Mejor sería no envejecer, pero puestos a hacerlo es preferible en un pueblo que en una ciudad. Claro que hay quien elige la ciudad porque tiene mejores servicios médicos y diversidad de ocio. Pero el pueblo da al que envejece la tranquilidad y el acompañamiento que amortiguan el lento camino al "país del olvido" que es la vejez. Cada vez hay más viejos y menos jóvenes en los países desarrollados, fenómeno generalizado que acarrea múltiples consecuencias personales, sociales, culturales y económicas. Consecuencias, no problemas como se ha querido trasladar a la población preguntándose en voz alta si en el futuro habrá suficientes contribuyentes para sostener el sistema de pensiones y los servicios sanitarios.
El perfil medio de la persona mayor en Fuentes es el de alguien que tiene más de 80 años, que posee una vivienda en propiedad que reúne condiciones aceptables de habitabilidad, aunque es probable que necesite adaptaciones, que cuenta con familia directa, una notable red de apoyos sociales y una pensión más bien baja, aunque compensada por los mejores precios que en la ciudad. El psicólogo y gerontólogo Pedro Verdún no tiene claro si vivir en un pueblo es mejor o peor para las personas mayores. "Depende de lo que cada cual espere de la vida", dice.
Si lo que uno espera es tranquilidad, apoyo social y mejores precios, está claro que lo mejor es el medio rural. Pero si lo que le hace disfrutar de la vida es el ocio, la ciudad es más atractiva. Lo mismo sucede con los servicios sanitarios, muy limitados en el medio rural. Si un mal día se presenta el problema del alzheimer, en un pueblo todo el mundo conoce a todo el mundo cuando alguien se ha extraviado y no encuentra el camino de regreso a casa. Las distancias son más cortas en los pueblos, pero los transportes públicos son más abundantes en las ciudades.
La principal característica de las personas mayores, tanto en el pueblo como en la ciudad, es que llegado un momento pueden necesitar ayuda, especialmente por encima de los 80 años de edad. Esas ayudas pueden proceder del entorno familiar o de los servicios públicos. En el primer caso, las familias son cada vez menos numerosas y tienen cada vez más obligaciones laborales, lo que merma las posibilidades de ayuda a sus mayores.Ese fenómeno es más acentuado en las ciudades que en los pueblos, donde hay que restar a la atención el tiempo que demandan los traslados entre domicilios tal vez distantes.
¿Y la política? La política, a remolque. La política se siente incapaz de atender la vertiginosa evolución de la sociedad actual. Faltan recursos para la dependencia. Con 55 profesionales dedicados a la ayuda a domicilio, Fuentes está por encima de la media del país. Pero la demanda no para de crecer. Como ya informaba este periódico la semana pasada, cada año hay en Fuentes una media 20 mayores más y 15 jóvenes menos. La esperanza de vida en España ha aumentado a gran velocidad. Ahora es de 84 años los hombres y de 85 años las mujeres. ¿Está el país preparando recursos para atender esa demanda creciente de ayudas a la dependencia? No. Lo dice Pedro Verdún.
¿Existe un enfrentamiento entre generaciones por la escasez de recursos? No. Tampoco existe entre los jóvenes un claro rechazo hacia los mayores, aunque tampoco apego. No son dos sectores enfrentados, pero sí universos distantes, de espaldas, cada uno instalado en su tiempo. En el mejor de los casos, mirándose de reojo, según Pedro Verdún. Existe el "edadismo", algo parecido al machismo o al racismo, que se niega pero traspasa los lenguajes con ideas preconcebidas y prejuicios injustos. Como es subir la voz cuando se habla a una persona mayor, dando por sentado que es sorda o no va a entender lo que se le dice. O llamar "abuelete" a alguien del que no se es nieto.
La brecha digital es enorme. Muchos jóvenes responden con sorna a las dudas de alguien que no entiende la lógica de los aparatos digitales. Sólo porque tiene más años, aunque también puede tener más experiencia y, probablemente, más conocimientos y sentido común. Tal vez ignoren los jóvenes que tienen en común con los mayores que ambos están en el mismo proceso de envejecimiento, aunque unos lo perciban y los otros no. Unos y otros están en el mismo camino que conduce fatalmente al mismo país donde habita el olvido.
(Ilustraciones: Pedro Verdún)