Tanto que apenas nos damos cuenta que la vida está pasando delante de nosotros y que sólo somos simples espectadores viéndola correr. Nos hemos acostumbrado a no sentir, a sobrevivir, a dar por hecho que las cosas son de una u otra manera, sin cuestionarnos si podemos hacer algo para cambiarla. La conciencia en la mayoría de la población sobre la necesidad de cuidar el planeta es todavía una gran cuenta pendiente.
Sin embargo, ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, la dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de las ciudades y la sobreestimación de la tecnología, como la inteligencia artificial.
Es necesario revertir de inmediato la dirección de esa marcha y hacerlo a través de cada individuo, a través de nosotros mismos. Ya lo decía Félix Rodríguez de la Fuente: "La catedral de León o las pirámides de Egipto las podemos destruir cuando queramos, todo es cuestión de dinamita. Y reconstruirlas, cuestión de tiempo. Pero cuando desaparece una sola especie animal, la hemos perdido para siempre porque crear sólo Dios puede hacerlo".
Los avisos que nos manda el planeta son cada vez menos amables, más subidos de tono: mega incendios como el de Sierra Bermeja en Málaga, inundaciones, olas de frío y de calor extremas, pandemias como la covid 19, volcanes activos y enfadados como el de La Palma, ciclones como Bernard que también hemos sufrido.
Tanto es así, que incluso quienes se mostraban hasta hace poco indiferentes a la crisis medioambiental y climática que estamos atravesando, convienen ahora en que tal vez sí. Tal vez convenga parar un poco y atender a lo que está pasando. Y lo que está pasando es que nos estamos tendiendo una emboscada a nosotros mismos como ninguna otra especie lo ha hecho jamás.
Como señaló Stephen Hawking, máximo conocedor del universo y del funcionamiento de nuestro planeta, "la actividad humana está alterando de manera tan severa el sistema climático, que podría cambiar para siempre las condiciones que hacen posible nuestra vida en la Tierra". Y tal vez sea eso lo que esté empezando a ocurrir. ¿Estamos leyendo correctamente los mensajes que nos manda el planeta o seguimos creyendo en nuestra invulnerabilidad?
"Ninguna especie ha acelerado jamás su propia extinción como lo está haciendo el ser humano". Hemos roto todos los equilibrios que manteníamos con la naturaleza. Los seres humanos y la naturaleza somos parte de un sistema interconectado. Ella nos proporciona alimento, medicina, agua, aire limpio y muchos otros beneficios, pero debemos respetar el equilibrio de los ecosistemas para no sobrepasar sus límites y enfrentarnos a ella, pues las consecuencias serán cada vez más negativas.
Debemos hacer las paces con la naturaleza porque ella siempre nos ganará el pulso. Garantizar su salud y aprovechar los beneficios que nos aporta, tan esenciales como infravalorados. Es fundamental para construir entre todos un futuro próspero y sostenible para todos.
Ante todas estas afirmaciones emitidas desde diferentes ámbitos y por personalidades tan acreditadas, la duda que surge es si estaremos leyendo correctamente los mensajes que nos manda el planeta o si, por el contrario, persistiremos en la idea de nuestra invulnerabilidad. De ser así, estaremos siendo los únicos responsables de la grave situación de riesgo a la que nos enfrentamos como especie.
Como afirmó el naturalista y divulgador ambiental David Attenborough en la última cumbre del clima, "debemos ser conscientes de lo que hemos hecho, reconocer nuestro error y pasar a la acción asumiendo la responsabilidad que tenemos. Si nos decidimos a actuar todos juntos y ahora, todavía estamos a tiempo de evitar la catástrofe. Pero debe ser ahora: mañana tal vez sea demasiado tarde".