No son las marisma de Doñana, sino los campos de la Llana, en el término municipal de Fuentes. Un recorrido por los alrededores de Fuentes con la guardería rural produce la impresión de estar visitando las marismas de Huelva. Como si la laguna de El Rocío se hubiese mudado a la Campiña. Como si la larga sequía no hubiera sido otra cosa que una pesadilla de la que se sale con los olivares anegados y las lagunas que antes tuvo Fuentes volviendo a ser lo que siempre fueron, lagunas. Ahí están de nuevo las lagunas de la Pulgosa, del Junco, de Escalera, el Gamo, el Palmarejo, las Romanas, el Lagar, La Llana...
Lagunas recuperadas, arroyos caudalosos, la Madre fuera de su cauce, sembrados anegados y caminos convertidos en canales salen al paso del visitante. Es necesario acudir con un vehículo todo terreno. Las fincas de olivares intensivos y superintensivos de la Llana son una Venecia rural en la que habrá que esperar bastantes días para que las cosechadoras puedan acceder. Las aceitunas engordan a la espera de que las aguas desaparezcan y las tierras se oreen. El oro verde puede esperar a que el oro incoloro haga ricos los acuíferos subterráneos. La media docena larga de balsas que motean el término municipal han hecho su agosto este mes de octubre.
También han hecho su agosto los pantanos de Bembézar y Retortillo, encargados del suministro urbano y del riego cuando llegue el momento. Entre los dos están ya por encima del 50 por ciento de su capacidad. ¡Cuando el año hidrológico no ha hecho más que empezar!. Las primeras lluvias de octubre cayeron sobre todo en la sierra y fueron a parar a los pantanos. Estas últimas, en cambio, han caído en la Campiña, que están saturadas de agua como muestran las imágenes recogidas en la tarde de ayer.
El otoño ha traído la esperanza de que haya por fin acabado la larga sequía. Dicen los que entienden de estas cosas que las sequías acaban el año en el que las lluvias llegan en octubre. Este año han llegado, aunque lo han hecho de forma abrupta y, en Valencia, especialmente trágica. Agravadas por la falta de atender los avisos de alerta por parte de los responsables políticos. El cambio climático, dicen, hace que se extremen los fenómenos, con graves sequías y lluvias torrenciales. El Mediterráneo, tan apacible tradicionalmente, se ha convertido ya un mar aquejado de episodios catastróficos.
En la Campiña las lluvias no han hecho daño, sino todo lo contrario. Hacía años que no llovía tanto en tan poco tiempo. Ha habido zonas donde han superado ya los 350 litros por metro cuadrado. La naturaleza recupera con ello estampas de tiempos pasados y los campesinos las esperanzas de tener agua en abundancia para sus cultivos. Sueñan con no volver a ver en mucho tiempo los barros cuarteados en los lechos de las lagunas y en espantar la amenaza de las restricciones. Los campos, aunque incómodos por el barro, merecen una visita porque son la imagen de la vida renaciendo. Han llegado las primeras bandadas de patos y en breve cientos de flamencos darán a las lagunas un sonido de algarabía y el color de una fiesta. La sequía que empezó en 2014 empieza a ser en Fuentes una pesadilla que ha acabado en octubre de 2024.