Hoy, lunes de Pascua, debería ser festivo en Fuentes. Festivo como Dios manda. ¿O lo manda para unas comunidades y no para otras? Llevamos muchos años de discriminación. Años ha fue festivo, allá por los lejanos días de la transición, cuando en la calle pedíamos libertad, amnistía y estatuto de autonomía. Tal día como hoy, pongamos por caso de 1979, los estudiantes estábamos tan ricamente jugando por las calles de Fuentes tramando quién sabe qué diablura, en vez de estar encerrados en el instituto.
Excepto en Cataluña y Valencia, hoy los estudiantes están en las aulas soñando con la calle. Injusticia se llama eso. Un atropello a la razón que empezó en Fuentes a partir de 1980 dejando magullado el buen sentimiento religioso que proclama la necesidad de acabar como Dios manda el tiempo de la pasión. Algo así como un broche de oro al final de tanta continencia decretada durante la Semana Santa. Si tenemos un jueves lardero para abrir las puertas a la Cuaresma, por qué no tener un lunes de Pascua para cerrarlas.
No es que los chavales de entonces entendiéramos qué era el lunes de Pascua. En realidad, nos sonaba fatal aquello de que era el día en el que había que comerse la mona. Pobre mona. Lo mismo que el pobre pavo de Navidad. Nosotros el jueves lardero íbamos al campo a comer, pero palmitos, chorizos, morcillas, tortillas de papas y pollo empanao, pero ¡la mona…! En fin, lo que queríamos era tener fiesta a toda costa y salir al campo en primavera. Este año, con tanta lluvia, la cosa habría sido complicada, a no ser que celebrásemos el lunes de Pascua en barcas.
En Fuentes ya teníamos una romería y un jueves lardero, así que otro día de campo como fiesta para los fontaniegos ya chocaba con nuestras costumbres. En Fuentes tenemos la costumbre de sacar vírgenes y cristos a la calle y ellos salir a la montaña o al mar a tomar el sol. A ver el guapo que sale aquí a tomar el sol. Los hay que bendicen todos los huevos recogidos desde el miércoles de ceniza y los reparten entre los amigos el día de Pascua. No muy lejos de aquí, en Cañada Rosal, tienen esa misma cultura y está bien que así sea. Las costumbres no son buenas ni malas, simplemente son.
Mona de chocolate o roscón de reyes, he ahí la cuestión. Panellets o tortas de Luisa de las Tortas. Gato blanco o gato negro. La mona se parece al roscón de reyes porque lleva agua de azahar. El agua de azahar se produce destilando la flor del azahar del naranjo. Tiene un gran aroma y se usa en muchísimos postres como el roscón de reyes, la corona de la Almudena o el típico bollo suizo.
El lunes de Pascua de 1976 fue fiesta en nuestro colegio de la Estación y amaneció lluvioso. Iba camino de Marchena cuando vimos aparecer a Francisco Caraballo, que a la corta edad de 11 años le ayudaba a su padre en el menester de las vacas. Le tenía mucho cariño a su perrita que siempre iba con él. Era a finales de abril y las pipas eran tardías porque febrero vino largo de agua.
Lunes de Pascua, día triste para los cofrades afanados en desmontar las cofradías. Decían adiós a su Cristo, hasta el año que viene, señor de las tres caídas, y a esperar la llegada de San José Artesano. En Fuentes, los católicos esperaban al santo y los comunistas a las proclamas del primero de mayo. Sebastián Catalino acababa de ganar las elecciones a la alcaldía y la rusa Valentina Tereshkova era la primera mujer que viajaba al espacio. San José Artesano y el Primero de Mayo coinciden, pero no son lo mismo. Resignación de carpintero, gubia y serrucho, frente a revolución de metalúrgico y campesino, hoz y martillo. Compañero del metal, aunque aquí eran compañeros en el tajo del cortijo la Herradura entresacando mirasoles por un jornal de 600 o 700 pesetas. Para la mayoría, la revolución consistió en coger el tren y buscarse una vida mejor en Benidorm. Uno de ellos fue Pepe Suárez.
Uno de aquellos lunes de Pascua festivos para los estudiantes lo disfruté con mi amigo Paco Mateo viendo “Expreso de medianoche”. Aquella película, proyectada en el cine Avenida la luminosa tarde del 30 de marzo de 1980, Domingo de Ramos, con un lleno hasta la bandera, dejaba resaca para muchos días. No era recomendada para menores de 18 años, pero como transgredir forma parte del espíritu joven, allí estábamos. Toda la Semana Santa hubo tema de conversación con la historia de aquel americano metido en una cárcel turca por contrabando de hachís. Sufrió un proceso que lo llevó a experimentar la animalización y el distanciamiento de la realidad. La banda sonora, The Chase, fue premiada con un Óscar.
Otro amigo, Juan José Medrano Laguna, prefería el deporte y contaba que estaba enamorado del jugador de la selección yugoslava de baloncesto Mirza Delibasic, el mejor de Europa en la posición de escolta. Delibasic era un grandísimo tirador. Aunque fuera lunes de Pascua y no tuviéramos colegio, nos movía una gran pasión por el baloncesto, así que íbamos al colegio de la Estación a practicar ese deporte. Juan José estudiaba en el instituto de Huelva y allí el lunes de Pascua era festivo. Qué envidia me daba. El martes también hacían fiesta, la cosa más extraña de los institutos andaluces.
Estábamos en el patio de la Estación intentando meter la pelota en la cesta cuando resonaba en nuestras cabecitas la algebraica pregunta de la tercera evaluación sobre el teorema del resto que dice: el resto r/, que resulta de dividir el polinomio p(x) entre x_a es igual a p(a). Con el teorema del resto y la tabla de los minerales revoloteando sobre nuestras cabezas no había quien emulara a Delibasic un lunes de Pascua en el patio de la Estación.
Por aquel tiempo la Semana Santa de Fuentes estaba en crisis. La Soledad y Santo Entierro no procesionaban. Quitaron la fiesta del lunes de Pascua y fue como el milagro de la resurrección: volvió de pronto la pasión cofradiera, salieron las cuatro hermandades que siguen aún. Fuentes, pueblo comunista que vibra de pasión cofradiera. El milagro del lunes de Pascua. Cuarenta años de esplendor, pero a costa del hundimiento del lunes de Pascua de los estudiantes. A costa de los escolares fontaniegos, que sin comerlo ni beberlo tuvieron que sacrificar uno de sus mejores días de holganza. Un despropósito, un atropello a la razón.