En un famoso cuento de Hans Christian Andersen, el rey de un país muy lejano, desfilaba desnudo ante el pueblo creyendo que lucía el más hermoso de los trajes. Solo un niño, los críos no se cortan un pelo, le dijo al rey que iba desnudo. Hace unos días, el traidor más grande de todos los tiempos, el felón, el autócrata, el malvado “Fende-españas”, recreándose en su “crapulencia”, ha vuelto a hundir a nuestra patria. El perro más perro de todos los Sánchez, se ha atrevido cobardemente a decirle al paladín de la democracia occidental, defensor del orden y la ley, Benjamín Netanyahu, que la solución del problema de Oriente Próximo pasa por el reconocimiento del Estado Palestino. En ese momento sonaron las trompetas de Jericó y las murallas comenzaron a temblar.
El presidente rotatorio del Consejo de Europa, acompañado por su sucesor belga, Alexander De Croo, se ha atrevido a decir lo evidente. No se ha caído del caballo (perdón del falcon) no ha tenido ninguna epifanía, ni se le ha iluminado ninguna bombilla. De hecho, de esto se lleva hablando lustros, no ha descubierto la pólvora, sin embargo para la carcundia político-mediática hispana, Sánchez, recibiendo órdenes del “Calimero de Watherloo”, ha pasado de hundir España a hundir el mundo entero.
La caverna está muy contenta con el desfile de líderes políticos del mundo libre riéndole la gracia y estrechando la mano sucia del líder supremacista del pueblo elegido por Dios. Justo antes del salvaje atentado de la banda terrorista Hamás (también elegida por Dios), en el que murieron muchos israelíes inocentes, “Bibi” Netanyahu tenía al pueblo en la calle manifestándose ante el intento de este de maniatar (de verdad) al poder judicial para ser exonerado de la corrupción suya y de sus gobiernos. Ahora, llama a la unidad del pueblo mientras usa la sangre de sus propios compatriotas para seguir planteando la vieja dicotomía del “o yo o el caos”.
Augura apocalípticamente que seremos los siguientes. Él es el defensor de la civilización y, si no es apoyado, “miles de bombas caerán sobre Madrid y Barcelona”. Es cierto, los terroristas de Hamás son unos asesinos despiadados, no hay duda sobre eso. Pero ¿cómo tenemos que catalogar al ejército israelí? ¿Se defienden legítimamente matando a peligrosos bebés en incubadoras? ¿Es civilizado encerrar a más de dos millones de personas cortándoles el agua y la electricidad? ¿Por qué matan a tiros por la espalda a niños en Cisjordania, donde no existe Hamás? ¿Es civilizada la ley del talión? ¿Cuantos cadáveres de palestinos inocentes necesita Israel para ver cumplida su venganza?
Al parecer, en su afán, Israel está dispuesto a quedarse tuerto si con ello consigue la ceguera de Palestina. Todo este daño a gente que ya no tiene nada que perder, niños que se harán hombres odiando, no puede traer nada bueno. Tienen todas las papeletas para convertirse en terroristas vengativos en poco tiempo. Dentro de setenta años se seguirá hablando del conflicto y seguirán muriendo inocentes a los dos lados del muro a manos de iluminados deseando ir al cielo.
La sangre solo produce sangre.
No comprendo la actitud de la derecha española, que es autodestructiva. Gira tanto hacia la ultraderecha, que ya no sabe dónde tiene la mano derecha. Quizá debería poner las barbas a remojar tras ver los resultados de su homólogo Mark Rutte en Los Países Bajos. A derecha descentrada, ganancia de neofascistas con pelos raros. Lo que me sorprende es la desmemoria que hace que el ser humano tropiece una y mil veces con el mismo peñasco. Alemania quería aniquilar al pueblo judío en los años treinta, pero no lo decía. De hecho, convenció a varios líderes políticos de que el suyo era “un hombre de paz”. Los políticos que hoy gobiernan Israel aprendieron bien del Tercer Reich. Es como si tras sobrevivir al holocausto, tuviesen una especie de Síndrome de Estocolmo, mimetizándose con sus asesinos.
“Ni sirvas a quien sirvió ni pidas a quien pidió”
Pedro Sánchez no camina sobre las aguas del lago Tiberiades, ni multiplica panes y peces. Ha dicho lo que es de cajón: la única solución posible para millones de palestinos e israelíes es que haya dos estados. Sin embargo, hay que crucificar al político que, junto con Guterres y De Croo, se ha atrevido a hablar de la desnudez argumental y ética del gobierno de Israel. Su actitud es asesina como la de los terroristas de Hamás, pero más eficaz, matan a más inocentes aún.
La historia nos juzgará a todos. El lado correcto es, como siempre, el de la paz. Eso lo sabe cualquier niño de Gaza o Tel-Aviv, igual que el niño del cuento de Andersen sabía que el rey estaba desnudo, aunque nadie se atreviera a decírselo.