A veces, abandonas tareas que en un principio te ilusionaron, te dieron motivos para creer en la ciudadanía, en el poder democrático de cambiar las cosas. Luego abandonas por cansancio, porque sientes que no hay interés, porque a veces bajo esa falta de interés subyacen intereses creados, a veces grandes intereses, a veces mezquinos y mediocres. Hasta que un día te encuentras en la calle a alguien que te anima a seguir y sientes un ardor ciudadano que te hace revivir la necesidad de, al menos poner, negro sobre blanco, una queja que en su momento fueron peticiones, ruegos, incluso exigencias, con todo el derecho que nos da la democracia bien entendida, aquélla que nos dice que somos los movimientos ciudadanos los que tenemos derecho a una participación en la cosa pública.
Estoy hablando de cómo un grupo de mujeres, a las que se unieron algunos hombres, emprendimos la tarea de hacer del Centro de Participación Activa (Hogar del pensionista) un lugar de encuentro y desarrollo personal, de empoderamiento a imitación de otros centros que conocíamos. Animadas con la idea y en la confianza de ser escuchadas y atendidas por el ayuntamiento, en esos momentos el centro apenas tenía actividad, mantuvimos varias reuniones con el alcalde, al que presentamos a su vez escritos con firmas pidiendo la renovación de la directiva en un principio, más tarde al quedar vacante la misma y en cumplimientos de los estatutos, la convocatoria de una asamblea constituyente donde se elegiría a la nueva directiva.
Nunca nos contestaron a los escritos, a pesar que nos prometieron que lo harían. A día de hoy, después de año y medio, aún no se ha convocado la asamblea constituyente, el centro sigue sin directiva, no se han empezado las obras que en su día el ayuntamiento prometió en reunión multitudinaria. El hogar sigue languideciendo, solo animado con algunas comidas para lucimiento de la autoridad, taller de baile y algunos que otros talleres cuya organización según se nos informó, no depende del centro. Es el signo de los tiempos, vamos entregando nuestra cultura, nuestro ocio y nuestro crecimiento como sociedad y como persona al consumismo, a lo que nos ofrecen sin cuestionarlo ni molestarnos en trabajar por el bien común, por las iniciativas ciudadanas que son colonizadas unas veces por el mercado, otras por una política caciquil y de mirada cortoplacista.
En estos días, algo se mueve en nuestro pueblo ante la noticia de una planta de gas metano, cuestión que requiere más de una aclaración. Aunque hace tiempo que algunas personas venimos preocupándonos por el tema, no tuvimos respuesta de la ciudadanía hasta hace una semana cuando apareció en Facebook una plataforma de rechazo a la planta. Espero que esta vez seamos capaces de dar una batalla para que, llegando el momento, podamos decir bien alto: lo intentamos y lo conseguimos, aun sabiendo que es difícil luchar contra el caciquismo y las instituciones, las corporaciones y la falta de información. Aquí seguimos, exigiendo mejoras. Es lo que tiene estar acostumbrada a la “mala” costumbre de exigir.