Rusa, que intenta mantener su influencia en los antiguos territorios soviéticos, ya que ha perdido a las repúblicas bálticas, ha fijado su mirada en Ucrania que es la que más interés tiene en su confluencia con el resto de estado europeos occidentales. Este deseo ha provocado ya una escalada de tensión y enfrentamientos entre los dos países, como el ocurrido en 2014 cuando Rusia ocupó la península de Crimea que pertenecía a Ucrania y que, como es lógico, este último país no ha reconocido la ocupación.
En la actualidad Putin quiere recuperar la grandeza de Rusia durante el periodo soviético y aunque las ex repúblicas soviéticas sean libres y soberanas pretende que estas estén bajo la influencia del poder ruso como en otros tiempos, en la llamada guerra fría, lo estuvieron los estados del telón de acero.
La ocupación por parte del ejército ruso de Ucrania se ha realizado, en primer lugar, para satisfacer los apetitos expansionistas y de influencia de un oligarca, de un fanático y de un dictador del siglo XXI, que, como ocurrió en la primera mitad del pasado siglo con Hitler, las potencias europeas no le han dado la importancia que merecen estos hechos y otros muchos que se desarrollan en el interior de Rusia, donde la sociedad carece de libertades y en donde los opositores son envenenados o hechos prisioneros. Recordemos los casos de represión que padecieron por un lado Alexander Litvinenko, ex oficial del Servicio Federal de Seguridad ruso, exiliado en el Reino Unido, que fue envenenado con polonio-210 mezclado en un té, en un hotel de Londres porque en sus libros acusaba a los servicios secretos rusos de llevar a cabo explosiones en edificios y otros actos terroristas para llevar al poder al Vladimir Putin y por otro el opositor Alexéi Navalny detenido cuando regresaba a Rusia desde Alemania, donde se recuperaba de su envenenamiento por oponerse al régimen establecido y sus represiones.
En segundo lugar quiere acobardar a Ucrania para obtener su sumisión política y al mismo tiempo intimidar a la OTAN por lo que, sin que haya mediado ningún problema, lleva ya varios días con un incesante bombardeo a las principales ciudades sin importarle las víctimas y arrasándolas sistemáticamente causando incalculables daños y causando un éxodo muy importante de la población ucraniana que huyen de una guerra que no comprende, con lo mínimo a otros países vecinos que la acoge. Lo dejan todo para salvar sus vidas.
Los gerifaltes rusos para justificar su injusto y cruento proceder aducen a unas y otras razones que achacan al gobierno ucraniano sabiendo que una mentira mil veces dicha se va convirtiendo en verdad. Rechazamos la guerra porque siempre pierde el pueblo al que no han tomado ningún parecer para hacerla. Que nuestra bandera blanca y verde siga diciendo paz y esperanza.