En la tribu del Caiman
una gitana, ya vieja,
de mal nombre Candileja
criaba un pavo bacán.
El bicho como un sultán,
a cuerpo de rey vivía
y la gitana decía
¡Tié porte de capitán!
Es mi pavito Lusero,
mi consuelo y mi alegría,
tiene la cresta partía
la cola como un plumero.
A la vieja camelaba
el pavo durante el día,
mientras la vieja dormía,
el pavo pela la pava.
Había una pelandusca
tres corrales más abajo
que le toca el contrabajo
y le baila la mazurca.
Con el lucero del alba,
el lucerito volvía
y en el corral se metía
como si fuera una malva.
Mas con tanto ir y venir
por esos malos caminos,
a las trampas del destino
acabó por sucumbir.
Una noche de tormenta,
bajo un cielo encapotao
un payo que iba entrompao
pisa el pavo y lo revienta.
¡Ay dios, la que sa liao,
dice el payo burrisiego,
yo pensé que era un borrego
y era un pavo desplumao.
A la mañana siguiente,
cuando la gitana vieja,
pa llenarle la molleja,
llama al pavo ¡Ay, San Clemente!
Se encuentra con el fiambre
brutalmente espachurarro
y al ver su pavo trufao,
allí le pega un calambre.
Que le deja agarrotaos
los pelos de las orejas,
pronto las gitanas viejas
le preguntan qué ha pasao.
Ay, ay, que me lo han matao
a mi pavito Lusero,
no había en el mundo entero
pavito más resalao.
Ay, ay, que me lo han matao
corean los churumbeles
y las gitanas, laureles
le cuelgan al resalao.
Ay, ay, que me lo han matao,
venga la alegre tropilla,
pa comerle la babilla,
de ratones coloraos.
Ay , ay que me lo han matao,
traiga la diosa Cibeles
su carro con cascabeles
pa enterrar al desdichao.