El periodismo es porcentualmente la profesión que tiene más trabajadores en paro, la que tiene más falsos autónomos y la que tiene más profesionales que trabajan gratis. La pandemia ha agravado aún más la extrema precariedad y debilidad del periodismo. En este tiempo, todos los medios de comunicación privados han aplicado, en el mejor de los casos, un ERTE. Y la mayoría de ellos está aprovechando la coyuntura para aligerar plantillas con prejubilaciones acordadas, que son prejubilaciones forzosas o despidos encubiertos. En ejemplo: solo en los últimos meses, un grupo editorial andaluz inmerso en un ERTE ha puesto en la calle a más de 70 trabajadores.
Otro dato: en Sevilla tenemos cuatro facultades de Periodismo. Una barbaridad. Entre las cuatro, cada año suman alrededor de seiscientos graduados, seiscientos nuevos periodistas. ¿Saben cuántos contratos indefinidos han conseguido en los últimos años en medios de comunicación convencionales, públicos o privados? Ninguno.

Lo poco que hay son contratos temporales, incluso de un solo día, y en muchos casos en condiciones indignas. O las cada vez más habituales ofertas de trabaja gratis a cambio de tener visibilidad, algo que, por la situación en la que viven, muchos compañeros y compañeras se ven obligados a aceptar. Así difícilmente se paga el alquiler de un piso o una hipoteca, la luz, el agua, la comida, un test de antígenos o una mascarilla.

En este contexto, la recién aprobada reforma laboral puede ser muy buena o muy mala para nuestro oficio. Muy buena si las empresas periodísticas optan por hacer indefinidos los contratos temporales. Muy mala si la opción es eliminar contratos temporales y pasar a los compañeros a falsos autónomos o al trabajo gratis. Mucho nos tememos que, por los precedentes, ocurra esto último. Eso sí, que el salario mínimo suba hasta mil euros es una buena noticia para periodistas que hoy están por debajo de esa cantidad.

Ojo, que de lo dicho nadie deduzca que la APS está en contra de las empresas periodísticas. En absoluto. La APS defenderá siempre a las buenas empresas periodísticas, y se sentirá orgullosa de ellas. Nuestra postura es la misma que con los periodistas. La APS defiende a los buenos periodistas y al buen periodismo, y repudia a los malos periodistas y al mal periodismo. Pues lo mismo, con las empresas. Queremos empresas, empresarios de la comunicación y editores que crean en los valores del buen periodismo, que defiendan la información veraz y honesta, y que no estén al servicio de intereses ajenos, o de los poderes políticos y económicos. Queremos que estén al servicio de los ciudadanos. Lógicamente, para existir, tienen que ganar dinero, pero no a cualquier precio. La solución no es echar a buenos periodistas y sustituirlos por becarios o por mano de obra gratis. Eso, nunca. Las empresas tienen que convencerse de que emplear el dinero en buenos periodistas y en buen periodismo no es un gasto, sino una inversión para asegurar su existencia y su razón de ser.

A propósito de malas prácticas de empresas periodísticas, la APS plantea a todas las administraciones públicas unas peticiones muy concretas:
- Que no pongan publicidad ni den ayudas ni subvenciones a un medio de comunicación si saben que el dinero es para despedir a trabajadores. SI a las ayudas transparentes para hacer buen periodismo y crear o salvar empleo. NO si son para destruirlo.
- Por ello, y por la posible compra de voluntades encubiertas, pedimos a las administraciones públicas que den a conocer siempre el dinero que invierten en cada grupo periodístico. Cuánto, cómo, por qué y para qué. La ley de Transparencia les obliga, sin necesidad de esperar a sentencias judiciales.
- Igualmente le decimos a las administraciones que una cosa es la publicidad institucional y otra muy distinta la propaganda manipulada, que moralmente es intolerable y que los medios deberían rechazar.
- A las administraciones públicas, en este caso al Gobierno andaluz y al Ayuntamiento de Sevilla, le pedimos que en su Relación de Puestos de Trabajo incluyan de una vez la categoría profesional de periodista o de técnico de comunicación. El Gobierno andaluz lo tiene firmado desde 2013, pero jamás lo ha cumplido. Ni los anteriores gobiernos, ni el actual. Andalucía es la única administración autonómica en la que los periodistas no podemos concurrir a unas oposiciones públicas.
- También les pedimos que las Consejerías y las empresas públicas no hagan convocatorias que fomentan los falsos autónomos y la precariedad o en las que dicen que no es necesario ser periodista para ocupar una plaza de periodista. Y ponemos especial énfasis en esto porque, en estos momentos, en la mayoría de las provincias, hay más periodistas trabajando en gabinetes de comunicación públicos o privados que en medios periodísticos convencionales. Hoy en día, nuestras salidas profesionales están más en la comunicación y en la enseñanza que en la información pura.

