Al parecer, el otoño viene caliente. Nubes grises, inmensas, cargadas y rotundas se apiñan copando el cielo. La temperie es inevitable, no se discute con el Meteosat porque, además de ser una máquina orbitadora, es estúpida, sólo ve lo evidente. Me temo que este año va a llover mucho, pero no café en el campo, como le gustaría a Juan Luís Guerra, sino piedras, más al estilo de Ken Loach, el director que mejor ha narrado las fatigas de la clase antes denominada obrera y ahora clase consumidora. El cielo se ha puesto gris marengo para muchos, especialmente para los que viven allende del Mediterráneo. Nubes de polvo, humo y lluvia de lágrimas negras acechan en el oriente cercano.

Tranquilos, aquí no pasa nada, más allá del orvallo de la intratable vivienda, los sueldos menguantes y la cesta de la compra voladora. Además, ya tenemos atrofiados los huesecillos del oído, ya no oímos los gritos de dolor de las madres que entierran a sus bebés “yihadistas”. A eso los psicólogos lo llaman DS, desensibilización sistemática, saturados de ver tanta barbarie, nos volvemos inmunes al dolor ajeno. Nos acostumbramos a la rutina del abuso, a lo cotidiano del asesinato nocturno y alevoso. Qué capacidad de adaptación tiene el ser humano. No me refiero a los supervivientes de Gaza, sino a nosotros. Somos capaces de adaptarnos a todo a la misma velocidad que olvidamos. Ya no recordamos las guerras del mes pasado, aunque siempre ha habido guerras de primera y de segunda. Yo pensaba que las guerras africanas solo le importaron a Ryszard Kapuściński y a los muertos y heridos que produjeron, sin embargo una guerra en Europa…

Estaba equivocado. A estas alturas, superada la ola de solidaridad con el pueblo ucraniano, da lo mismo. Ahora las víctimas de pelo rubio importan tan poco como las de piel morena. Viva la anestesia y el placebo, viva el “así es la vida” y el “qué le vamos a hacer” ¡Vivan las memorias del real ladrón incomprendido! ¡Viva el Real Betis! ¡Viva la Real Balómpedica Linense! ¡“viva porub”! Todo está fuera de nuestro alcance en un mundo muy, muy, lejano, que en realidad es éste; cada vez más pequeño, cada vez más parecido a un guisante lágrima, pese a ser cada día menos verde. Aquí estamos, manifestándonos indignados, los pueblos elegidos por Dios y los que se decantaron por el Diablo, con música triste de fondo, gritando ¡nunca más!  

En Nueva York, los corresponsales del dinero se reúnen y hablan de paz. Hay que poner coto a tanto desmán, dicen los que se gastan la pasta de la gente en armas de destrucción colectiva. Creamos organismos supranacionales y condenamos sin paliativos, generosos con los adjetivos. Fundamos altos tribunales, comisiones de estudio, centros de investigaciones sociológicas, levantamos monolitos y recordamos los famosos juicios de Núremberg. Lo que no recordamos es que se pudo parar el fascismo en Europa antes de causar 60 millones de muertos y no se hizo. Tampoco recordamos que, aunque Estados Unidos ya había ganado la guerra, lanzó dos bombas atómicas contra población indefensa para afianzarse como potencia hegemónica. No tengo duda de que si la URSS hubiera tenido la bomba en aquel momento, la habría usado sin importarles los inocentes. Viva la paz, viva la justicia, viva la ceguera.

Reducida a escombros Gaza, exterminadas las terroristas madres de familia, destrozadas las bases militares en las escuelas y los hospitales, a Netanyahu le sigue picando el dedo índice, necesita matar más o irá a la cárcel por corrupto. Pobres israelíes secuestrados por Hamás, usados como bandera para aplicar el exterminio aprendido en Treblinka. Ahora, sin inmutarnos, vamos a ver en pantalla de alta definición la guerra en colores, en directo, como si fuese un videojuego con un impronunciable nombre en inglés. Caerán como chuzos misiles de punta, pero no nos alarmemos, no habrá muertos, sino daños colaterales. Bueno, si alguien no obedece a los designios del nuevo rey David (Bibi) caerá porque es un terrorista o porque no tiene donde huir. En cualquier caso será culpa suya, Israel sólo se defiende. Alegrémonos y cantemos todos “Hava nagila hava”.

No hay nada que hacer, los judíos de la Quinta Avenida de Nueva York financian las campañas de los dos candidatos a la presidencia, así que más vale tomar muchas pastillas Juanola porque nadie le tose al imperio. Todo está bajo control, insultaremos a Netanyahu y a la madre que lo parió, pero de nada servirá porque aquí quien manda es el dinero. Estamos saturados de muertos en el viejo Mediterráneo, antes azul, ahora teñido con la sangre de los que nada tienen, la de los migrantes que huyen del yugo y la de los huidos de las bombas fabricadas en occidente.

En el mundo multicolor y futbolero, cotilla y fashion victim en el que vivimos nos da igual que mueran los “muertos de hambre”, solo importa la pela.