Es noviembre o diciembre de 1938. Un griterío se oye en la calle Pozo Santo de la villa. Todas las vecinas se asoman a la puerta para enterarse de qué se trata. Parece ser que la mujer de Pepe Gaspar está embarazada, según pregona su propia madre. Ella la acusa de acostarse con algún vecino ante la ausencia tan prolongada de su marido. Fruto de esa relación es el embarazo. El escándalo está servido. Todo el pueblo se entera del hecho. Hasta su propia suegra. Ella se niega a ir a verla aunque ha muerto hace unos meses su marido.

-¿Qué dirá tu marido cuando vuelva del frente, si es que vuelve?
-¿Qué pensará tu suegra?, le espeta la madre

La hija, con los ojos bajos, ya que no quiere mirar a nadie. Llora silenciosamente en presencia de los vecinos. Las vecinas murmuran y tendrán relato para varios días y meses, hasta que nazca el bebe, fruto del pecado. Así contada, la historia parece una cosa, pero la realidad es muy otra. La historia es como sigue.

José Gallego Caro, popularmente conocido por Pepe Gaspar por ser hijo de Gaspar Gallego y Ana Caro, de la calle Palma, nº 35, fue uno de los cuatro concejales del PCE que formaban parte de la gestora municipal en el Frente Popular de la II República Española. Era jornalero de profesión y, como otros tantos, miembro de la Casa del Pueblo, de donde emanaban las consignas para defender los derechos de la clase trabajadora. Estaba casado y tenía por aquel entonces un hijo.

El 19 de julio de 1936, el día después de la sublevación de parte del  ejército contra la República, el alcalde, al frente de sus concejales y junto a unos 100 conciudadanos se reúnen en el ayuntamiento para constituirse en asamblea permanente para defender en la medida de lo posible la legalidad vigente según las normas dictadas por la República.

Pronto el brigada Martín Conde, junto al cabo Moyano y otros números de la Guardia Civil venidos de los pueblos circundantes (La Luisiana, Cañada Rosal y La Lantejuela) se presenta de improviso ante las puertas del ayuntamiento y el alcalde, obligado por las armas, “voluntariamente” les entrega el control del edificio. Todos los concejales son detenidos y desalojado el edificio municipal de la muchedumbre que allí se congregaba. Amparado por el gentío que salía, el concejal José Gallego  consigue escaparse de allí y dirigirse a su casa, situada en la calle Pozo Santo. Él y Manolito Valladares son los únicos concejales que se libraron de ser detenidos.

Al día siguiente, lunes, junto a unos 10 o 12 compañeros, huyen del pueblo porque las fuerzas de derechas, Guardia Civil, falangistas y otros destacados ciudadanos, están deteniendo al alcalde y a los concejales y otros miembros de la Casa del Pueblo. Se refugian en un campo de higueras que su padre poseía en el cerro del Barrero.

Pronto sienten el peligro que corren porque una de las cuadrillas patrióticas que recorren el campo persiguiendo a los huidos se acerca a las higueras donde están refugiados ya que la frondosidad de sus ramas les proporciona un cobijo excepcional. Ante el temor de ser descubiertos y tras haber oído como el que mandaba la cuadrilla les decía “¡Donde los cojamos los matamos!”, deciden alejarse y se refugian en una casilla que un familiar de uno de sus compañeros poseía en los olivares de Écija entre esta ciudad y Marchena. Allí permanecen durante 15 días.

Tras ello decide volver al terreno de las higueras del Barrero. El grupo se había disuelto porque unos habían sido capturados y otros habían huido en dirección al frente. “¡Corríamos por el campo saltando como liebres!", se le oyó comentar a Pepe Gaspar años después. Allí se escondía debajo de una angarillón cargado de paja. Pero con la ayuda de su padre y hermano construyeron un habitáculo al pie de una higuera consistente en una zanja que le permitía estar más o menos cómodo, más bien menos que más, al que taparon con una estera para que le permitiese la respiración y encima colocaron un carro cargado de ramas y otros utensilios para que fuese más difícil descubrir el refugio. De él solo salía de noche.

