Van los seis de la cuadrilla
de sol a sol, a segar,
llevando en la taleguilla
diez reales de morcilla
y un triste cacho de pan.
La sombra de aquel Manuel
que apodaban el Matildo,
aquel loco estrafalario
con su viejo limentario,
vaga por estos caminos.
Desde la Fuente la Reina
a la Vapora, el camino,
en su loca tozudez
anda una y otra vez
buscando viejos amigos.
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Qué buscas en la Vapora,
me preguntaba hace poco,
era refugio de locos
y lo sigue siendo ahora.
Política, economía,
como dioses del momento
acabaron con el cuento
la historia y la poesía.
Idealismo trasnochado,
filosofía caduca,
solo cuenta la manduca
y no os habéis enterado.
Encerrado entre las cuerdas
de una guitarra quedó
el eco de nuestra infancia
dormido, que muerto no.
Y en las tardes del verano,
cuando hace tanto calor,
el grillo pulsa la Prima
y la chicharra el Bordón.
El pozo de los silencios
está lleno de palabras,
no tiene soga ni cubo
y pocos saben sacarlas.
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Con pucherillo de plata
y cuchara de oro fino
comen los de la Potrá
una olla con tocino.
Güeso de jamón del Parro,
carne de pavo y cochino,
la morcilla por supuesto
es de la niña Morillo.
Los garbanzos del Pintao,
el pan será de Faustino,
de Federico las papas
y de Nicolasa el vino.
Y allí en la Fuente la Reina,
en medio de los olivos,
juntos se comen la olla
y convidan al Matildo.
Colgado de un olivo
ondea el limentario
cual rústica bandera
de un tiempo ya pasado.
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Por los alrededores
de la vapora
vuela la seguirilla
cual mariposa.
En la era Rabiando
rodaba el trillo,
qué bien nos lo pasamos
en él subidos.
Da vueltas y más vueltas,
tronza la parva
que dará poco trigo
y mucha paja.
La vida del mayete
era durilla,
pa ganarse la olla
sudaba tinta.
Cantaba la chicharra
en los olivos
y por el barrancón,
ranas y grillos.
Por el pozo la reja
pasa Corrillo,
va al puesto del Pintao
a comprar chorizo.
Asustaba a las mujeres
y les decía
tus hijos no te quieren
todo es mentira.