Con la emoción a flor de piel. Con los sentimientos en ebullición. Con la memoria alborotada. Con los pelos de punta por el horror. Con el corazón encogido. Así han acabado esta tarde los actos en memoria de Antonio Hidalgo organizados por la Asociación Fontaniega de Familiares Víctimas del Franquismo. Con el salón de la Huerta a rebosar. Con el escenario tomado por los alumnos del instituto interpretando una emotiva representación que lleva por título el número que los nazis dieron a Antonio Hidalgo, "6781". El ser humano reducido a un mero número. Con más silencios que voces, pero con un grito contenido en las gargantas durante los 83 años que han pasado desde que asesinaron a Antonio: ¡memoria, justicia y reparación!
Los discursos pronunciados al comienzo del acto han perdido todo el protagonismo frente a la avalancha de sentimientos vertidos a lo largo de las dos horas de homenaje vividas en el salón de la Huerta. Ha hablado el alcalde, Francisco Martínez, del valor de la unidad para que perdure la memoria contra el olvido de los crímenes del fascismo y que no vuelvan a repetirse. Ha hablado el portavoz del PSOE, José María Chacón, de que el valor de Antonio Hidalgo sirva de guía para futuras generaciones y que el conocimiento actúe de freno a la sinrazón de la violencia. Y entonces ha sonado la voz afligida del propio Antonio Hidalgo, en la garganta de Darío Carmona, para anunciar que "el corazón me dice que no volveré a Fuentes".
Tres alumnas del instituto, familiares de algunas de las víctimas, han escenificado la voluntad de conservar la memoria y el compromiso de trasladar a las futuras generaciones la bandera del recuerdo de los seres queridos. Directo al corazón encogido de los asistentes. Emoción y sentimiento. En la calle Ancha, donde vive otra vez, Antonio habrá recibido las palabras de los alumnos del instituto como un bálsamo para las viejas heridas causadas por el olvido. La primera muerte, la física, no hay quien la pueda reparar, pero la del silencio ya está sanada. Fuentes no lo ha olvidado ni lo va a olvidar. Tampoco los jóvenes, bajo la dirección de las profesoras Concha Caro y Helena Rial.
Antonio cayó en 1941 abatido por un ciclón de crueldad sin límites llamado nazismo que arrasó Europa de norte a sur y de este a oeste. Lo mataron en el castillo de Hartheim lo mismos que asesinaron a millones de personas y sometieron a esclavitud a cientos de miles amparándose en la demencial idea de que ellos pertenecían a una raza superior y estaban llamados a exterminar a los inferiores: judíos, gitanos, comunistas, homosexuales y discapacitados. Una parte de aquella locura, la explotación sufrida por los españoles exiliados a manos de los nazis, ha sido recogida por el periodista Rafael Guerrero en el documental "Rotspanier", proyectado en el salón de la Huerta como broche de las dos jornadas de homenaje a Antonio Hidalgo.
Al menos 70.000 españoles fueron utilizados por los alemanes para la construcción del llamado "muro Atlántico", sistema defensivo compuesto por tres mil búnkeres y cinco gigantescas bases de submarinos. El documental "Rotspanier" desvela las condiciones de vida de una legión de hombres obligados a trabajar en penosas condiciones de vida. Lo cuentan los propios descendientes de las víctimas, casi todos franceses hijos y nietos de los "rojos españoles" y por los historiadores Peter Gaida y Antonio Muñoz. El gobierno alemán fue condenado a reconocer que aquellos trabajadores forzosos fueron víctimas del nazismo y tuvo que indemnizarlos económicamente.