Se iba adentrando el otoño y ante el miedo de que una patrulla que andaba por los campos pudiera sospechar algo por la presencia continuada del padre o del hermano en las higueras y la proximidad del invierno, estación en la que no podría permanecer allí, acordaron traerlo al pueblo. Había que decidir la forma y la fecha más propicia para hacerlo.

Idearon meterlo dentro de una saca de algodón, que trasladarían en un carro hasta la casa del padre en la calle Palma. Aprovecharon el día 12 de octubre, día que en la cruz de Juan Caro, en las afueras del pueblo en dirección opuesta a donde se situaba el Barrero, se iba a decir una misa de campaña para pedir por la victoria del ejército sublevado. Mientras los dirigentes derechistas y sus fuerzas represoras oraban al Altísimo, el padre y el hermano trasladan una gran saca de algodón a su casa. Nadie sospecha nada porque todos creen que José Gallego ha huido como otros muchos al frente. En su casa se había construido otra zanja en el suelo de la cuadra con un respiradero abierto a una conejera. La zanja estaba cubierta con una estera y encima la paja y los excrementos de las mulas para que no se notase. Por el día estaba escondido y sólo salía de noche para respirar, asearse y hablar con su familia. Pocos eran los que conocían que estaba refugiado. Incluso su mujer se abstenía de ir con frecuencia a casa de sus suegros.

Pero en julio de 1938 se va a producir un cambio en la vida familiar. El vecino Gaspar Gallego fallece y la mujer de su hijo José va a acudir diariamente desde su casa en la calle Pozo Santo hasta la calle Palma para visitar a su pobre suegra viuda. A partir de este momento José deja el refugio y hace una convivencia marital con su mujer, procurando eso sí mantener todas las precauciones debidas para evitar que se descubriese su estancia. La mujer regresaba por la noche a su casa, junto a la de su madre y por el día lo pasaba con su marido y su suegra.

Pocos meses después comienza a ser visible el embarazo de la mujer de Pepe. ¿Cómo disimular tan evidente hecho? ¿Cómo demostrar que su marido no está en Fuentes? ¿Quién es el padre del futuro retoño? Entre la suegra y ella idean la fórmula. Su madre debe extender por el pueblo la creencia que ella se ha acostado con algún vecino y de ese contacto se ha producido el embarazo, para despejar las dudas de que él pudiera estar con ella. Un día de finales de otoño de 1938, cuando ya era visible la redondez del vientre de la preñada, su madre comienza a gritar en plena calle insultándola y acusándola de haber sido la amante de algún vecino y de que de sus relaciones con él era el fruto de su embarazo. Prefirieron el escándalo a que fuera descubierto el marido e hijo. El 11 de mayo de 1939 nacía una niña fruto de aquel amor escondido por una injusta persecución y guerra.

Tras la finalización de la contienda, José se presentó al cuartel de la Guardia Civil y fue encarcelado, primero en la cárcel local y posteriormente trasladado a la de Sevilla, donde se le condenó a 18 años de prisión por auxilio a la rebelión. Salió en libertad condicional el 17 de julio de 1943, pasando a depender de la junta local de redención de penas. Su licenciamiento definitivo lo consiguió el 17 el julio de 1961.

El pasado sábado estuve viendo en la primera cadena de TVE la película "Trinchera Infinita" que narraba la vida de un topo de la Guerra Civil española. Topo es el término con que se conoce a las personas que vivieron ocultas tras dicha guerra con la esperanza de escapar de la represión franquista y cuyo origen se debe a la forma de referirse a estas personas los periodistas Manuel Leguineche y Jesús Torbado en su obra “Los Topos”, publicada en 1977, que narra la vida de 24 personas que vivieron ocultas. Esto me hizo recordar la vida y la situación de un topo fontaniego llamado Pepe Gaspar
.