Si salir en televisión es adictivo, hacerlo durante 33 años debe de crear un hábito difícil de abandonar. El fontaniego Paco Gamero, nacido en 1958 en la calle Flores, anda enfrascado hace tiempo en su desconexión de la pantalla. Como un buzo en fase de descompresión antes de salir a la superficie y comprobar que hay vida más allá del periodismo. Reconoce que el periodismo no está en su mejor momento, pero es tan necesario para la salud democrática de un país como el aire que respiramos. Sin periodistas no hay información y sin información no hay democracia. Un poco por la nostalgia de su pueblo y un poco por amistad, ha aceptado formar parte del consejo editorial de este periódico.
Pregunta.- ¿Pensando en la jubilación?
Respuesta.- Pues sí. Hace tiempo que empecé a tomar distancia, primero cuando me pusieron los fines de semana y ahora que estoy por las tardes tengo el privilegio de hacer la compra y la comida en casa. Es un gran placer salir al mercado por las mañanas y tener la comida hecha para cuando Encarna, mi mujer, llega del trabajo. Ahora en la tele me tienen de comodín cubriendo los huecos y de vez en cuando aparezco en pantalla. Uno debe saber retirarse a tiempo y tal vez el momento de hacerlo sea cuando alguien te para por la calle y te dice que se acuerda de haberte visto en la tele, al lado de su padre, cuando era un niño.
P.- Luego echarás de menos el periodismo
R.- No lo sé, pero de momento no veo el por qué. Tú y yo sabemos que el periodismo no es una profesión, sino una forma de vida. El problema de este oficio es que trabajas los 365 días del año. Si a eso le unes que me he dedicado al periodismo de deporte, el resultado es que en mi vida no ha habido ni domingos ni festivos porque siempre hay que ver un partido importante. La consecuencia es que yo no he formado parte de los domingos de mis tres hijas (Alba, Mara y Ángela) ni de sus fiestas de cumpleaños. Yo no aparezco en las fotos de sus vidas.
P.- Algo habrás hecho para sufrir ese "calvario".
R.- Jajaja, claro, hacerme periodista. Siempre quise serlo y me considero un privilegiado por ello. He hecho lo que quería hacer y en condiciones buenas. Empecé tres meses antes de terminar la mili en Radio Andalucía, una emisora creada por el Correo de Andalucía, en las vísperas del Mundial de Fútbol del 82. Luego pasé a la emisora de la Rueda Rato y más tarde, en 1986, a la Ser. Fue en 1989 cuando Joaquín Durán, que era entonces jefe de deportes, me llamó a Canal Sur para hacer información deportiva. Le dije que nunca había hecho televisión ni información deportiva, pero me dijo que no le importaba. Y hasta ahora en la tele he tocado todos los palos, menos las uvas y el tiempo, afortunadamente. Durante 15 años he sido jefe de deportes, pero también he hecho información general y he presentado informativos. He estado yendo y viniendo entre deportes e informativos. En un trabajo uno no elige lo que hace, lo eligen.
P.- ¿Está muerto el periodismo?
R.- No quiero ser pesimista, así que sólo diré que el periodismo no está en su mejor momento. Llevamos 30 años en crisis y aquí seguimos, dando información, explicándole al público lo que pasa, por qué pasa y lo que puede pasar. Yo llevó más de 30 en Canal Sur y cuando entré ya estaba en transformación. Luego vino internet y las redes, que nos ganan en velocidad y parece que la gente vive en ellas. Pero a la hora de la verdad, cuando necesita información, el público acude al periodismo. El resultado de un partido lo puede ver al instante en la red, pero no qué hay detrás de la super liga o cómo ha sido la actuación de un árbitro. El periodista te explica el por qué, el cómo y las consecuencias de un hecho.
P.- ¿Qué recuerdos tienes de Fuentes?
R.- Muchísimos. Yo nací en la calle las Flores, aunque después he descubierto que se llama calle Flores, así a secas. Aunque nada más nacer me llevaron a La Luisiana, donde mi padre puso una tienda como la que tenían mis abuelos en Fuentes y mis tíos en Carmona y en Palma del Río. La tienda de Fuentes, en la calle Mayor, se la quedó mi tío, al que llamaban Paco Barato. Pasábamos mucho tiempo en Fuentes, al menos todos los veranos y para la feria y la velá del Carmen. Uno de esos recuerdos es el de ir al matiné del cine Avenida, en la calle Mayor, a ver una película de tiros o de espadachines. Al salir pasábamos por el puesto de Veneno a comprar chucherías y después nos encerrábamos en el almacén de la tienda de mis abuelos a jugar a espadachines con los canutos y las tablas de plegar las telas.
P.- Tus padres llevaban mucho tiempo en La Luisiana, pero tu madre prefería dar a luz en Fuentes.
R.- Buscaba el amparo de su madre, mi abuela Josefa, aunque lo que más la tranquilizaba era la cercanía de la comadrona, que vivía en la casa de enfrente. Mi abuelo era Sebastián. Cuando le faltaba poco para parir, cogía en tren y se venía para Fuentes. Nosotros somos 4 hermanos y, menos la última, todos nacimos en Fuentes. Mi hermana Pepi y yo somos los más vinculados a Fuentes y andábamos siempre entre la casa de nuestra abuela Rosalía de la calle Mayor y la de nuestra abuela Josefa en la calle las Flores. Mi padre es Rafael Pérez García y mi madre era Rosario Gamero Adalid.
P.- Y los veranos con tu tío Antonio Peñaranda.
R.- En la alberca de la finca La Fuentecilla, Hasta los 17 años yo pasaba mucho tiempo en Fuentes. Guardo como oro en paño los recuerdos de la feria y de la velá del Carmen. Ya con mi novia Encarna, que ahora es mi mujer, veníamos a la feria y a las discotecas de Fuentes. Luego llegó el momento de estudiar y me fui a Sevilla, donde empecé periodismo en el Centro de Nuevas Profesiones, estuve dos cursos antes de estudiar en la universidad Complutense de Madrid. Más llegó la mili, en la base de la Marina en Rota. Y aquí estoy, dando un paseo por Fuentes como si no hubieran pasado cuarenta años.