Aunque cueste creerlo, la universidad que ya conocéis, me concedió por tercera vez una beca. En esos momentos, estaba yo en el paro después de haber disfrutado una estancia de estudios en la Universidad Nacional de Costa Rica (UNA), así que no tardé en aceptar el privilegio y coger un avión rumbo a mi destino. En esta ocasión me pareció tener menos dificultad para encontrar informantes, pues el ambiente del país parecía haberse relajado un poco. Solo un poco, como pude comprobar a lo largo de mi trabajo de campo. El primer día fui a buscar a mis anteriores informantes con el ánimo de comprobar si sus llantinas y miedos habían cesado. Para mi sorpresa, me ignoraron y me hicieron lo que ellos llaman un acto de invisibilidad: yo era transparente para ellos.
Ya expliqué en mi primer trabajo cómo las ciudadanas y ciudadanos que caen en desgracia se vuelven invisibles. No desaparecen de las fotografías, pero como si lo hicieran. Comprendí al poco tiempo el porqué del acto de invisibilidad: el Excel los había nombrado guardas palmeros de la corte a perpetuidad, lo más noble que se puede alcanzar en el país. No me desanimé por eso y seguí frecuentando lugares públicos y no tan públicos.
Como pasaba el tiempo y no encontraba informantes que me ofrecieran algo de interés, empecé a buscar por propia iniciativa aquello que me pareciera digno de tener en cuenta para mi trabajo. Ardua tarea fue el intentar distinguir los hechos reales de la invención, de las opiniones, de la nube irreal que se había creado en el país. El Excel y su corte habían tomado como guía y maestro al por entonces presidente de EEUU, Donald Trump, creando un Mátrix donde era imposible distinguir entre realidad y ficción. Ante esta circunstancia, opté por buscar en hemerotecas, frecuentar fiestas y saraos de dudoso prestigio para la buena sociedad, donde, una vez más, me dejé el dinero de la beca y tuve que volver por carretera en autobuses de horarios interminables y comiendo bocadillos de mortadela.
A pesar de todo, he aquí la divulgación de mi trabajo, desprestigiado por el Excel y su corte antes de salir a la luz, según tengo noticias: El Excel, durante el tiempo que estuve ausente del país, había adoptado, como ya he dicho, las maneras de Trump, negando los hechos, cambiando la verdad de forma que si se levantaba una mañana diciendo que era de noche el pueblo se disponía a irse a la cama, mientras que otras veces, al anochecer, disponía que era el alba y todas se disponían a ir al lugar de trabajo, aunque hubieran llegado del mismo apenas una hora antes.
Otras veces afirmaba que campos y locales comunitarios (bibliotecas públicas, salones de usos múltiples…) estaban en perfecto estado cuando a la vista de todos se podría observar lo contrario. Sin embargo, todos tomaban la palabra procedente de la corte como verdad verdadera. Aunque al principio pensé que el Excel desvariaba, cosa que no me pareció extraña ya que el ejercicio del poder absoluto cambia de forma extraña a las personas. A veces, hasta ignora escritos de la ciudanía pidiéndole con sumo respeto información sobre cuestiones que se habían había anunciado como próximas actuaciones, por ejemplo. Sin embargo, pronto comprendí su estrategia: se trataba de hacer que el pueblo perdiera la noción de la verdad y de la realidad, incluso que dejara de importarles una y otra. Intereses propios y miedos eran lo que imperaban ahora más que nunca. El Excel, ayudado por las redes sociales, donde la verdad y la realidad se “crean” a golpe de opiniones sin necesidad de demostrar nada, había construido una realidad paralela que sustituía a los hechos comprobables.
Trabajando en la hemeroteca del país, encontré hechos del pasado que desde el presente se negaban, una vez más, con absoluta desfachatez -me extrañó que el Excel no hubiese hecho desaparecer textos que pudieran revelar verdades negadas- Tuve la suerte de que en la biblioteca donde estaba la hemeroteca encontré una informante dispuesta a narrar, acompañada de documentación, los hechos acontecidos años atrás y ahora negados. Más tarde, cuando quedé con ella en un lugar apartado, me confesó que lo había pensado mejor, que ahora vivía tranquila intentando llevar una vida de acuerdo a sus principios, sin ánimo de enfrentarse al Excel ni a su corte, que no merecía la pena entrar en la batalla que se convertiría rápidamente, dadas las formas de la corte del Excel, en darse contra un muro, elevado a base de intereses, ira y odios.
A eso, me confesó, no estaba dispuesta, ya que iba en contra de sus principios y la manera en que ella entendía el diálogo y la convivencia entre vecinos. Lo que me dejó claro es que su memoria del tiempo donde ocurrió lo que la corte del Excel negaba, ella lo vivió de forma doliente, no se ha borrado. Recordaba cómo en el país se acusó a un antiguo y honrado dirigente, hoy ya retirado del poder absolutamente (igual que mi informante) y se llevó ante los jueces, quedando absuelto del delito que se le acusaba, en medio del cariño y la aclamación de la ciudadanía. Solo pude conseguir el testimonio de su palabra. Después de esa información, ante mis escasos medios de subsistencia, di por terminado mi trabajo.
Por lo demás el país sigue celebrando sus famosas fiestas de carnaval, su romería, procesiones de penitencia y gloria, cada vez más gloriosas, y su feria. Todo sigue su curso. El curso de los tiempos que nos va convirtiendo en seres que habitan una realidad inventada sin poder para aspirar a alternativas y deseos. Me alejé del país allende las montañas con melancolía, sin la expectación y alegría de mis anteriores visitas, mientras el paisaje se me antojaba gris y monótono.