El lunes 25 de mayo de 1908, a las siete y media de la mañana, un vehículo con varios pasajeros salió desde Sevilla hacía Córdoba para presenciar allí una corrida de toros. Los excursionistas llegaron muy contentos a Carmona, sobre las nueve y media de la mañana, donde se detuvieron unos minutos. A las once y cuarto llegaron a Fuentes de Andalucía, donde se tomaron un vino del pueblo. Salieron rápido del pueblo, y a unos siete kilómetros de Fuentes de Andalucía, entrando en un trozo de camino accidentado de la carretera N-IV, que se denomina Molino del Pino. En este trayecto el marqués de la Granja, uno de los ocupantes del coche y propietario, acentuó la velocidad para llegar a Écija a hora de almorzar.
Fue entonces cuando, yendo a 40 kilómetros por hora, entre los kilómetros 480 y 481 de la carretera N-IV, se rompió el neumático del juego trasero y, al quedar completamente deshecha la rueda del juego izquierdo, gravitó sobre aquel lado todo el peso del automóvil y dio tres cuartos de vuelta poniéndose el “carruaje” por montera a los que lo ocupaban. No pudo el que conducía moderar el ímpetu del “carruaje” para virar útilmente, cayendo el automóvil por un terraplén de no mucha altura, pero de forma en que el vehículo volcó y atrapó debajo a los viajeros, excepto al coronel Antonio Reina Maldonado (jefe del primer depósito de sementales de Jerez) que por efecto de la sacudida fue lanzado a gran distancia igual que el conductor.
El momento después del vuelco tuvo que ser angustiosísimo. El motor del coche seguía funcionando. El conductor y otro ocupante del vehículo gritaban anunciando una explosión y ni a costa de los mayores esfuerzos podían moverse. Cerca pasó un chiquillo, un pastor de cabras, que intentó mover el coche sin conseguirlo. Corrió el muchacho, avisando a unos cabreros, vecinos del pueblo de Fuentes de Andalucía, que por allí cerca apacentaban reses. Los cabreros, los cuales eran cinco, lograron levantar el coche. El espectáculo que se presentó a sus ojos no era para describirlo.
El marqués de las Cuevas, otro de los ocupantes del coche, yacía muerto, presentando un aspecto horrible. A su lado los heridos lanzaban agudos lamentos. Mientras el coronel Reina, otro de los ocupantes, que luego pudo apreciarse estaba ileso, permanecía inmóvil y sin conocimiento. Corriendo, el muchacho se dirigió a Fuentes de Andalucía y avisó al alcalde, Francisco Javier de la Escalera, que de inmediato acudió al lugar del suceso acompañado del secretario del ayuntamiento Juan Rodríguez Leito, el juez de Fuentes, José María Conde Herce, el secretario del juzgado Manuel Sillero y los médicos locales Juan Mazuelos, José Anaya y Rafael Herce con cuatro carruajes.
Al llegar al Molino del Pino, se recogió el cadáver del marqués de las Cuevas, que fue colocado en uno de los carruajes. Al marqués de Marchelina se le subió a otro coche con los tres médicos, que cuidaban de amenguar las grandes molestias que le producía la fractura de la pierna. Las demás víctimas se colocaron en los restantes “carruajes” y se emprendió el camino para Fuentes de Andalucía, donde llegó la comitiva a las tres de la tarde. El alcalde de Fuentes preparó en una habitación baja de su casa, en la calle Marques de Nervión (popularmente conocida en Fuentes como calle Mayor), una capilla ardiente en la que se colocó el cadáver.
Otra habitación distante se habilito para el marqués de Marchelina. Los médicos nombrados le practicaron la primera cura, apreciándole la fractura del fémur derecho por su tercio inferior, que soporto muy animoso los dolores. Los médicos reconocieron el cadáver del marqués de las Cuevas e indicaron que suponían que la muerte debió de ser instantánea por efecto de la rotura de la base del cráneo.
La estación telegráfica de Fuentes de Andalucía, que es de servicio limitado, recibido orden del gobernador de establecer el servicio permanentemente. El oficial de Telégrafos de la estación, Juan Trujillo, “merece plácemes por lo aceradamente que ha llevado el servicio”, según los periodistas que vinieron a Fuentes de Andalucía.
Además de la noticia que el alcalde de Fuentes de Andalucía telegrafió al gobernador civil referente a la desgracia ocurrida, mandó otro telegrama del mismo origen a Sebastián Panadero, amigo íntimo del marqués de las Cuevas del Becerro, encargándoles, en nombre de los otros compañeros de expedición, que comunicase a la familia, con las reservas que el caso requería, la infausta noticia. También encargó que se pusiera en camino el administrador del marqués de la Granja, acompañado de médico y botiquín.
Cuentan que la marquesa de las Cuevas del Becerro paseaba en carruaje por las Delicias en Sevilla, cuando se tuvo conocimiento de la desgracia de su esposo. Regresó a su domicilio y le dieron cuenta de lo ocurrido en el accidente, ocultándole la magnitud de la catástrofe. La marquesa se obstinó en marchar a reunirse con su esposo en Fuentes de Andalucía, partiendo en automóvil, escoltada por el doctor Raúl Noel y por el médico del regimiento de Villaviciosa Francisco Gaznarez. Pero el gobernador civil telegrafió a Alcalá de Guadaíra para que los acompañantes de la marquesa hacieran lo posible para obligarla a retroceder y evitar que en el camino se cruce con los heridos, de los que se supo habían salido con dirección a Sevilla.
A las once de la noche llegaban a Fuentes de Andalucía, en tren especial, varios amigos del marqués de las Cuevas y de la Granja, acompañados de un médico, proponiéndose regresar a Sevilla de madrugada con el cadáver y los heridos.
Los comentarios de los vecinos de Fuentes de Andalucía elogiaron la conducta del alcalde por las acertadas disposiciones que había adoptado, disponiendo lo necesario para la asistencia de los heridos y para que el cadáver fuese expuesto en capilla ardiente en el ayuntamiento del pueblo.
A las cinco y veinte de la mañana llegaba a Sevilla el tren especial conduciendo a los automovilistas y el cadáver del marqués de las Cuevas. En el andén esperaban muchos amigos y la ambulancia de la Cruz Roja, con los doctores Sánchez y Mensurado, y dos camillas. También esperaban dos oficiales y varios soldados de Villaviciosa con una camilla.
El cadáver del marqués de Cuevas, fue transportado en un ataúd construido en Fuentes de Andalucía, colocado en el furgón. Y acomodado en una cama de hierro, iba el marqués de Marchelina.
Primeramente, sacaron el féretro que en un carro fúnebre fue llevado al domicilio del finado, donde se instaló la capilla ardiente. Después, con grandes precauciones, fue sacada del furgón la cama en que reposaba el herido y conducido al cuartel de Villaviciosa.
En la actualidad, en dicho kilómetro del accidente, se encuentra una gran cruz de piedra, recordando tal fatalidad y conocido este lugar como «La Cruz del Marqué».