Hagamos un pacto: tú pones el santo y yo las copas. Las cosas que pasan en Fuentes no pasan en ningún otro lugar. Como la idea de poner un altarito en la puerta de un pub con motivo del día de San Juan. Ocurrió en 1994 y fue en el pub Dune, situado en la plaza de Abajo, ahora llamada de Andalucía y popularmente conocida como de María la Fresca. La idea fue de José Manuel Martínez Malagón y de Blanca Fernández, la pareja más divertida de Fuentes en aquella época.

Como en aquel caso del Dune en 1994, este artículo tampoco va de religión ni de altaritos que motean las calles de Fuentes esta mañana de San Juan. Va de cultura popular, algo que a veces tiene algo que ver con la religión y a veces no. Como la religión a veces tiene algo que ver con la iglesia y a veces no. La que pocas veces tiene que ver con la religión es la iglesia, pero ese es otro cantar, un cantar muy distinto al del Mío Cid, cuya lectura tan bien se le daba a Malagón en la escuela. A Malagón y a Blanca se le daban bien sobre todo las relaciones, él con el fútbol como conversación preferida y ella con los viajes y la música, unas veces clásica, otras pop español o rock internacional.

Una vez instalado el altarito de San Juan en la puerta del Dune, pasó lo que tenía que pasar, que apareció el Mestizo, cogió el lebrillo a pulso lleno de agua y flores y se lo puso por montera. Los Coloraos José Mari y Servando, que vivían al lado, se meaban de risa. Qué tío, aquel Mestizo. Qué tío empapado hasta los huesos aquella mañana. En el altarito del Dune se hablaba de todo menos de religión. Malagón y Blanca tenían alquilado el local a uno que llamaban el Picolo Wyli. La modernidad había alcanzado de lleno la nomenclatura fontaniega dejando para otros tiempos aquellos motes antediluvianos de Comelón, Zoplaguizo, Matapollos, Piojo o Malospelos. Ignorábamos en los años 80 que la caspa de la ira, tocada con bigotito perfilado y patilla de hacha, iba a pugnar por regresar otra vez cuarenta años más tarde.

Fuentes se hizo políglota por aquellos años con Radio Futura, aquel grupo de la movida madrileña de los 80 y 90 que sonaba a todas horas en el Dune, y con el neoyorkino 10,000 Maniacs, que cantaba "Because the Night", versión del tema creado por Patty Smith. Los adolescentes revoloteaban como zánganos alrededor de los lebrillos repartidos por los zaguanes de Fuentes a la espera de hacer cualquier trastada, lo mismo que Malagón revoloteaba tratando de defender la alineación armada por Javier Clemente para el Mundial de Estados Unidos: Zubizarreta, Ferrer, Alkorta, Abelardo, Sergi, Hierro, Nadal, Goicoechea, Beguiristain, Caminero y Julio Salinas. ¡Si parecía la selección vasca!, exclamaba el Pirujo. ¡Imposible enfrentarse a la escuadra alemana sin Michel! Acaso Clemente era de la ETA, se preguntaba más de uno a las puertas del Dune con la mirada abismada en el fondo del lebrillo a la espera de que Malagón, forofo del Atlético de Bilbao y defensor de Clemente a ultranza, lo llenara otra vez de agua.

En el Dune se hablaba poco o nada de altaritos y cuando se mentaba a Dios era en términos poco beatos. Incitada por Blanca, la feligresía de aquel templo hablaba de viajes, conciertos, cine, lectura, especialmente de los contenidos de “El Jueves", de feminismo y de solidaridad. Eso, ella. Él, de fútbol. Leía abundante prensa deportiva, aunque también de literatura (El mundo de Sofía), la segunda pasión de Malagón, y de música. A él le gustaban Rem, los Rodríguez, Silvio y Sacramento, The Smiths, Wet, Wet, Wet... Después de 32 años, aún hay quienes les recuerdan a Malagón y a Blanca que el ambiente y la música del pub Dune no se escucha en ningún sitio.

El pub de Blanca y Malagón, con billar americano y toda clase de bebidas, fue un éxito en Fuentes. También ponía tapas y acudía toda la juventud de Fuentes. La noche del altarito decía Malagón que le hubiese gustado acabar la carrera de Geografía e Historia, haber aprobado oposiciones y ser profesor. De su colega "Guti" decía que no sabe ni abrocharse los cordones de los zapatos y ha llegado a ser abogado. Villarino sostenía que la cosa estaba muy mala de trabajo, aunque algunos por aquellas fechas ya se preparaban para encarrar remolacha y cargarla. Laureano, que tenía un camión para el transporte de ganado, era habitual en el pub de Malagón y solía tomarse sus buenos pelotazos en la barra.

Malagón fue rellenando el lebrillo al tiempo que Mateo, su padre, presentía que algo iba a pasar cuando se dio cuenta de que la calle se estaba quedando extrañamente sola. Lo previsible era que alguno saliera de cualquier portal armado con un cubo de agua para rociar a quien se le pusiera a tiro. Era lo habitual en la guerra del agua del día de San Juan que se montaba en las calles de Fuentes. Había que correr mucho para no acabar calado hasta los huesos. A Malagón le enfadaba más que dijeran que Clemente era de la ETA que le echaran un cubo de agua encima. Al fin y al cabo, la mañana había salido calurosa. Cosas de Fuentes.