Observo una hilera de hormigas. Incansables en su caminar, se cruzan con otras hormigas, se saludan desde mi punto de vista humano y siguen su camino. No hay agresividad en ellas, no hay atisbo de impedir el paso a donde quiera que se dirijan. Al llegar al hormiguero cada una sabe qué hacer para que todas vivan. Ellas saben, la naturaleza sabe, que es su forma de sobrevivir en el planeta.
Junto a las hormigas viven unos seres a los que son ajenas, que las pueden pisar, envenenar, destruir su hormiguero. Para ellas son fuerzas tan enormes, extrañas, que están fuera de su comprensión. Solo saben que una y otra vez, cada vez que una fuerza destructiva fuera de control las destruye, salen a caminar en hilares en busca de alimento y protección para el hormiguero. Hay millones de hormigas y no van a desaparecer.
Los humanos, sí podemos desaparecer, estamos trabajando para ello. Nos creemos fuertes, lo somos, inteligentes, lo somos, pero ¿sabemos trabajar para y por la comunidad? ¿Sabemos ser solidarios para protegernos? ¿Sabemos cuidarnos? Cuando un número apenas significativo es capaz de exterminar a un pueblo como Gaza sin que los demás hagamos nada para impedirlo estamos firmando el fin de la humanidad. Si un pueblo estorba, se le elimina y problema resuelto. Como se elimina un hormiguero, pero ¡cuidado! las hormigas saben cooperar, ayudar a su especie, llevan millones de años haciéndolo, igual que nosotros lo hacíamos mientras dormíamos al calor y seguridad del fuego de la cueva.
Cuando observo a la izquierda que solo piensa en llenar las urnas de votos de su partido, erigiéndose en la poseedora de la verdad y la ética, sin bajar a la calle, al pueblo, pienso qué malos tiempos corren. Solo si cambiásemos nuestras mentes, nuestras vidas podríamos salvarnos, caminar tranquilas y tranquilos y saludarnos al cruzarnos con nuestros iguales en especies, sin miedos, sin egoísmos mal entendidos que nos lleven a acarrear todo el trigo dejando la era vacía para los que viene detrás.
El tiempo que se aproxima nos invita a ser hormigas colaborativas, solidarias y sobreviviendo una y otra vez, aunque fuerzas extrañas, que no desconocidas (extractivismo, racismo, consumismo para favorecer a unos pocos, violencia, patriarcado en definitiva) nos quieren destruir. Solo nos queda estar unidas, cuidarnos y practicar el apoyo mutuo. ¿Acaso no es lo que hacen los pueblos como Chiapas, los pueblos del Cauca, Cochabamba, las mujeres kurdas o los pueblos palestino y saharauis?