Cuando eres hijo o hija de inmigrantes lo más probable es que tengas la sensación de debérselo todo a tus padres. Es que, aunque muchas veces intenten tirar por tierra nuestras luchas, las hijas de migrantes no hemos vivido el duelo de la migración y vivimos a caballo entre dos culturas. Una lleva toda la vida sufriendo discriminaciones, resaltándonos que somos diferentes al resto y que, si no encajamos en la percepción que los demás quieren ver de nosotras, no valemos lo mismo. Aunque quieran cambiarles el nombre a nuestras experiencias, una sabe cuál es la verdad y nadie nos la va a quitar. Al final, somos nosotras los que las hemos vivido.
La mayoría de nuestros padres llegaron aquí de forma precaria y es precisamente eso lo que nos hace buscar la excelencia. Es lo que nos han transmitido y que probablemente vayamos pasando de generación en generación. Buscamos ser mejores. Buscamos devolverles a nuestros padres todo su esfuerzo, pues desde pequeñas vemos que somos muy pocas los que tenemos una oportunidad de vivir en un país “mejor” y que la debemos aprovechar. Por nuestros padres y por los que no tienen esa oportunidad.
Los hijos y las hijas de los inmigrantes queremos aprovechar todas las oportunidades para mejorar y por eso las experiencias y sacrificios de nuestros padres son una fuente de motivación para nosotras. Para mejorar y no volver a pasar por lo que han pasado ellos. La educación es para nosotras uno de los pilares fundamentales y una prioridad. Los padres de los inmigrantes nos indican, desde pequeñas, el valor de la educación y la oportunidad que han desaprovechado, ya sea para trabajar, emigrar. No tuvieron la oportunidad o simplemente no tuvieron acceso a ella.
Creemos que ya va siendo hora de unirnos y crear comunidad, demostrándoles a todos los que nos criticaron por ser hijas de inmigrantes o que quisieron que agacháramos la cabeza que no estamos asustadas, que somos parte de esta sociedad, una parte importante, enriquecedora. Que tenemos un enorme potencial de crecimiento en común, un potencial del que ni nosotras éramos conscientes.