Entramos de nuevo en un periodo electoral y los partidos ponen encima de la mesa el trabajo realizado por los equipos de gobierno y dan valor a los resultados con el programa planteado cuando fueron electos. No sólo deja de ser una rendición de cuentas de los avances o no de la legislatura, sino también muestra el cambio de rumbo presupuestario que han tenido algunas partidas en favor de otras, según la ideología política o fruto de pactos entre fuerzas que tienen peso para negociar el programa electoral.

Todos los partidos andaluces, excepto uno, muestran en los medios de comunicación el discurso de "Andalucía es la primera" o "Andalucía no es menos que ninguna comunidad autónoma". La estrategia de los equipos de campaña es analizar con rigor lo que se cuece en las calles. La temperatura social está alta, el año pandémico, la crisis energética y falta de suministros en Europa ponen el pistoletazo de salida en un momento histórico en el que el ciudadano y ciudadana espera cambios reales dentro de la economía de sus hogares.

Pero hablemos de los verdaderos protagonistas de este artículo, que tienen nombre y apellidos y ninguno de ellos presume de ser militante de un partido político o sindicato, aparte de la ideología de cada uno de ellos. Son los fontaniegos Eloy Caro, Salvador Lozano, Eulogio Caro, Antonio Martínez, Juan D. Gamero y los carmonenses Francisco López y Jose Manuel García. Emigrantes temporeros que están ahora mismo en la región de la Provenza-Alpes Costa Azul, en el departamento de Vaucluse de la vecina Francia.

Los temporeros tienen trabajo allí tres veces al año: en invierno se realiza la poda de la vid (evitar la sobrecarga de la parra eliminando las partes y hojas que no sean necesarias. Cortar siempre las hojas secas o con aspecto de poder tener alguna enfermedad o plaga. En función del tipo de fruto es importante saber hasta dónde hacer el corte de la rama o de los sarmientos). En mayo viene al entresaque (permite modificar el desarrollo vegetativo, que influye en el rendimiento del cultivo, la calidad del fruto y de su estado sanitario), la subida de los alambres y el entrenudo (quitar hojas al viñedo para que no se enreden en los futuros racimos). Es una labor que exige una capacitación agrícola bien valorada por los productores franceses y en la que nuestros protagonistas ofrecen sus servicios y su profesionalidad.

EL FONTANIEGO JUAN D. GAMERO

Dentro de la oferta y la demanda de este trabajo existen voces que manifiestan, tanto de un lado como el otro, las carencias de ese pacto que es la firma de un contrato de trabajo. En España hay bodegueros, denominaciones de origen y numerosos centro de producción que demandan, en algunos casos con cierta alarma, la mano de obra campesina andaluza.

Pero lo cierto es que el andaluz aprendió hace muchos años que la palabra servil se confunde con contrato digno y condiciones laborales dignas. Uno de nuestros fontaniegos, después de preguntarle por qué va a Francia y no a otra región de España, dice que allí cobran más y que sufre menos "agobio" físico y mental a la hora de realizar su trabajo. He aquí uno de los motivos que puede desmontar los argumentos de un patrón o patronal agrícola que dice que a los andaluces el PER paraliza el mercado laboral.

En Francia, estos fontaniegos cobran 10,85 euros la hora. En Andalucía cobran 47 euros por 6,5 h de trabajo, es decir 7,23 euros la hora. El viaje a Francia lo paga el trabajador, unos 150 euros aproximadamente, mientras que la vuelta va a cargo del contratante.

Los trabajadores españoles, en estos casos, pagan el alto precio de separarse de sus familias, dependientes o no, con hijos o hijas a su cargo. Eso que llaman conciliación familiar queda paliado solo en parte gracias a una llamada por videoconferencia con sus familias a través de sus teléfonos móviles en sus cortos descansos después de la jornada laboral o quedan relegados por las conversaciones entre compañeros preparando una comida común en la que intentan aliviar los momentos de soledad.

Hay voces que dicen que, gracias al subsidio agrario, la mayoría de pueblos andaluces que dependen de una economía agraria no han desaparecido. La Andalucía profunda se sostiene sobre cuatro pilares delgados en una medida política de décadas que intenta parecerse al actual concepto de RENTA MÍNIMA GARANTIZADA, pero que ni el gobierno saliente, ni anteriores y mucho menos los municipios, tienen aún la varita mágica para contrarrestar el paro estructural que sufre una importante parte de la población y que lleva a fuego marcadas como estelas romanas.

Uno de los apellidos que tiene Andalucía es MIGRANTE. Andaluces del siglo XVI marcharon a las américas. En la actualidad, muchos andaluces cruzan "la raya" extremeño-portuguesa. Y andaluces son los que pasan los Pirineos. Desde hace unos años del siglo pasado, emigrantes desde los años 50 que marcharon a Madrid, País Vasco, Catalunya o la Costa de Levante. Épocas temibles de gran vacío rural.

Lo que está claro es que para evitar fugas de capitales y apostar por el comercio de proximidad y aumentar exportaciones, si el trabajador andaluz no tiene estabilidad laboral raramente una autoridad de un municipio o ciudad podrá hacer castillos en el aire por apostar por la prosperidad como eslogan en una campaña electoral.

EL FONTANIEGO ANTONIO MARTÍNEZ

Nuestros protagonistas prefieren un empleo en España, incluso a más de 500 kilómetros desde sus pueblos, pero atentan contra el estado del bienestar el cambio constante de empleos, junto a cortos periodos de ocupación que les proporcionan sus municipios y con apoyo del subsidio. Los ingresos de los hogares son inadmisibles.

Nuestros protagonistas llevan años en este digno vagar que consiste en buscar trabajo más allá del municipio donde consta su nombre y apellidos, junto al de sus padres, en el registro civil de la inscripción de su nacimiento. Y es que quedarse en el pueblo tiene un precio. Quedarse en sus pueblos de forma temporal tiene un allto precio. Conciliar con sus familias y su entorno tiene un precio, Mientras los partidos políticos pasan horas buscando la fórmula para obtener la mejora del bienestar de sus votantes, la vida pasa. Como la bella vida de un tulipán, corta pero intensa

Eloy Caro, Salvador Lozano, Eulogio Caro, Antonio Martínez, Juan D. Gamero, Francisco López y Jose Manuel García (... NUESTROS TULIPANES), seres anónimos que representan una parte de la economía de nuestros pueblos y municipios, aquellos que invertirán sus pequeños ahorros en la prosperidad de sus comercios y en arcas públicas a través de impuestos, y que mientras sus cuerpos aguanten marcharán y volverán tantas veces como haga falta, mientras en Andalucía encuentra la varita mágica que pondrá fin a tantos años y siglos de inestabilidad en el bienestar de sus familias.