Metros y metros de tela tenía la calle Lora en los felices años 20. Metro y medio de tela para un pantalón. Dos metros para un vestido. A pagar cuando cogiera la cosecha de algodón. La calle Sierpes de Fuentes era la calle Lora en los felices años 20. Felices debieron de ser a tenor del número de establecimientos que jalonaban la calle Lora desde la Crucijá a la calle Mayor. Veinte comercios hubo en aquellos años. Un recorrido por la calle más comercial de Fuentes incluía los largos mostradores de tejidos de Manolito la Tienda -después de Teodoro- Manolo el Calvo y Luquita Osuna, la tienda de Lolita de don Diego, la panadería de Fernandito, el estudio de fotografía de Talavera, las lanas de Nati, los bares de Manuel Catalina y la Terraza, la barbería de Pepe Luis, la zapatería de Antonio Martiniqui, lo futbolines...
Metros y metros de comercio de cuando había que cosérselo todo. Rollos y más rollos de tejidos saliendo de las estanterías y unos dependientes con una amarilla regla de medir, una tiza en la oreja y una tijera en ristre. Un mostrador inmenso, regla y media, una marca con la tiza y la tijera atravesaba el paño de metro y medio de cabo a rabo en un abrir y cerrar de ojos. La rapidez y precisión del corte eran la prueba de fuego de la profesionalidad del dependiente. Tijeras afiladas a conciencia y decisión en las manos. Grandes comerciantes eran Manolito la Tienda, en la esquina de la calle la Matea, donde cuatro hombres atendían al público: Manolito, el dueño, y los empleados Teodoro Herce, Paco de Salud y Pepe Narciso.
Enfrente del bar del Parro, aquel comercio de tejidos creado por Manolito la Tienda fue lo que ahora llamarían un semillero de emprendedores, además de un próspero negocio. De allí salieron tres flamantes empresarios del textil. Teodoro heredó en 1970 de la Mecha y ascendió de empleado a copropietario y de ahí pasó a dueño y señor de los paños mayores y menores. Pepe Narciso casó con Blanca, una de las cuatro hijas de Paco Barato, la competencia con tienda en la calle Mayor, creó su propio negocio en Alcolea del Río y más tarde se instaló también en la calle Lora. Animado por un representante, Paco de Salud estuvo tentado de poner tienda propia en la Carrera, pero Teodoro le quitó la idea. Al final, puso tienda en el barrio de la Candelaria de Sevilla, no antes de vivir un extenso periplo profesional en Estepa, Barcelona y Galerías San Sebastián.
Mucha tela tenía la calle Lora. Metros y metros de tela y, como no sería posible pararse en cada uno de los establecimientos que ofrecían sus productos, la siguiente estación debe ser la tienda de Lucas Osuna. Antes, en la esquina de la calle la Huerta estaba la tienda de tejidos de Manolo el Calvo, pero ni duró tanto ni adquirió la prestancia de Manolito la Tienda, Lucas Osuna y Paco Barato. De los tres, sólo Teodoro cerró para dedicarse a otros negocios. Hubo otras tiendas de tela, como la de Justo Pinilla en la calle la Huerta, pero estas tres merecen figurar en las crónicas de la nostalgia.
Luquita Osuna fue un importante agricultor que no quiso el campo para sus cuatro hijos. Por eso creó la tienda de ropa de la calle la Matea, aunque pronto comprendió que donde debía estar era en la calle Lora, esquina con San Sebastián. Aquello sucedió en marzo de 1958 y allí mismo sigue, contra viento y marea. Dónde si no. En la mejor arteria comercial de Fuentes. Los hijos de Lucas eran Pepe, Cristóbal, Luis y Juan. De ellos, los más volcados con la tienda fueron Luis y Juan. Luquita Osuna siguió con sus tierras y sus varias yuntas de mulas allá por la Puerta del Monte.
En el comercio de telas, en Fuentes había que estar donde había que estar y vender barato porque los tiempos, con ser felices, no daban para demasiadas alegrías en un pueblo casi exclusivamente agrícola. El de las telas era un negocio próspero porque entonces apenas había ropa hecha y la poca que había era carísima. Los vestidos, las chaquetas, los pantalones, las sábanas, las toallas, las servilletas y hasta los calzoncillo y bragas había que coserlas. Muy pronto, las niñas empezaban a preparar el ajuar para el día de su boda. Bordaban sábanas, toallas, servilletas... que expondrían poco antes de la boda en un acto social de gran importancia. Las que tenían dinero para hacerlo, claro está.
Hay que volver al recorrido por la tela de la calle Lora que, cuando desembocaba en la calle Mayor, después de echar una partidito en los futbolines, no había más que torcer a la derecha para darse con los escaparates de Paco Barato. Allí, en 1921 Francisco Pérez Avalos había recalado como empleado de un conocido comerciante de Marchena para montar la nueva tienda de la calle Marqués del Nervión, ahora General Armero. Ocurre aquí algo parecido a lo sucedido con Manolito la Tienda y Teodoro Herce. Ocho años después, aquel empleado pasó a ser el nuevo propietario de la tienda y empieza un proceso de expansión importante. En los años 50 abre dos nuevas tiendas, una en la Luisana y otra en Carmona. Al frente de ellas se ponen Rafael y José Pérez García, dos de los hijos de Francisco, ya archiconocido en Fuentes como Paco Barato.
Al fallecer en 1963 el iniciador del negocio familiar, la propiedad de los negocios pasa a la viuda, Rosalía García Rigalt, quedando como encargado en Fuentes su hijo mayor, Francisco, que ya ejercía como tal desde que enfermó su padre años antes. En 1969 inauguran una nueva tienda en Palma del Río con Juan Pérez, al frente de la cual estaba el hijo menor y poco después, la propietaria cede los negocios a sus hijos. La tienda de Fuentes queda en manos de Paco Pérez, que la regenta hasta 1997, año en que se traspasa a su hijo, Jaime Pérez Aliaga, actual propietario. Tres generaciones de comerciantes y ahí sigue. La tela sigue, aunque ahora viene cosida, etiquetada y planchada nada menos que de allende la China. Si Manolito la Tienda levantara la cabeza...
(En la fotografía de portada, tienda de Francisco Pérez Ávalos)