Si IKEA trajo la república a nuestras casas, Carrefour va a traer la libreta de abastecimiento comunista. El CEO de la gran empresa de distribución y comercialización en hipermercados, de capital francés, lo vio a la primera, una vicepresidenta tercera y un ministro del Gobierno de España con competencias en consumo le han puesto una alfombra roja, militan en el PCE, para erigirse en una especie de Cáritas aconfesional.
Decenios de movimiento ecologista, de ecología política, en defensa de la vida y el comercio en los pueblos y ciudades, montones de programas electorales de la izquierda, incluida IU, contra la gentrificación, la destrucción de la vida comercial de los centros históricos y los núcleos urbanos consolidados, contra las prácticas oligopólicas de grandes distribuidoras que imponen precio de compra y precio de venta, contra los modelos de comercio y consumo que obligan, sin capacidad electiva de las y los consumidores, a coger el coche y hacer kilómetros para comprar lo necesario y, de paso, lo innecesario, y de repente se descubre que Carrefour es la solución para la revolución.
Sindicatos como CCOO poseen serios estudios en los que se demuestra que los hipermercados han destruido tres empleos por cada empleo precario que han creado. El ecologismo sabe de la insensatez ecosistémica de la ocupación del territorio agrario o natural circundante a las ciudades y pueblos para crear enormes superficies comerciales que funcionan como catedrales del consumismo. La economía sabe que el sector de la distribución alimentaria y productos de gran consumo funciona en régimen de oligopolio, puede imponer el precio de compra a proveedores y el precio de venta a consumidores. Las organizaciones agrarias saben que los grandes márgenes comerciales de los productos del campo, superiores a veces al quinientos o mil por cien, son consecuencia de posiciones dominantes de mercado.
Dos ministerios del Gobierno de España han tenido la ocurrencia de pedir por favor ayuda a Carrefour, Mercadona, Lidl, Consum, Alcampo, El Corte Inglés, DIA, Aldi, Covalco, GM Food, Covirán, grandes de la distribución, para paliar los efectos de la profunda crisis inflacionista, que irá a más a consecuencia de un factor de fondo y un catalizador, la crisis de raíz socioecológica del capitalismo, en su choque con los límites planetarios, y la guerra de Ucrania.
Mientras se daban reacciones airadas de la derecha, del PSOE y del empresariado por razones distintas, el CEO de Carrefour se anticipó y ofreció al ministerio un paquete de 30 productos básicos domésticos por 30 euros. Detrás podrán llegar el resto de grandes distribuidoras en una apariencia de competencia a la baja. Finalmente pagarán los pequeños y medianos productores y proveedores asentados en los distintos territorios a los que les apretarán bien las tuercas para tirar sus precios al suelo y estos, a su vez, apretarán sobre salarios y condiciones laborales.
La práctica de la bajada temeraria de algún precio en la línea de supermercado es conocida. Bajan el pan o los pañales con el fin de que la clientela llegue a por ellos, compre todo lo demás y quede fidelizada. Lo mismo pero con el marchamo del gobierno y el plus de solidaridad es el fondo de esta ocurrencia. Como cuando la comunidad de Madrid entregó a El Corte Inglés la vacunación del Covid. A Carrefour le ha salido la mejor campaña de publicidad gratuita de su historia. El comercio de proximidad queda ojiplático pagando la factura eléctrica, la hipoteca o el alquiler y los impuestos con menos ventas.
Para luchar contra la escalada inflacionista de precios hay que ir a las causas, afrontar el problema de la dependencia y el exceso de consumo energético, acabar con el mercado marginalista que sigue produciendo beneficios caídos del cielo, montar una empresa de titularidad estatal para la producción y comercialización de la energía. Promover, dentro y fuera del gobierno, que la UE se salga del marco belicista de la OTAN que ha impuesto los intereses de un puñado de capitalistas de las armas y los combustibles fósiles.
Las recetas para reequilibrar la desigualdad social, compensar y frenar el daño ecológico, y sobre la producción y el comercio de proximidad, que provocan los grandes hipermercados, son la fiscalidad sobre los grandes beneficios y la fiscalizad ecológica por externalidades ambientales y sobre el tejido empresarial de pueblos y ciudades. Lo primero compete al gobierno del estado, lo segundo a las comunidades autónomas, que bien podrían beneficiarse de una ley marco para la fiscalidad ecológica sobre las grandes superficies comerciales. Además, si queremos comunismo del de verdad, una empresa pública de distribución alimentaria que compita con las privadas, tense los presos a la baja y fomente la producción y consumo agroecológico, o el fomento del cooperativismo de productores para que juntos se hagan fuertes en la distribución.
Una ocurrencia así viene a decir lo mismo que cuando se nos decía que privatizando todo el sector bancario, todo el sector energético, todo el sector de la telefonía, todo el sector del agua, de los transportes públicos, de los cuidados, de los residuos o la jardinería, la competencia entre empresas haría que bajasen los precios. No ha ocurrido nunca. Al contrario. Como no ocurrirá que la salud privada o la educación privada actúen por interés colectivo o bondad hacia el prójimo. IU/PCE pactó en su programa de gobierno con el PSOE en Andalucía, año 2012, un impuesto ecológico a las grandes superficies comerciales que no se llegó a implantar porque el PSOE, si no se le aprieta en serio, nunca cumple lo que pacta por la izquierda. Defendí ese impuesto en un texto de 2013 con el título Grandes superficies comerciales, un daño impagable.
Políticamente, la revolución de la canasta básica del Carrefour, El Corte Inglés, Mercadona o Eroski, funciona como una cortina de humo para tenernos entretenidos y que olvidemos que hay que derogar la ley mordaza, promulgar ya una ley de vivienda que garantice el derecho constitucional, y pelear unos presupuestos expansivos antibelicistas y con fiscalizad justa. Pareciera que hay ministerios que se diferencian del PSOE y marcan perfil propio, pero en realidad, voluntaria o involuntariamente, ocultan esas cuestiones de fondo. Que nos regale el pan Carrefour no servirá de nada, porque nos va a llover a la intemperie uranio radiactivo en medio de huracanes, olas de calor, escasez y alza exorbitante de precios, en una economía que tenga "uberizado" hasta el sector alimentario. Caritas/Carrefour nos señala el suelo para que no miremos arriba, mientras el asteroide entra en la atracción gravitacional del planeta. Hay que decirlo.