Esta situación económica y laboral lleva a una muy peligrosa perdida de la calidad del periodismo. Las redacciones están vacías y descapitalizadas, los más veteranos y expertos van a la calle, las nuevas generaciones se quedan sin referentes de quienes aprender, llegan becarios y mano de obra gratis para cortar y pegar textos y nos quedamos con el teletrabajo en pijama. La calidad del producto no importa.

Chaves Nogales decía que el periodismo es “andar y contar”, y “describir fielmente los hechos”. Actualmente, en la mayoría de los casos, ni andamos ni contamos. Hoy lo de ir, ver, oír, preguntar, repreguntar, investigar, contrastar, contextualizar, pensar y luego contar de manera veraz es, para desgracia del periodismo y de la sociedad, una práctica poco habitual. Para colmo, cuando vamos a un sitio, generalmente cuando vamos a donde el poder, a veces no nos dejan ni preguntar ni repreguntar, y, a pesar de ello, nosotros, en vez de levantarnos e irnos, contamos lo que nos han dicho o vendido, sabiendo que, en muchos casos son propaganda, mentiras o bulos, y que no son hechos veraces.

Les pongo tres historias del momento: el debate de la reforma laboral, la situación de la sanidad en Andalucía y la crisis en el Partido Popular. Estos tres temas mediáticos y de enorme repercusión social son un claro ejemplo del periodismo de trinchera partidario dirigido desde fuera del periodismo. Que cada periodista y que cada medio de comunicación reflexione sobre lo que están contando y sobre lo que están callando; sobre si lo que cuentan es información veraz o si lo que cuentan, y a sabiendas, es propaganda y mentira, y se han aliado con ella. Esta reflexión es especial en el caso de los medios públicos, porque están financiados con el dinero de todos. Reflexionemos y, con honestidad, saquemos conclusiones, y que la sociedad también las saque.

La mentira siempre ha existido, existe y existirá, pero, hoy en día, la mentira es una epidemia en la información y en la comunicación, y no solo en las redes sociales. Estamos en la era de la mentira, de una mentira más rápida, más universal y con mayor capacidad de difusión que nunca. La mentira en la información es una epidemia que no mata, pero que daña gravemente el pensamiento de la ciudadanía. Un periodista, sea cual sea su situación, jamás puede mentir. Se puede equivocar, y pedir perdón, pero no mentir.

Un periodista no puede sucumbir a la mentira, ni a los bulos ni a la propaganda. Un periodista no puede crear mentiras, ni ser cómplice o difusor de ellas. Por encima de todo está la honestidad, la decencia y la dignidad del periodista. Es más, no podemos limitarnos a contar la verdad, tenemos que ir más allá y denunciar la mentira. Tenemos que escapar del falso e interesado ruido mediático, y, por supuesto, jamás ser ventiladores o amplificadores de ese ruido.

La información veraz es la base de una democracia, es el poder de la ciudadanía, y no puede ser que el poder político y económico sean los dueños de la información, ni que el poder editorial esté al servicio del poder político o económico. No puede ser. El poder de la información tiene que estar siempre al servicio de los gobernados y no de los gobernantes.

Termino con un compromiso firme: la Asociación de la Prensa de Sevilla nunca se va a rendir. Pese a quien pese, vamos a seguir luchando por un periodismo libre y honesto, y por una información veraz, Estos son los valores que queremos inculcar a los nuevos y a los futuros periodistas que solo ven un panorama muy negro. A ellos, un mensaje real de esperanza. Si quieren ser buenos periodistas, adelante, siempre adelante. Tienen presente y futuro. Venceremos. El buen periodismo es y será siempre esencial para que una sociedad piense y sea libre.