Anoche, después de muchos años, volví a ver “Julia”, película de 1977 dirigida por Fred Zinnemann y protagonizada por Jane Fonda y Vanessa Redgrave. Está basada en el libro “Pentimento”, de la escritora Lillian Hellman. No voy a hacer una crítica aquí de la película, ya la hicieron en su momento las personas dedicadas a la crítica cinematográfica. Sí quiero escribir la reflexión a la que me llevó el ver la película pasados los años.

Recuerdo que cuando la vi por primera vez quedé deslumbrada por la actuación de las dos actrices y de cómo el ambiente prebélico -la acción transcurre en los años treinta- y el ascenso del nazismo me pareció algo lejano, algo que había ocurrido, del que habíamos aprendido y nunca más iba a ocurrir: el desprecio de los derechos humanos -que iban a ser aprobados terminada la II Gran Guerra y ya vemos para qué- la barbarie, la violencia, el desprecio por el otro que no es igual a mi cultura. Me mereció más atención la extraordinaria historia de amistad entre las dos protagonistas que lo que realmente pasaba en Europa en el momento histórico que refleja la película.

Ayer noche, la visión de la película me llevó a pensar, más bien a sentir, cómo las personas que se divertían, que aparentemente les daba igual lo que se estaba gestando, lo que ya pasaba. Le parecía indiferente.  Una vez más me hacía la pregunta que me hago últimamente: cómo pudo pasar, cómo puede estar pasando ahora mismo. Pienso que la respuesta está en los problemas que la izquierda atraviesa para movilizar, tal vez por sus propios errores, tal vez porque se ha visto fagocitada por los medios y las redes, tal vez por sus luchas internas de partidos y por los enfrentamientos por el poder y el miedo a salirse de lo “correcto”, corrección impuesta por la derecha y la extrema derecha. Ésta última afirma que el cambio es posible, que la alternativa es posible, pero para llegar a ella todo deber ser destruido, ahí tenemos a Milei o a Trump

La nueva sociedad debe estar basada en la exclusión. Obedeciendo al líder al que en nuestro subconsciente aspiramos a ser llegaremos a salir de nuestra precariedad, nuestro no horizonte, nuestra no esperanza. Mientras, nos sometemos al consumismo, al mantra que nos dice que trabajemos más para obtener más. ¿Más qué? Más todo, en una carrera en pos de la felicidad que nos prometen, incubada en el miedo que nos desposee de humanidad al igual que los figurantes de la película de Julia que iban y venían felices e inconscientes.