Andaba yo estos días un poco melancólica, cansada tal vez, ante la mentira y los obstáculos que ponen políticos que parecen gobernar a veces desde el rencor. No se puede construir, hacer política pensando solo en los votos, en el poder. Hay que pensar para qué se quiere el poder, escuchar a los demás y reflexionar si ese objeto de deseo por el cual un político trabaja no tiene por qué coincidir con la mayoría o con un grupo de ciudadanas y ciudadanos dispuestos a trabajar por el bien común, un bien común que no pretende alcanzar ningún poder si no es para brindar oportunidades mejores, para abrir puertas cerradas, señalar senderos ocultos por la maleza de la, ser capaz de aceptar que hay que rectificar con humildad dejando la soberbia atrás.
En esas andaba, cuando recibo una llamada de un viejo compañero y amigo que cada año lo hace para felicitarme el cumpleaños y hablar de lo divino y lo humano. Al preguntarme “Qué tal anda Fuentes” le contesto que un poco apática, que no hay mucho compromiso, y él se sorprendió por la fama que antaño tuvo de pueblo reivindicativo y peleón. Me quedé un rato, acabada la conversación, pensando en esto último, cuando pasado, un rato abro la prensa digital y leo una entrevista con Elizabeth Duval, en ella habla de su último libro Melancolía, donde la pensadora invita a dejar de lado la nostalgia por el pasado y desacomplejar a la izquierda, dejar atrás los moralismos.
Vaya, me dije, esto es lo que siento, melancolía y hartazgo. No puede ser, pensé, no podemos abandonar porque nos parezca que nada cambia, que todo era más fácil cuando soñábamos. Por otro lado la juventud de Duval, 22 años, me ilusionó, no todo está perdido, solo hay que salir ahí fuera y observar, unirse a los silenciosos que trabajan sin querer nada a cambio solo sentir la satisfacción del bien común, de la felicidad, la poca o la mucha, que da la libertad, la cultura, el luchar por los derechos, sin melancolía por un pasado que desde nuestra perspectiva fue mejor porque creíamos en una ideología que hoy se evapora porque los tiempos están cambiando y nosotros estamos dentro del castillo sin darnos cuenta de que ya no somos los dueños del feudo porque éste dejó de existir hace tiempo.
No se puede pensar en la política en modo electoral todo el tiempo, sopesando que me reportará en votos o apoyos esta acción o la otra, esto termina por alejarnos de aquella; nos hace creer que todos son iguales, los políticos, y no es así, existen personas que incluso fuera de las organizaciones de partidos, también dentro, trabajan pensando en el bien común y el apoyo mutuo. En estos tiempos de incertidumbre tenemos que entender esto o estaremos desnudas cuando arrecie la tormenta.