Una noche de  difuntos
Hace muchísimo tiempo
Perdido por los suburbios
Laberínticos del sueño

Caminaba yo encogido
Bajo la lluvia y el viento
Y de un rincón escondido
Alguien me salió al encuentro

—El día y hora, paisano,
No se prestan al jolgorio,
Dime si eres un cristiano
O un alma del purgatorio

Mira que yoooo, soy gitano.
—Usted perdone Camborio,
Yo, soy un ser muy humano.
—¿No serás don Juan Tenorio?

—Que guasa tienes, gitano,
Pero has acertao a medias
Juan “Sin” Tenorio me llamo.
—Y yo “Sin” foroso Heredia

—Entonces, venga esa mano.
—Y con esta nochecita
¿Qué buscas por aquí hermano?
—A las ánimas benditas.

—Cállate payo escastao
Calla que me da sosobra
Que yo trabajo aquí al lao
Soy el guarda de esa obra.

—Pero hoy es día de fiesta
No trabajan ni los burros,
Y una noche como esta
¿Quién te hace venir al curro

—Seis chavales... y mi suegra.
—Con la iglesia hemos topao.
—Con esa tengo la negra
Que el cura me tié fichao

— ¿Que pasa?, no estás casao,
—por la iglesia, nones
—Pero, ¿estás amonestao?
—Siiii, más que Don Corleone

— ¿Y qué dice tu costilla?
—Pos eso. Eso, ¿Y que más?
—Que habiendo pan y morsilla
To lo otro esta demás.

La noche viene fresquilla
Y nos puén tomá por locos,
Vamos pa la barraquilla
A calentarnos un poco.

Efectivamente, el gitano tenía una barraquilla y dos taburetes. Dentro de un bidón dormitaba un fuego medio apagado por la lluvia. Señalando uno de los taburetes me invitó a sentarme; después, avivó el fuego tirando tres o cuatro cachos de viga y de algún rincón sacó un pan que hacía muy buena cara, un cacho de tocino añejo, una bota de vino también añejo y una navaja de Albacete. Cortó pan y tocino para los dos y me alargó mi parte junto con la bota, diciendo con aire rumboso, anda payo, come y bebe, que hoy Sin Foroso invita. Yo le di las gracias y comí y bebí.
Después que hubimos comido y bebido,  como ninguno de los dos decía esta boca es mía, aunque bien la habíamos hecho servir para comer y beber, nos adormilamos. Al cabo de un rato, igual pudo ser de una hora como de tres, el Sin Fo se levantó del taburete y con andar perezoso cogió una guitarra vieja y estropeada que tenía colgada de un clavo, se volvió a sentar, hizo como que afinaba las cuerdas y dijo, ele, ele, y ele mi mare que en gloria esté y la tuya también payo, que tos semos hijos de dios. Empieza tú, que yo te sigo. Y yo empecé y él siguió.

Arrímate que hay candela
Que no se apague el brasero
Que no se lleve el olvido
Aquellos años vividos
Como el zorzal y el triguero,
Entre caciques y obreros,
Entre rastrojos y olivos.

Aquí el Sin Fo tomó el relevo y tanteando las inexistentes cuerdas se arrancó, pero por bajini, que la hora no permitía otra cosa.

Cuarenta años y un díaaaaa
Jase que me tienen preso
Larga es la condena mía
Ni comurgo, ni confieso.

Después volvimos a quearnos callaos, lo que se dice mudos. No tardó en oírse el canto del gallo, y yo me levanté y le dije, adiós Sin Foroso, gracias por tu hospitalidad.
De payo y  ve con cuidao que a esta hora anda por aquí mu mala gente.
En el primer bar que encontré abierto me tomé un café bien cargado y una copita de cazalla.