La taberna de Paco España sirve alcaparrones con el vaso de vino blanco o la cervecita fresca, mientras en la puerta de la plaza, Currito los Corrales vende gloriosos chumbos traídos de las chumberas de Verdeja. Por la puerta penetra el intenso olor de los jeringo de Magdalena la Turuta y algún guasón exclama ¡que vienen los catalanes! Los catalanes a los que se refiere el guasón tienen la particularidad de haber nacido y crecido en Fuentes de Andalucía: mientras están en Cataluña son andaluces y cuando llegan a Andalucía son catalanes. De donde se deduce que o bien son apátridas o tienen doble nacionalidad.

Como las grullas o las avutardas, los fontaniegos se dejan guiar por la querencia de la tierra. En su caso les atrae también el olor de los jeringos de la Turuta, el cartucho de camarones, las escopetillas del plomo, el vértigo que produce el loco giro del güitoma, el balanceo de las cunas y la huella de los pasos de las mocitas y los mocitos, como un reguero de atracción sensual, estampada en el albero de la feria. Llegan los días de la feria y, con ella, el tiempo en el que los mozos corren perdigones por los rastrojos y muchachas calle Lora abajo, calle Lora arriba.

Referirse a la feria de Fuentes exige el plural, además de llamarla Fiesta de la Ermita. Por eso escribo que en agosto llegan “las ferias de Fuentes”. Fuentes, Lantejuela y La Campana -incluso La Luisiana y hasta Marchena y Écija- han tenido siempre una especie de mancomunidad de ferias que ocupan el largo y el ancho de agosto para regocijo de sus vecinos y solaz de los catalanes. Cuatro o cinco ferias son muchas ferias para los escuálidos bolsillos de la concurrencia, pero como son fiestas “en familia”, hacemos lo que podemos. Juan Chamarín, apostado en la esquina del bar Benito, dice que Fuentes tiene más luces que la feria de Lantejuela.

Porque las luces de la feria mancomunada de agosto encienden primero en Lantejuela, alrededor del día 5, toma el relevo de luces La Campana, sobre el día 10, continúa el maratón lumínico La Luisiana, más o menos en torno al día 14 y Fuentes cierra la competición del resplandor allá por el día 20. Antes de que en la comarca se afincaran los catalanes -siempre de ida y vuelta- e impusieran las celebraciones coincidiendo con las vacaciones de la SEAT o las fábricas de Tarrasa, las ferias de la comarca tenían fechas más dispares, unas en septiembre, otras en octubre, pero ésa es otra historia. Lo que aquí importa es que la llegada de los catalanes alteraba la vida de los lugareños hasta el extremo de hacerles variar el calendario festivo.

Todo sea por la diversión, el reencuentro familiar y, por qué no decirlo, la pela. Los catalanes/fontaniegos han cobrado la paga extra de las vacaciones y eso se nota a la legua. Corren la cerveza y el vino por los mostradores. Las tapas no hacen distingos nacionalistas. Vuelan los tordos para eludir pasar al menú del tabernero. Medio corren medio vuelan las perdices con la misma fortuna. Corren los pollos por los corrales tratando de escapar de la escabechina, empeño inútil dada la voracidad imperante por estas fechas. Impera el saqueo del pollo y el sueño libidinoso con Charo López en la pantalla interpretando “Manuela”, con la voz de Lole cantando “al amanecer, al amanecer, con un beso blanco yo te desperté”. Charo López y Lole traen de cabeza al enamoradizo personal masculino.

Hay una romería de la Aurora y otra de feria. De feria en feria. Acabada Lantejuela, todo el mundo a La Campana. Juan Antonio Mantecao, que vive en la calle Cerrojeros, se echa la talega al hombro llena de bocadillos y, con todo el calor que hace, va camino de La Luisiana a pasar el mediodía y la tarde en la feria. Al fontaniego, acostumbrado a echar peonadas con 40 grados, no le arruga el calor de la feria. Todo el mundo joven y soltero, en pos de novia o novio. Los otros andan embridados por las obligaciones y contenidos por la edad. Finiquitada La Campana, a La Luisiana y cuando muere su destello, Matruco acciona el encendido de Fuentes.

Ahí están Manolo Arropía, Carmen la Alcaldesa, venidos de vacaciones, junto con Pepe Flores, el Niño la Justita, con Mari su mujer. María la China monta en la barca que se empina hasta dar miedo y en el látigo. Era todo seguido. Junto a María la China aparece Lolita Romero, hija de Don Diego, que tiene tienda en la calle Lora. Puebla Fuentes una nube de forasteros y catalanes ávidos, los primeros, de enamoramientos y de reencuentros, emociones y recuerdos, los segundos. Los catalanes no están hechos a las caenas del rastrojo, sino a la producción en cadena. Pero las luces de Matruco duran poco, apenas tres días, pero ¡cómo alumbran y se reflejan en los ojos magnetizados de los chiquillos locos por subirse al tren chiquitito para arrancarle la escoba al demonio que salta a la salida del túnel! Las ferias de lunares y farolillos duran poco, lo mismo que la alegría en la casa del pobre. Ferias de día porque la noche es pecaminosa.

Breve como toda feria que se precie -lo bueno, si breve, dos veces bueno, dice el clásico- agosto toca a su fin. Antes de que Matruco apague la luminaria, forasteros y catalanes cargan con sus bártulos para retorno, el maletero hasta arriba de garbanzos, chorizos y morcillas del puesto de Concepción la Sillera, que haca las mejores morcillas y chorizos de Fuentes, y el vino blanco de anca Nicolasa de la calle Mayor. Rosarito, la sobrina de María la China, que vivía en la plaza abajo, al marchar a Barcelona la morriña le sacaba lágrimas inconsolables. María la China, que venía todas las ferias, trabajaba de limpiadora en el periódico la Vanguardia y decía al marcharse "ahora, para entrar a trabajar a las seis me toca levantarme dos horas antes para estar en La Vanguardia. A las 3:30 de la mañana estaba en planta. Se acostaba como las gallinas, a las 9 de la noche, suspirando entre dientes "¡qué vida más sacrificada llevo, menos mal que los catalanes son muy formales para pagar y el día 1 de cada mes tengo el cheque. De lo contrario, le iban a dar por culo a Cataluña.

Estos días, ancá Paco España quedan todavía algunos alcaparrones rescatados de la degollina feriante, el humo de los jeringos de la Turuta vaga sin pituitaria que deleitar y los chumbos no hallan intestino que atascar. Hasta la feria del año que viene.

(Fotos sacadas del libro "Fuentes de Andalucía, una mirada al pasado", de Francis J. González)