Entre el vacío del corazón y los sueños de un futuro mejor, Jacky Sagastume, vive la emigración con la esperanza del regreso incrustada en el corazón. Hondureña de San José de las Colinas, sueña con ganar aquí una prosperidad que darle a sus dos hijos, Elías y Alejandro, de 4 y 8 años, y reunirse con ellos un día no lejano. Después de breves estancias en otras poblaciones, llegó a Fuentes hace un año y no quiere vivir en otro lugar. Aquí se siente acogida, que es el valor más preciado de cualquier emigrante recién llegado. En realidad se llama Alicia, aunque todo el mundo le dice Jacky. Alicia, mujer valiente, debían decirle. Y mujer de ideas claras. Y mujer luchadora. Y mujer con voluntad de hierro. Aunque ella se define humildemente como mujer servicial y respetuosa.
Pregunta.- ¿Qué es emigrar?
Respuesta.- Emigrar es un poco como morir. Desapareces del lugar de origen y renaces en el lugar de acogida. La mayoría de los que quedan atrás te lloran un tiempo, como a los muertos, pero te olvidan luego porque la vida sigue. Al mismo tiempo, naces de nuevo en el lugar de llegada, pero ya adulta y sin unos padres que te cuiden y te enseñen a dar los primeros pasos en un país completamente desconocido. La emigración te hace sentir un enorme vacío en el corazón sólo compensado por el sueño de ganar un futuro mejor para tus hijos. Por eso es tan gratificante que alguien te diga “esta es tu casa, aquí tienes tu familia”. Eso no tiene precio y sólo me lo han dicho en Fuentes.
P.- ¿Por qué en Fuentes?
R.- No lo sé, supongo que los pueblos que han sido emigrantes te sienten como uno de ellos. Somos iguales que los fontaniegos que emigraron o que emigran buscando mejorar sus vidas. Igual que ellos, venimos a trabajar, no a hacer daño como algunos creen. En dos años que llevo en España, pocas veces he sentido que me rechazaban. En una ocasión, una persona a la que cuidaba me dijo que su perrita tenía más valor que yo. En otra ocasión, un hombre me propuso tener relaciones a cambio de dinero. Algunos confunden el ser emigrante con la falta de dignidad o creen que el dinero lo puede todo. Están muy equivocados porque busco trabajo honrado, dinero limpio, aunque sea con una azada en la mano bajo el sol.
P.- ¿Qué seres queridos dejaste en Honduras?
R.- Dejé a mis dos hijos, Elías y Alejandro, a mis padres, Neftalí y Fidelina, y a mis catorce hermanos. A mis hijos los añoro cada instante. Menos mal que el teléfono me permite hablar con ellos y verlos cada día. Cada día me dicen “mami, te queremos mucho” y eso me da la vida y me hace levantarme cuando creo que no voy a poder con esto. Por ellos voy a poder con este vacío, con cualquier trabajo por duro que sea y con todo lo que haga falta hacer. En Fuentes, tanto Loli y Curro, como la familia del cortijo la Aljabara me tratan como a una hija y eso también me ayuda a seguir adelante.
P.- ¿Por qué elegiste la emigración?
R.- Porque mi país es presa de la violencia y del empobrecimiento. Honduras no es un país pobre, sino rico, aunque empobrecido por la codicia y la corrupción. Un país hermosísimo con riquezas suficientes para vivir, con un aceptable grado de educación, pero destrozado por el narcotráfico incrustado incluso en las entrañas del estado. Centroamérica está formada por cinco pequeños países que, si fuesen uno, tendrían un futuro esplendoroso, pero... En Honduras hay mucho machismo y muchos niños en situación de abandono que se convierten en el terreno abonado de las pandillas. Tengo que agradecer la bondad del padre de mis hijos, que los cuida en mi ausencia. En ese sentido soy una privilegiada porque mis hijos tienen el mejor padre.
P.- El emigrante, la emigrante, siempre sueña con el retorno.
R.- Yo lo pienso cada día, pero eso sólo será posible cuando pueda garantizarle a mis hijos un techo donde vivir y una mesa donde comer. La otra posibilidad es traerlos aquí, pero no me acaba de gustar porque eso les privaría de lo que tienen allí, su entorno, su cultura, la posibilidad de realizar sus entrañables visitas a la abuela. Veo aquí que los niños no van a ver a sus abuelos, que viven muy solos, y eso me entristece mucho. Desde que los dejé allí, el pequeño dibuja los aviones con los que sueña y quiere venir conmigo. Pero de momento no es posible porque si ya mi vida es difícil sin niños, imagínese cómo podría trabajar y cuidar de ellos. Eso será cuando consiga cierta estabilidad económica.
P.- ¿Cómo es San José de las Colinas, tu pueblo?
R.- Es realmente hermoso. Pertenece a la provincia de Santa Bárbara, tiene unos 20.000 habitantes y se caracteriza por haber sido un lugar de descanso de los españoles en los tiempos coloniales, que se mezclaron con los nativos más que en otras provincias y eso provocó que los rasgos de mucha población actual tengan mucho en común con los de aquí. Es una zona cafetera. Mi padre tiene campo de café y desde niña trabajé con él en la producción, un proceso bello de verdad. De mi padre aprendí que una persona de brazos cruzados es una persona inútil. Él no podía ver a una persona cruzada de brazos y eso lo tengo grabado a fuego en mi carácter.