- “Mira, Manolito, el misterio de los Reyes Magos tiene muchas cosas que no acabo de entender. Dicen que vienen de oriente, pero yo los he visto salir este sábado desde la cooperativa de Fuentes. Que vienen en camellos, pero montan en carrozas enganchadas a cinco tractores de la cooperativa. Todo el año diciendo que vienen el día seis de enero, pero como anunciaban agua, el día cuatro ya estaban dando vueltas por todo Fuentes. Además, al parecer, Melchor, Gaspar y Baltasar tienen súper poderes, pero ahí la que manda de verdad es la Tita -dicen que trabaja en el ayuntamiento- que yo la vi dando órdenes a los reyes, a los pajes y hasta a los barrenderos que iban detrás limpiando las calles”.

- “Eso digo yo también. Mi pae es mayete y socio de la cooperativa y dice que en Fuentes todo lo que hay viene del campo. Que, sin el campo, ni el súper Carmela, ni el Laure, ni el piso alquilado en Sevilla, ni tractores, ni toyotas. Vamos, que, sin el campo, en Fuentes, ni balones, ni caramelos, ni picapica, ni bolsas de papas fritas El Cochero. Será por eso que los Reyes Magos vienen de la cooperativa en lo alto de carrozas, que parece que van a quedarse dando vueltas por Fuentes hasta que llegue el día de la romería. A mí eso de los tractores en vez de camellos me parece sospechoso. Que los Reyes Magos montén en camellos será en Sevilla, donde no tienen ni cooperativa, ni tractores, ni mayetes, ni na de na”.

Por primera vez, los Reyes Magos cambian de día rehuyendo una lluvia que al final no llega. Manolito, como hijo de mayete, lo comprende porque el campo necesita que llueva, aunque tenga que ser precisamente el día de Reyes. Todo viene del campo. Por eso en la cabalgata iban cinco tractores conducidos por el Juanma, el Francis de Antonio Márquez, el Francis del Donadío y los dos Emilios, padre e hijo. Lo que Manolito lleva peor no es el cambio de fecha de los Reyes, sino que mañana deba volver al cole. Se acabaron las vacaciones escolares y la cadena de festivos y, con ellas, la sucesión de sentimientos extraordinarios concentrados en el periodo que va del 22 de diciembre al 6 de enero, dos fechas que van de la quimera adulta de hacerse rico con la lotería al sueño infantil según el cual, el mundo es un lugar maravilloso en el que cualquier deseo puede hacerse realidad mediante una carta enviada a los tres Reyes Magos de oriente.

Entre el 22 de diciembre y el 6 de enero se ve claramente que la niñez no entiende de horas, días, meses o años. El tiempo infantil adopta desde la antigüedad dos únicas formas: diversión u obligación, también conocidas ahora como vacaciones y escuela. No siempre ha sido así. En los tiempos en los que en casa todas las manos eran pocas, apenas existían para los niños y niñas las fronteras entre la diversión y la obligación. Trabajo, escuela y, cuando era posible, algún efímero juego. La diversión infantil duraba lo mismo que un suspiro, todo lo contrario que la escuela -cuando por fin la hubo- y el trabajo. Por eso proliferaban en aquellos tiempos sobre todo los niños-hombres y las niñas-mujeres, en tanto que ahora proliferan mucho más los hombres-niños.

Los Reyes Magos eran en realidad Reyes Magros por lo poco espléndidos que se mostraban, especialmente con los que vivían en las casas más modestas de Fuentes, aunque en sus balcones también hubiera espuertas con paja y cebada para dar de comer a los camellos. Eran tiempos de ingratos recuerdos, aunque ahora haya insolentes que se atreven a decir que fueron mejores. Hubo entonces en Fuentes unos Reyes a caballo, experimento de tan escaso éxito que nadie se atrevió a repetir. Atrás quedan las vacaciones, con sus horas de juego y diversión. Por delante, el segundo trimestre escolar, plagado de evaluaciones, aunque también de las metas volante del carnaval, la semana santa y la romería. No está mal servido de fiestas y celebraciones el almanaque, palabra que viene del árabe clásico “al-manãkh” y que servía para designar las paradas que hacían las caravanas.

Aquellos niños-hombres y niñas-mujeres de breves infancias son hoy hombres y mujeres, así a secas, capaces de mirar al pasado con cierta nostalgia porque la felicidad es un don que hasta ahora nadie ha sido capaz de arrebatarle a la infancia, aunque fuesen los Reyes Magos de entonces menos generosos que los de ahora. Hasta es posible que la felicidad de los niños -mire usted por dónde- no se mida tanto por la abundancia de regalos como por su capacidad de soñar con ellos. Y en cuestión de sueños, a aquellos niños de entonces no les ganaba nadie. Frente al sueño y la magia del seis de enero, este pasado sábado de Reyes se ha vuelto a repetir la imagen de padres siguiendo las carrozas acumulando en bolsas gigantes diez o doce balones, kilos y kilos de caramelos, decenas y decenas de muñecos… Lo que nadie ha dicho es que vio a uno por la Carrera cargando al hombro para sus hijos un saco lleno hasta arriba de lindos sueños.