"Blanco o negro, lo importante es que el gato cace ratones" es una frase posibilista atribuida al dirigente chino Deng Xiaoping, más tarde usada por Felipe González. La traigo aquí no porque en casa tengamos problemas con los ratones, sino con los colores. ¿Blancos o negros? Lo que importa es que hagan bien su trabajo. Como prueba, ahí están los jugadores de la selección española de fútbol Nico Williams y Lamine Yamal que con su actuación en la Eurocopa de Alemania le están metiendo una goleada a los que usan la inmigración como señuelo para atraer el voto de los incautos. El caso es que los discursos contra la inmigración ganan adeptos a vertiginosa velocidad, aunque estén basados en mentiras y en medias verdades.
Por definición, la inmigración no es ni buena ni mala, depende de cómo la gestionemos entre todos, ellos y nosotros. Hasta ahora está siendo buena. Es decir, el gato caza ratones -y mete goles- independientemente del color que tenga. (Por cierto, Nico Williams no es inmigrante, sino tan español como el que más, nacido en Pamplona). Los migrantes ocupan aquí los trabajos menos considerados, los que nadie quiere hacer y los peor pagados. Crean riqueza, garantizan las pensiones de los jubilados, alquilan viviendas y compran en los supermercados. La convivencia es la tónica del día a día entre los de aquí y los de allá. Sin embargo, si uno atiende a los discursos de determinados partidos y a los profesionales de los bulos fabricados masivamente para las redes sociales, parece que asistimos a una especie de invasión violenta que amenaza la convivencia y la paz. En realidad, esas organizaciones crean un problema donde no lo hay para, acto seguido, vendernos una solución, su solución.
¿Hay un problema con la inmigración? Sí, lo hay, pero no es de convivencia, sino de mala gestión y, sobre todo, de utilización política con fines malvados. El problema de la "ilegalidad" no lo crea el emigrante, sino las autoridades del país que se niega a ofrecer contratos de trabajo y permisos de residencia. Si los consulados de España en los países de origen de los migrantes ofreciesen contratos, los que ahora vienen de forma irregular vendrían en avión y con contratos bajo el brazo. Trabajarían el tiempo fijado y regresarían a sus países con dinero para una temporada hasta que recibieran otra oferta de trabajo. ¿Acaso hay que explicarle esto a los andaluces? He conocido a empresarios que querían contratar a personas en sus países de origen y les han puesto delante un muro de burocracia con la única finalidad de hacerles desistir de su empeño. Que vengan en patera les han llegado a decir.
El otro gran problema con la inmigración -que no de la inmigración- es su utilización política con fines electorales. El populismo necesita un enemigo sobre el que medrar y ha encontrado una mina de votos exagerando y manipulando, cuando no mintiendo descaradamente, con la inmigración. Creo un problema y me ofrezco como solución. Origino un incendio y aparezco como bombero. Lo grave de esto no es que aparezcan pirómanos vestidos de bomberos, cosa habitual en todas partes, sino que mucha gente caiga en el engaño. Cayeron en Italia, acaban de caer en Francia y parece que en Alemania y hasta en España puede ocurrir tres cuartos de lo mismo. Pirómanos dirigiendo el parque de bomberos. Prometen apagar los incendios -aunque la inmigración no esté en llamas- cuando lo único que les mueve es que la gente crea que el fuego les asedia.
La inmigración no es un problema, sino quienes la usan para sus fines. Los inmigrantes están aquí para quedarse, en gran parte porque los necesitamos y si un día desaparecieran de nuestros campos, talleres, fábricas y viviendas, entonces sí tendríamos un muy serio problema. Barrios enteros quedarían desiertos, faltaría mano de obra en todas partes y los viejos quedarían solos y abandonados a su suerte. Nadie les va a echar de aquí porque hacen falta y lo más probable es que, debido a la baja natalidad de los europeos, cada día dependamos más de ellos. En nuestras manos está ofrecerles contratos para que vengan de forma ordenada y segura o, como ahora, desordenadamente y jugándose la vida.
Los inmigrantes no son un veneno, una amenaza para la salud del país. Al contrario, son un aporte de riqueza, de savia nueva y de diversidad estimulante. Los necesitamos tanto como ellos a nosotros. A los que crean que son un veneno sólo cabe recordarles que lo tienen en las venas, que no lo van a expulsar y que más les vale asimilarlo, incorporarlo a su vida cotidiana de la mejor forma posible porque, de lo contrario, vamos a sufrir mucho. Ellos y nosotros, si es que todavía es posible hablar de ellos y nosotros como personas diferentes. Gato blanco o gato negro, lo que importa es que cace razones.
(La semana pasada, Donald Trump acusó a su rival Joe Biden de haber convertido EEUU en un "nido de ratas" por no atajar la inmigración. La paradoja es que Trump siga siendo el favorito de los votantes hispanos)