Uno de los sueños que más se produce en humanos hoy en día sigue siendo el huir de alguien que nos persigue, en edad infantil el monstruo –los caballos duermen de pie para poder huir de manera inmediata ante cualquier sobresalto-. El fundamento parece ser que no hemos evolucionado tanto como para olvidar que no hace muchos años el peligro nos acechaba en forma de fieras. Eso fue hasta que dominamos el fuego, algo que incluso cambió nuestro metabolismo digestivo con la cocina de los alimentos, además de permitirnos cazar a nuestros anteriores mortíferos agresores.

El complejo de responsabilidad de nuestras acciones no lo tenemos asumido igual que el de salvar el pellejo, que viene intrínseco desde nuestro origen. La cooperación y coordinación entre individuos humanos nos permitió dominar el mundo evolutivamente. Sin embargo, el siguiente paso no hemos sido capaces de darlo. Vivir en armonía, felices y en paz con el resto de especies que pueblan el planeta azul es la gran tarea pendiente del ser humano. Día a día desaparecen especies a manos del hombre. Sin embargo, somos incapaces de reconocer nuestra responsabilidad. ¿Verdaderamente he sido yo? ¿Cuántas veces hemos dicho o escuchado "yo no he sido" ante cualquier problema? Son ejemplos reales dudar del actual cambio climático o la teoría del meteorito extintivo de multitud de especies, que nos exonera totalmente de nuestra supuesta culpa.

En los fríos días seguimos quedándonos boquiabiertos disfrutando de una chimenea encendida, pues aunque el fuego sea dinámico, nuestra genética sabe que nos otorga protección. Cuando pasa a escala de incendios forestales, de viviendas o fábricas ya no nos encandila tanto. "La edad de piedra no se acabó porque se acabaran las piedras".

Si comes castañas crudas verás que se te infla el estómago, con la correspondiente pesadez por la digestión, pero si te las tomas asadas –multiplican su fibra y contienen más aminoácidos- o en forma de potaje, minoran los efectos flatulentos significativamente y es la mejor opción para nuestra salud. Incluso el comer de día o de noche, nuestro organismo no responde igual, asociado a la actividad diurna o reposo nocturno. Véanse ejemplos en forma de refranes: “De grandes cenas están las sepulturas llenas”, “Más matan cenas que guerras”, “Que tu medicina sea tu alimento y el alimento tu medicina”, “Quien quisiese vivir sano, coma poco y cene temprano”, “Después de comer, dormir; y de cenar, pasos mil”, “Quien cena y se va a acostar, mala noche quiere pasar”, “Después de la cena, suela”. En resumen, “Tras la cena, pasea; tras el almuerzo, sestea”.

Sirva lo anterior para reflexionar sobre nuestra reciente historia evolutiva y demandar bases para nuestra necesaria evolución a fijar en el ADN, sencillamente por el bien de todos y de las generaciones futuras.