Comencé a viajar a Marruecos hace treinta y tantos años. Lo primero que me llamó la atención, además de la pobreza, fue lo sucio que estaba todo, la ausencia de papeleras en calles polvorientas, lo descascarillado que estaba todo. Recordé las calles sin asfaltar de mi infancia, la suciedad que formaba parte del paisaje del barrio obrero en el que crecí. También recordé la falta de libertad, la represión, el machismo estructural, el poder de la religión, el control social. Afortunadamente, Marruecos mejora poco a poco. Hoy esas calles de mi barrio, ahora impolutas, se llenan de lenguas y colores morenos venidos de mil sitios. Ya no somos decadentes, la democracia que hubo que arrancarle a la dictadura ha triunfado. La basura, la física y la otra, ya no se acumula por todas partes. El trabajo duro, la libertad y la lejía han obrado milagros.

Europa, que hasta entonces acababa en los Pirineos, abrió sus puertas a regañadientes a los que consideraba norteafricanos feos y renegridos, españoles, portugueses y griegos. Los sureños evolucionamos, acabando con el atraso social y cultural que arrastrábamos desde hacía demasiado tiempo. Europa nos echó un cable, nos “blanqueó la piel” y pagó carreteras y líneas ferroviarias de alta velocidad. Triunfamos en muchos aspectos, ya no nos parecemos a quienes fuimos. Ya no somos parias, ahora la etiqueta se la hemos colocado a los que son hoy como fuimos ayer. Los tratamos como nos trataron.

Ahora se está expandiendo un nuevo virus que afecta a la memoria. Por eso salen de sus tumbas, del basurero de la historia, los fantasmas del pasado más cruel en un continente que llegó a ser sabio por anciano y pacifista por escarmentado. “Spain is not different”, aquí también se sufre la amnesia colectiva, no recordamos nuestros orígenes, ni el hambre, ni los sabañones, ni la falta de atención médica, ni el analfabetismo, ni la maleta de madera. Hemos olvidado la miseria de la que procedemos. Todos somos ricos o al menos de clase media acomodada en sofás de IKEA.

Ahora una nueva generación de niñatos malcriados, caprichosos y machirulos, expertos en tik-tok, se va incorporando a la ciudadanía. En su burbuja, a salvo de cualquier crítica, sólo escuchan lo que mejor les viene, la realidad que les da la razón. Se abre paso uniéndose a la caspa tradicional europea, racista, supremacista y garrula. Ya no queda nada de la Europa de vanguardia que marcaba el paso, que lideraba los movimientos sociales. Ahora pugna en estupidez autodestructiva con Estados Unidos. Es cierto que aún somos los primeros en derechos, en bienestar, en sanidad y educación públicas ¿Cuánto tiempo durará esto?

La nueva ola es un tsunami que acabará con todo poco a poco. La rana está en la cazuela, la temperatura sigue subiendo y a muchos responsables, servidores de lo público, les parece que el agua está tibia, que esto es normal. Mientras sube la temperatura se va justificando, se va perfumando el hedor putrefacto de la basura y la miseria ética. No hay lejía para tanta mugre. Europa se llena de aguas fecales desde los cimientos con mentiras de calibre grueso que son bebidas por un pueblo anestesiado por el consumo y el afán de ser admirado por no haber hecho nada.

La intolerancia autoritaria ya no marca con un símbolo a nadie en el pecho, pero sigue inventando cuentos que insultan la inteligencia de cualquier ente pensante y justifica la basura mental de más de uno, de más de muchos. Hacen pasar la barbarie por razonable, por inevitable. Es la ley de la oferta y la oferta, da igual la demanda, lo importante es que sea fácil de digerir y barato, (low cost lo llaman los horteras). Conseguirán que tengamos una democracia de bajo coste, barata pero con envoltorio brillante. Pide por esa boquita que te venderé lo que no necesitas para te sientas extraordinario, pese a ser un cortito con ínfulas. Los acomplejados tienden a creerse superiores en su estupidez. En cuanto el encantador hace sonar la flauta salen de la cesta de mimbre lombrices de tierra que se creen cobras con lengua bífida.

La brigada de limpieza de la izquierda está muy preocupada decidiendo si nos persiguen galgos o podencos. Muy pendientes de la pureza ideológica, de quién lidera el combate, de quién se hace con el relato. Empeñados en dividirse y subdividirse en células tan minúsculas como su visión de conjunto, lo que más les preocupa es el Frente Judaico Popular. ¿O era el Frente Popular de Judea?

Cuando nos ahoguemos en la inmundicia y nadie recuerde que una vez hubo hierba y aire puro, muchos pensaran que les engañaron, que no eran conscientes de lo que podría pasar pero ya será tarde. No recordarán que esto ya había pasado antes. Para entonces ya habremos acabado con la democracia, con el estado de derecho entre vítores, con un sonoro aplauso. Igual también habremos acabado con el planeta de una vez por todas. Ahogados, ahogados en plásticos, ahogados en nuestra basura.