Son las dos de la mañana y una guitarra guiada por las manos de un tocaor hace vibrar sus cuerdas y entre su prima y su bordón, suena una melodía. Se hace el silencio en el publico y un cantaor, con un quejío desgarrador, un ¡ay!, rompe el silencio de la noche. Un cante por siguirillas inunda el cielo de cultura andaluza, de flamenco.
El flamenco, esa cultura nuestra que aquí valoramos muy poco y que sin embargo tanto éxito tiene allende nuestras fronteras. Calixto Sánchez, cantaor y maestro de escuela, nadó durante mucho tiempo contracorriente para que el flamenco fuera una asignatura más en nuestras escuelas, para inculcar a nuestros jóvenes esa cultura que tanto arraigo tenía entre nuestros antepasados. Calixto nadó y nadó hasta perder el aliento, sin respaldo, para sucumbir muy lejos de la orilla soñada de llevar el flamenco a las escuelas.
Traigo aquí la figura de Calixto y su empeño pedagógico porque estamos en tiempo de programación y planteamiento del próximo curso escolar. Sería una magnífica noticia saber que nuestros colegios incluyeran actividades en ese sentido. Qué mejor sitio que la escuela, el instituto, para inculcar la cultura más nuestra, el cante más nuestro y el sentimiento más nuestro
Solea, caña, martinete, fandango... cuánto lamento y sabiduría, cuánta queja de nuestros trabajadores hay en sus versos. Cuánta poesía y cuánta verdad se esconden detrás de unos versos tan sencillos.
Alegrías, farrucas, cantes de ida y vuelta como son las colombianas, la guajira o la milonga, Cantes venidos de diferentes partes de nuestro planeta a los que antes cantaores andaluces habían llevado para volver luego, adaptados, en otras formas de flamenco para hacerse cultura nuestra, esa misma cultura que nuestros jóvenes no conocen. No sé si será porque a alguien no le interesa, tal vez por cómo sus letras, junto con la de los carnavales, están llenas de de criticas a nuestros gobernantes o por creer el tópico de que el flamenco es juerga, borrachera o mala vida.
Algunas veces éste que escribe piensa que hasta mentira parece que tenga que venir gente de fuera para avivar un poco el fuego y hacer esa llamada a la juventud a escuchar cante de nuestra tierra. Miguel Poveda o Rosalia, entre otros, son dos claros exponentes, aunque algunas veces sacándolo de contexto de lo puramente ortodoxo con sus adaptaciones para hacerlo más comercial (algunos pensarán que eso ya lo hacía Pepe Marchena, gran revolucionario de la época). A los puristas no les gusta mucho su forma de entender el flamenco, pero hay otras manera de cantar que vienen a regar nuestros oídos de compás y armonía flamenca.
Volviendo al principio, creo que nuestros jóvenes han escuchado poco cante. Por eso me hubiese gustado que la comunidad andaluza hubiera apoyado en su día a Calixto Sánchez en su idea de inculcar en el alumnado la afición por los cantes de bulerías, los tientos, los tangos, los cantes de levante como son las mineras, las tarantas, las cartageneras, entre otros. Y explicar la procedencia de cada palo del cante.
No concibo que preguntes a un joven andaluz por Camarón de la Isla, conocido mundialmente y otro revolucionario de nuestro flamenco, (idolatrado por muchos y detractado por otros) y no sepan quién fue. Mientras, vemos a un japonés cantando por granaínas, otro palo flamenco, con el problema añadido del idioma, acompañado a la guitarra por otro japonés, mientras una japonesa baila a su lado.
Termino diciendo que, aunque he visto desfallecer al flamenco, siempre ha resucitado, se ha levantado y ha seguido caminando, aunque siempre con apoyo minoritario. Pongamos algo de nuestra parte y nunca olvidemos nuestros cantes. Muchos de esos cantes salieron de las gargantas de nuestro cantaores para expresar el dolor del campesino o del minero andaluz que tan injustamente era tratado. No nos olvidemos de la cultura andaluza, el flamenco.
(En la foto, de izquierda a derecha, Clarín, Condito y Zacarías, Niño de Fuentes)