Si un día, resucitara
Don Francisco de Quevedo
La política del dedo
Tal como dejó encontrara

De mis letras, ¿Que pensara?
Terrible interrogación.
Con irónica expresión
Al cielo tal vez, clamara

¡Señor¡ El que vale, vale.
Este aprendiz de poeta
Quiere componer cuarteta
Y redondilla le sale.

De los versos, la medida,
No toma con pie de rey,
Usa pezuña de buey
Más holgada y socorrida

Y qué decir de su rima
¿Asonante? ¿Consonante?
¿Disonante? ¿Rimbombante?
San Rafael nos bendiga

Pero, matar la ilusión
No  es sencillo ni sensato
Oigamos  pues, su alegato
Y luego, vaya con Dios
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De la humana condición,
Especialmente, orgulloso
No  me siento, ni dichoso,
Y aquí, expongo la razón

Virtud, sin hipocresía,
Solo la tienen mi perro,
El aire fresco del cerro
Y la siesta al mediodía

Extraña filosofía
Practica la humana grey
Y convirtiéndola en ley,
Con soberbia desafía

Al  resto de lo creado.
Tierra, cielo, mar y río
A su dudoso albedrío,
Fuertemente tiene atados.

El hombre, en realidad,
¿Es un loco poderoso?
Se preguntan los tres osos
Que aún viven en “libertad”

En la raya divisoria
Entre “progreso” y “arraso”
Va dando inseguros pasos
Buscando no sé qué gloria.

Técnicos de ciencia cara
Hechiceros, adivinos,
Intérpretes del destino
Decidme, gente preclara.

Decidme, por qué rincones
De la geografía hispana
Podrán transitar mañana
Los zorros y los tejones

Del lobo, mejor no hablar,
Ni Rodríguez de la Fuente
Con su verbo convincente
Pudo al animal salvar.

Decid, el soplo divino
Alentará en los pinares
Hasta que el mundo se pare
Cansado de hacer camino

O, como en tantos lugares
De la hispana geografía,
El bosque veré algún día
Convertido en eriales

Con silencio sospechoso
Responden a mi conjuro
Los que manejan el “duro”
¿No tendrá razón el oso?

Tecnocracia, dura y fría,
Sin emoción ni maldad
Impones tu realidad
Exenta de poesía


Poeta, tus fantasías
Siempre fueron cosa rara
El poder, tiene dos caras,
La una es tecnología.

¿Y la otra? Economía,
Juntas dominan el mundo.
Que padece un mal profundo
Sufre de melancolía

Viendo que, lenta agonía,
Por el hombre decretada
La tierra, que fue sagrada,
Va matando día a día.