Ochenta y ocho años hace que Fuentes sufrió las tres semanas más cruentas de su historia. Un mes de agosto marcado por la persecución indiscriminada de hombres, mujeres. La sinrazón se cebó aquel agosto del 36 con sus gentes, sus calles y sus casas. Ochenta y ocho años han pasado desde aquel fatídico mes de agosto en el que fueron llevados al paredón 76 de sus vecinos y vecinas. ¿Qué horrendo delito habían cometido? ¿A qué juicio fueron sometidos? ¿Quiénes fueron sus jueces? ¿Quiénes sus abogados defensores? ¿Quiénes sus testigos?
Preguntas y preguntas por responder. Porque no hubo delito, ni juicio, ni jueces, ni abogados y mucho menos, testigos. Al paredón por sus ideas, por su condición social o por su pertenencia a organizaciones de defensa de los obreros, como la Casa del Pueblo. Otras muchas, sobre todo las mujeres, por ser la madre de, la hermana de, la esposa de o simplemente la novia de.
Quince días concretos de su mes de agosto. Días nefastos para el recuerdo de este pacífico pueblo de la Campiña sevillana. Hace 32.120 días que la blancura de sus casas se tiñó del rojo de la sangre derramada de sus vecinos ajusticiados. La alegría de sus gentes se convirtió en llanto y quejidos por sus familiares perdidos; el sentido de apertura a los demás se transformó en silencio impuesto y en aislamiento. Aquel agosto cambió el curso del pueblo y de sus gentes.
Ésta es la cronología de la infamia. El día tres de agosto son detenidos y fusilados cinco fontaniegos y una fontaniega: Salvador Gallego Bordoy, Juan Antonio Caro Ruiz, Luis Calderón Ruiz, Manuel López Ramos, Ignacio Ávila Ruiz y Carmen Martín Torres.
-El cuatro de agosto, Juana Aguilar Narváez es conducida al paredón por los dirigentes municipales.
-El cinco de agosto, el día más nefasto para Fuentes, jornada negra para todos, a catorce de sus vecinos y vecinas les arrebatan la vida sus verdugos. Fue el día que más fusilamientos hubo. Fueron llevados al paredón los hermanos Patricio y Ricardo Conejero Martínez y los también hermanos Miguel y Gaspar García Fernández. Asimismo, murieron sin saber las causas y sin juicio previo y por tanto sin la menor defensa, Juan García Ruiz, Pedro Lora Fernández, Ángel León Caro, Luis Caballero González, Manuel Muñoz Fernández, Fernando Romero González, Francisco Flores Lora y José Jiménez Lora. Así como Antonia Caro Gamero y Dolores Hinojosa Talavera.
- El día 12, el “tribunal sentenciador”, formado por el alcalde, el jefe local de la Falange y el cabo de la Guardia Civil, comandante del puesto, condena a Juan Hidalgo Campos.
-El día 13 es fusilada Salud Tortolero Tirado, junto a José Caro Torres, Jerónimo Hidalgo Adame, Sebastián Ruiz Galiano y José María Navarro Carretero.
-El día 14 es ajusticiado el concejal Manuel Villarino Llamas en las paredes del cementerio. Esta muerte produjo un enfrentamiento entre el secretario del ayuntamiento, que intercedió por su vida y el cabo de la Guardia Civil.
-El día 15, al celebrarse la festividad religiosa de la Asunción de la Virgen, los verdugos cesan la matanza para no ser condenados por Dios. No se puede matar en días festivos para no caer en el incumplimiento del quinto mandamiento, “No matarás”, aunque otros días sí.
-El día 16 fueron ajusticiados Antonio Fernández Barrera, Francisco Caro Moreno, Francisco Lora Aguilar, Joaquín Caro Martínez y Juan Fernández García.
-El día 17 son “ajusticiadas” cuatro mujeres: Manuela Moreno Ayora y María Caro Caro, junto a Josefa González Miranda, de 18 años y Dolores García Lora, integrantes del grupo que Fuentes ha denominado desde entonces “Niñas del Aguaucho”.
-El día 18 son fusilados cinco hombres: José López Aguilar, Alfonso Pérez Ruiz, Manuel Caro Martínez, Antonio López Pérez y Domingo Fernández Gil y tres mujeres: Matilde Muñoz Caro, Agustina Tortolero Becerril e Isabel Becerril Humanes.
-El día 19, siete jornaleros de edades entre 21 y 45 años serán condenados a muerte y ejecutada la sentencia. Mueren en este día Juan José Tortolero Becerril, Juan Antonio López Tortolero, José Fernández Gallego, Leonardo Guillén González, Pedro Lechuga Tortolero, Antonio González Moreno y Claudio Aguilar Elías.
-El 21 de agosto hallan su injusta muerte Matilde Márquez Gómez, Carmen Fernández Arroyo, Juan Antonio Jiménez Ruiz y Manuel Conde Barrera.
