Ahí la tenemos, ante nosotros en la fotografía que abre este artículo. Como se puede apreciar, apenas queda piedra sobre piedra. La hacienda de la Huerta de Soto es la viva imagen de la desolación. Desgraciadamente, parece que ése es el sino ineludible de tantos cortijos fontaniegos. Mirando esos muros derruidos realmente cuesta imaginar la casa en pie y con gente alrededor.
Pero no hace tanto fue un hogar. Un hogar, además, lleno de gente: trabajadores, personas de paso, una familia con muchos niños… El cortijo de la Huerta Soto, en el Alamillo, porque por todos esos nombres es conocido entre las gentes de Fuentes, debió de ser una finca grande, productiva, muy próspera, que procuró el sustento a muchas familias durante generaciones.
Guardas, porqueros, pastores, vaqueros y gañanes vivían en construcciones muy precarias que se diseminaban por la zona del Alamillo y el Raso del Pintado en el Castillo de la Monclova y se asentaban cerca de las zonas donde cada profesional acometía su trabajo.
Más allá de los cortijos, cada parcela de terreno medianamente llana, las hazas y las huertas, se regaban con el agua del Alamillo, que estaban dedicadas a la labranza y al ganado. Unas se empleaban para plantar cereales de secano como trigo, cebada, avena, garbanzos; otras, las que tenían el agua más cerca, se sembraban de habichuelas, patatas y maíz.
Eran muchas, desde luego, las fanegas de terreno cultivable que tenía el cortijo y sus cercanías. Más de regadío que de secano porque por aquellas barranqueras discurría el agua del arroyo durante todo el año. Por encima de la huerta se situaban los chozos, que las familias habían construido a modo de chozas, es decir, a base de ramaje seco o "bardos". Las bestias de carga, las ovejas, cabras y a veces hasta las vacas dormían por allí, en la misma vereda.
A pesar de estar construidos con un material aparentemente frágil, los corrales o chozos, hechos a conciencia, no se caían con el viento ni calaban cuando llovía. Hoy todo el Alamillo está colonizado por nuevas generaciones de ganaderos y han borrado por completo los vestigios de aquellos sencillos rediles y aquellos viejos chozos donde se crio tanta gente de Fuentes de Andalucía. Seguramente hoy recordemos a nuestros abuelos o padres. Otros tiempos, otras vivencias desde aquí.