El genio de la lámpara maravillosa concedía tres deseos ¡Pide por esa boquita, tus deseos son órdenes para mí!, decía con voz solemne. Sería maravilloso que los mejores deseos se cumpliesen así de fácil. Aunque para ser justos, cada persona debería tener un genio sólo para él, porque podría haber inconvenientes no achacables a la genialidad, sino a la condición humana. Seguro que más de uno preferiría perder un ojo, si con él viese a su vecino ciego. Si todos le pidiesen oro a sus espectros mágicos particulares, la cotización del oro se hundiría en los mercados internacionales. Lo importante no es tener lo suficiente para vivir con comodidad, sino tener más que los demás. Muchos se esfuerzan en aparentarlo, aunque no sea cierto.
Si todos fuésemos ricos, todos seríamos pobres, este es un planteamiento estúpido. Lo que no lo es tanto es que mucha gente se sentiría igual que ahora, del montón. Quizá es porque el dinero no da la felicidad a no ser que se sea el más rico del pueblo. El hombre más rico de “Nosedonde” es un pobretón en “Villanosecuantos”, todo depende de la renta per cápita de cada sitio. Los ricos tienden a ser endogámicos, para eso lo son, se agrupan en urbanizaciones y barrios exclusivos. Se reúnen en clubes en los que para ser socio se necesitan recomendaciones y avales, además de tener una cartera de piel de tapir con escamas de celacanto y plumas de pájaro dodo. Así aislados del sórdido mundo de albañiles y chachas, están a salvo de la pobreza, esa que se ve por las ventanillas del Audi 800.000. Los ven pero no los tocan, su única relación con gente normal es con la servidumbre, chóferes y criadas, niñeras y jardineros.
¡Cuánto pobre, cuánto pobre!
Son la élite autoproclamada, estirpes que manejan los hilos, que mandan a sus hijos a universidades en Estados Unidos y se ríen de los bolsos de imitación que llevan las oficinistas. En su país multicolor tuestan sus cuerpos al Sol y blanquean sus dientes, vistiendo a la moda de la temporada que viene, sintiéndose mejores sólo por haber nacido como producto de un braguetazo o de una fusión por absorción ¡No es amor, sólo es negocio, amigo! Qué pequeña se ve la gente desde el helicóptero. Son puntitos ajetreados que van camino del hormiguero ¿Qué importancia tiene cada puntito? “Además son imbéciles y vagos, si no, no serían pobres”, afirma un niñato perfumado con “Eau de arriba y abajo”, rodeado de prostituidas y recauchutadas chicas florero, que se alquilan por fines de semana, sosteniendo una copa de agua de un glaciar ártico traída expresamente para él.
¡Cómo no van a ser conservadores! Cómo van a querer que cambie algo, a ellos les va muy bien. Compran almas haciendo sonar la bolsa, se escabullen de sus tropelías gracias a sus abogados, todo el mundo les ríe los chistes. El mundo es maravilloso cuando se desconoce el significado de la palabra hipoteca, cuando se ignora que el Inem hace mucho tiempo que se llama Sepe. Se ríen de expresiones como Ere o Erte, parado de larga duración, ingreso mínimo vital, casa de acogida, bono social, banco de alimentos… Los que van en autobús al tajo y nunca han estado en Petra ni en Komodo, si preferirían que hubiese cambios y a veces los hay a regañadientes, a eso le llamamos progreso. Si no lo hubiese habido nunca, seguiríamos viviendo en cuevas, aunque estaría prohibido pintar en ellas.
No tengo la solución para que la sociedad progrese, eso deberíamos decidirlo entre todos. Pero no comprendo por qué, entre gente humilde, se está instalando la idea de que la culpa de todo la tienen los que aún son más pobres que ellos. Igual es un complejo de inferioridad, tras mirar los cochazos de lujo que calzan los ricos y los destellos de los “pelucos” de oro brillando al Sol. No comprendo cómo el fascismo crece en todo el mundo ¿No hay memoria? ¿No han visto películas de la Segunda guerra mundial? ¿No saben que los nazis son los malos? ¿No se han enterado de que el franquismo hizo que fuésemos un paisillo de chichinabo con ínfulas, en el que reinaban los sabañones y la ignorancia?
A los ricos este estado de cosas les va de maravilla, éste y cualquier otro. Porque mande quien mande, ellos son intocables. Porque es el dinero el que quita y pone reyes. Además, siempre podrán pagar a la mitad de la gente para que acabe con la otra. Me preocupan las cabezas rapadas y relucientes llenas de nada que no sea odio. Pero más me preocupa la conversión de buena gente que, por miedo y/o ignorancia, cree que la oscuridad de la intolerancia es la luz.
Si me encuentro una lámpara maravillosa no la frotaré, no sea que mis deseos se cumplan. No vaya a ser que acabe viendo a la gente insignificante.