-El día 27 aparece anotadas en el Registro Civil la muerte de otras cuatro mujeres integrantes del grupo de “Niñas del Aguaucho”: Joaquina Lora Muñoz, de 18 años, María Lourdes León Becerril, de 22 años, María Jesús Caro Lora, de 18 años y Coral García Lora, de 16 años y Josefa García Lora, de 18 años. Además de Sebastián Caro Salazar y José Ruiz García.
-El día 29 caen Antonio Benjumea Romero, Juan Caro Salazar, Diego Aguilar Criado, Cristóbal Lora Gómez, Manuel Conde Aguilar, José Caro Barcia, José Haro Mendoza y José González Rodríguez, asesinados por la llamada Guardia Cívica.
-El día 30 de agosto son asesinados José Naranjo Ruiz y José Beltrán Ruiz.
-El 31 de agosto, último día del mes, sin previo juicio, sin defensa alguna, solo por la decisión del comité local, constituido en “tribunal sentenciador” son condenados a muerte como sus anteriores vecinos y vecinas Cristóbal Fernández González, Julián Fernández López y Pablo Miranda Milla.
Anteriormente a esas fechas se habían producido ejecuciones que tuvieron lugar entre el 24 y 25 de julio, que fueron asesinados el alcalde, José Ruiz Martín; el primer teniente de alcalde, Paco Ávila Fernández; el concejal y dirigente del PC, Fernando Fernández Hidalgo, apodado “El Ratonera”, y el dirigente del PC, Francisco Lora Caro, apodado “El Sillero”. Posteriormente a este triste agosto fontaniego fueron asesinadas otras 30 personas, 9 mujeres y 21 hombres.
Los asesinados no repararon en edad, sexo o ideología. Entre ellos se encuentran jóvenes que fueron acusadas de haber participado en la fiesta del “Jueves Lardero”, acusadas de haber bordado la bandera republicana, como años antes había sido acusada la granadina Mariana Pineda, personas adultas jornaleras por su ideología izquierdista y masónica o mujeres de edad madura por defender a sus hijos o nietos. Todos lo fueron, eso si, de una forma injusta y privados de todo tipo de defensa y garantías procesales. Sólo el hecho de no estar en sintonía con la sublevación, no pertenecer a la clase burguesa o ser simplemente jornalero era condición para ser candidato a la persecución y represión.
De las 116 personas asesinadas en el periodo de tiempo descrito, 16 eran mujeres mayores de 25 años, 9 menores de dicha edad, 71 hombres mayores de 25 años y 20 menores de la edad expresada, estando incluidas entre las mujeres algunas que estaban en periodo de gestación y otras de 16 y 18 años de edad. Todas las muertes se llevaron a cabo bajo el prisma de la injusticia y la barbarie indiscriminada, por lo que todas deben adquirir a nuestros ojos idéntica aflicción, considerando como sociedad con igual valor a cada una de las víctimas.
Si algo hay que subrayar e incidir es la saña con la que los verdugos se cebaron con las mujeres: no podían aceptar los golpistas que ellas participaran en la construcción de una sociedad más justa e igualitaria. Eran vistas como transgresoras sociales y había que devolverlas a su papel tradicional de madres y esposas sumisas. Era la forma más cruel de someter a una población, aterrarla y sobrecogerla con el elemento que ellos consideraban más débil.
Las sometieron a castigos crueles y humillantes, expuestas a escarnio público cuando les rapaban las cabezas o cuando les hacían ingerir aceite de ricino para provocarles severas diarreas. En otros casos llegaron a su asesinato por ser la madre, la esposa o la novia de alguien. O algo por tan nimio como bordar una bandera o participar en una manifestación. Se valían de un falso sentido de superioridad y dominio.
Para marcar la hoja de ruta a seguir, publicada por el general Queipo de Llano en su bando de guerra para hacer efectivas las consignas del ejército sublevado de infundir el terror y el miedo en la población de los territorios conquistados por el llamado ejército nacional, se van a emplear unos mecanismos y elementos en la selección y condena de estos hombres y mujeres con el único fin de sembrar el terror entre los habitantes de Fuentes y que éstos fueran más dóciles a las decisiones y directrices que se marcasen desde el poder.
Por un lado, estaba el “tribunal” que condenaba, formado por el alcalde, el jefe local de Falange y el cabo comandante de puesto. Por otro lado, un grupo de informadores locales, miembros de Falange que se encargaban de denunciar a posibles enemigos del orden establecido, de identificar a las personas, relacionando el apodo con el nombre, pero que generalmente no intervenían en la decisión de condenar o salvar a ninguno de los detenidos. El tercer elemento fue la milicia de Falange, encargada de ejecutar, en la mayoría de los casos, las sentencias emanadas de un “tribunal sentenciador” que carecía de la menor legitimidad jurídica.
Estos tres elementos sembraron de horror y tristeza aquel agosto del 36. Nuestro deber como ciudadanos que amamos la democracia es rendir un tributo permanente a estas personas que, por defender sus ideales, consiguieron como premio su muerte. No podemos olvidar estos atroces sucesos y pedir con todas nuestras fuerzas la libertad, la justicia y la reparación por igual para todas las víctimas.
(En la foto de portada aparece Salvador Bordoy segundo de pie por la derecha)