Todo empieza con un ¡Ejeeee!, seguido de un ¡Vamooo! Ni un ¡Buenos días! Ni unas ¡buenas tardes! Un ¡Queeé! o un simple gruñido tienen el mismo valor y ahorran tiempo y saliva. Un forastero que anduviera por el Trompezón pensaría que la gente de Fuentes es parca en palabras, seca, arisca. Nada más lejos de la realidad. Si el forastero aguarda un poco comprobará que realmente lo que gusta en Fuentes es hablar. Pero no hablar porque sí ni para sí, sino hablar para ser parte de la comunidad y subrayar este hecho hablando con un volumen lo suficientemente alto como para que se enteren hasta los sordos.
Pongamos que la escena sucede en el bar 90 una mañana de domingo a la hora del café. ¡Ejeeee! ¡Vamoooo! ¡Ojú quien está aquí! ¿Qué va a ser? Café con bote. Se oye la molienda del molinillo y, de fondo, la voz de un documental de La 2 que habla de los “peces cola de ratón” que viven en la planicie abisal de los océanos y de los cefalópodos que producen descargas eléctricas para engañar a sus depredadores. Como si los hubiesen echado de la cama al mismo tiempo, entran dos, tres, cuatro, cinco hombres casi seguidos y se agrupan en un rincón de la barra. ¡Vamooo!. ¡Ejeeee! ¡Cuidao con las carteras! ¡No, si aquí dejan entrar a cualquiera!
¿Da agua? Poca, pero ya mismo la quitan. El Maldonado ese tie mala leche. Tos los días da agua y tos los días la quita. A ver, el hombre tendrá que comer de algo, ¿no? Así no hay quien siembre este año los garbanzos en La Llana. Mala sombra. Tampoco hay que exagerar, que hace dos días te quejabas de que no llovía. Los mayetes nunca estáis contentos. Si llueve porque llueve, si no llueve porque no llueve. ¿En qué queamo?
Así arranca el mañaneo. Si el forastero volviese a la hora de la cerveza o después del almuerzo, con eso del café, andarían en las mismas. En Fuentes el arte de la tertulia viene de lejos y perdura en la cultura lo mismo que la pasión por el café y las pipas. La tertulia con café y pipas es el deporte con más adeptos en Fuentes. El tabaco también, pero con el tiempo va quedando felizmente atrás y muchas veces más que animar la charla, como antes, la interrumpe cuando hay que irse a la calle a fumar.
El problema que tenemos más de uno es que ni estamos en Fuentes, ni el médico nos deja tomar café, ni tenemos la dentadura para muchas pipas. Así que todo queda reducido a una nostalgia inmensa que nos lleva a aquellos años en los que, en vez de médico, teníamos Fuentes, café Saimaza arábica tueste natural con una cucharadita de La Lechera y un paquete de pipas Kelia a mano. Lo del tabaco, ni mentarlo.
El Soberao que vivía en la calle Jurtao y trabajaba por temporadas en Palma de Mallorca pontificaba en el Catalino sobre cómo había que arar los barbechos. El Bobi y José María Colorado le seguían la corriente. Los tres tenían mucha vocación de campo. Soberao la heredó de su padre. Entraba un vendedor ambulante y, como fuera marroquí, la tertulia acababa porfiando sobre cuántos habitantes tenía Casablanca. Una vez descartado el negocio, el vendedor abandonaba la contienda y el Bobi, el Soberao y el Colorao regresaban a sus barbechos o se iban por los cerros de Úbeda (y Baeza) de si interesaba irse de voluntario a la Guardia Civil, que pagaba 37.000 pesetas al mes, en vez de esperar a su quinta a donde tocara, donde no vería un duro en año y medio.
Allí al lado, en el mesón, el cafelito servido por Justo Corso a Trini Ramírez y a su amiga Medrano discurría por senderos más ociosos. Había que conocer Peñíscola, que era una ciudad en el mar, con un castillo medieval muy visitado, que llenaban todos los hoteles de turistas. La noche de Benicasim en verano era una joya exótica. Algo más retirado, las tazas del bar de Manolito Sambimbo se llenaban de nuevo de terrones, pero no de azúcar, sino arcilla levantada por los tractores. Ignacio Almorín sostenía que Adolfo, el Lata y el señorito José Manuel eran dos buenos agricultores salidos de abajo a fuerza de trabajar duro. El Sosa, el Mollete, el Lamparilla y el Retamero asentían con la cabeza sin despegar la vista de las fichas de dominó. Retamero trabajaba con el Lata en las tierras que llevaba arrendadas.
¡La de cafés que tuvo que despachar Manolito Sambimbo la noche que España le endosó a Malta 12 goles a 1 en la Copa de Europa de 1984 de Francia! Tantos como despachó Juan Luis el Carcelero em el bar Rincón en 1988 cuando televisaron el Español-Bayern Leverkusen en la final de la copa de la UEFA. Tantos cafés como despachaba Hilario Humanes las noches de cofradías por el paseíto la Plancha. Grandes tertulianos ha dado Fuentes. No había más que juntar cuatro o cinco y ya estaban repartiendo más agua que San Pedro, comprando más tierras que el duque, criando más caballos que Escalera, dando más portes que el Mojero, matando más conejos que Garrote y colgando más pájaros que el Maestro Perdigones. A otros les daba por arreglar el mundo cada día, aunque éstos lo hacían en voz baja y mirando a un lado y a otro. Cada noche el mundo volvía a desarreglarse.
El Condito, repostero del Casino Artesano dela Carrera, estaba harto de tanta tertulia alrededor de un solo café. Lo que quería era que los parroquianos consumieran cervezas y cubatas. ¡Menos palique y más gasto! Al final, con las dichosas tertulias, tuvo que cerrar el hombre. En el bar el Patio José María Colorao en las tertulias había heredado la gracia y las ocurrencias de su tío Juan Chicaingo.
¡Ejeee! ¡Qué jace! ¡Vamoooo allá! ¿Como han salido los trigos este año? ¿Has sembrao ya los garbanzos? ¡Quiá, pa qué va uno a tirar los dineros! Ni un buenos días, ni unas buenas tardes. ¿Pa qué si siempre está uno dándole los buenos días a los mismos? Si aquí “trompieza” uno con to el mundo en toas partes y a toas las horas del día. Pa qué.