La carretera se ha vuelto tumba y despensa para muchos animales carroñeros. Pero también un limitante en ciertas especies de animales. Además, es una pérdida de biomasa que no es aprovechada por la naturaleza dado que los cuerpos en descomposición, que podrían ser alimento para diversas especies especialistas en el asfalto, no pueden acceder a ellos por temor a ser atropellados. Incluso los operarios que trabajan en la conservación de las carreteras, al enterrar los grandes cadáveres de jabalíes o perros, evitan que éstos sean aprovechados por coleópteros y otros insectos carroñeros.
Sería preferible que los cadáveres fuesen sacados unos metros de la carretera y dejarlos que sean alimento para otros. He visto sobrevolar el águila real y a menudo buitres en ciertas épocas del año sin poder acceder a la carroña. Desde luego, nadie desea que ocurran estos accidentes, por el peligro en la seguridad vial, pero el hecho está ahí y estos cadáveres son desaprovechados en la naturaleza, donde todo es necesario. En el mes de junio había una culebra bastarda atropellada en la recta de la carretera de la venta los Remedios. La sobrevolaban tres milanos negros, hasta que uno de ellos bajó y se la llevó.
Ginetas, erizos, mirlos, petirrojos, zorzales comunes, golondrinas comunes, verdecillos, currucas, perdices, conejos... En estos últimos años han bajado los atropellos de reptiles, anfibios, lechuzas, mustélidos y liebres, pero porque ha descendido su densidad poblacional, no porque hayan “aprendido” a esquivar los coches. Es cierto que alguna vez un zorro se para en medio de la carretera y he tenido que parar el coche por no atropellarlo, pero si cuando te acercas a él tocas insistentemente el claxon, el zorro u otro animal escapa rápido hasta la espesura o la oscuridad de la noche.
Una noche en la carretera de la Aljabara se plantó en medio de la carretera una zorra preciosa. Paré, le pité y hasta me bajé del coche creyendo que estaba enferma o herida puesto que no se movía. Pero escapó rápido cuando me acerqué. Puede que las luces del coche la asustasen. A veces da la sensación de que no son conscientes de que se las está viendo y mantienen el reflejo de inmovilidad. Se quedan quietas para pasar desapercibidas y esa es en ocasiones la causa de atropello en perros y felinos.
Lo cierto es que circulando a poca velocidad, difícilmente se atropella a un ave porque tiene tiempo de reaccionar y evitar el impacto. En una ocasión, un mirlo se frenó junto a mi ventanilla y sin tocar el cristal cayó a la carretera. Paré a escasos metros, bajé del coche y cogí al mirlo, que sufría taquicardia. Lo metí en una caja del maletero y, ya de vuelta del trabajo, lo volví a soltar en el mismo lugar. Voló rápido a una mata cercana. Muchas aves quedan estresadas en la carretera, aun sin impactar y luego son atropelladas. Pero si se circula a poca velocidad o a la velocidad recomendada, al menos en algunos “puntos negros” para los animales, muchos accidentes se evitarían. Hechos curiosos, como el atropello de chotacabras grises durante el mes de septiembre se deben a su costumbre de acostarse en el asfalto y a que se juntan muchos individuos cuando están en migración postnupcial.
A lo largo de unos años, en los miles de kilómetros que anualmente recorro por nuestro término, he recogido y curioseado casi todos los vertebrados que veo muertos por las carreteras y caminos. Los atropellos de aves son en un principio los que más me interesan, pero al ir observando los atropellos, también me preocuparon las otras especies, sobre todo la gran cantidad de sapos al principio de primavera con las lluvias y algunos mustélidos que a menudo perecen bajo las ruedas de los vehículos.
Por mi profesión recorro a diario las carreteras y caminos. A lo largo de estos últimos años son muchos los datos acumulados y animales que he visto atropellados.
Curioseo y recojo los restos de las distintas especies, que luego suelo dejar en la cuneta para que hormigas, avispas, coleópteros y otros animales los aprovechen y no perezcan bajo las ruedas y sean muertes sin provecho en la naturaleza. Otros animales compiten conmigo en esto, como son los milanos negros o las águilas ratoneras que se han especializado en seguir las carreteras a la busca de un sustento fácil, como también algún ratonero, cuervos y zorros. Hasta un jabalí he visto comiendo en los restos de una liebre ya muy descompuesta junto a la carretera de va a La Campana.
Son muchas las anécdotas que recuerdo. Un día que vi muerto un macho de triguero, paré a unos cincuenta metros, volví andando y cuando estaba a unos pasos del cadáver, salió de una palma cercana un gavilán y me lo llevó ante mis narices. Otro caso curioso fue con el cadáver de una liebre que atropelló un coche delante de mí una noche que venía de recogida. Cojí el cadáver y lo llevé para la cuneta, lo dejé allí con la previsión de que algún milano u otra ave rapaz lo comiese y poder observarlos desde la carretera al día siguiente. Pero mi sorpresa fue que la comió una cigüeña blanca. Hay lavanderas que comen insectos muertos en el asfalto. También abejarucos, tarabillas, colirrojos y alguna que otra especie de ave que aprovecha la ocasión de estos despojos o cazadores cazados en la carretera como el mochuelo de la foto que abre este texto, que fue a cazar el ratón y lo cazaron a él desgraciadamente…