La media de edad de los agricultores de Fuentes está muy por encima de lo razonable para andar bregando con arados, tractores, sacos... De hecho, más del 70 por ciento de los agricultores son ya pensionistas y sólo el 10 por ciento tiene menos de 40 años. Son datos extraídos de la lista de socios de la cooperativa, que representa el 80 por ciento del total de agricultores de Fuentes. El campo envejece a ojos vista y si en el horizonte no aparece savia nueva, ¿cuál es el futuro que le queda a la agricultura?
Manuel Fernández tiene 83 años y sigue llevando sus 25 fanegas de tierra, pese a tener cinco hijos, cuatro de ellos varones. Todos los años se ocupa de arar, sembrar, tratar y cosechar. Manuel resume su situación diciendo que "ninguno de mis hijos quiere campo y yo sigo porque me gusta. Por eso, mientras pueda menear las piernas, las piernas me llevarán al campo". El caso de Manuel se repite en cientos de familias de Fuentes, lo mismo que en todos los campos de Andalucía. Los jóvenes huyen y los viejos siguen mientras les queden fuerzas. Será porque el campo no ofrece suficientes ingresos y porque no tiene alicientes.
Los padres han dicho a sus hijos, durante años, "el campo es lo último, dedícate a otra cosa". Y todo el que ha podido lo ha hecho. El que ha podido ha estudiado y el que no, se ha hecho electricista, mecánico o funcionario. La economía del campo tampoco ha ayudado porque la renta del agricultor apenas ha variado, aunque los costes se han disparado. Las subvenciones son el único aliciente que le queda al campo, dicen quienes lo conocen bien. Gracias a la mecanización, el trabajo es mucho menos penoso que antes, pero se necesita más tierra para mantener unos ingresos suficientes.
Paradójicamente, el censo de socios agricultores de la cooperativa de Fuentes no para crecer. En los últimos cuatro años, de 397 ha pasado a 535 socios con capital social. Pero las cifras no siempre reflejan la realidad. Y la realidad es que se asiste a una fragmentación del capital social. Donde antes había un socio, ahora hay tres porque los hijos se han repartido las propiedades de padre. ¿Quiere eso decir que ellos llevan ahora las tierras de su padre. No, por regla general.
Lo habitual es que los hijos, que por lo general tienen otras ocupaciones laborales, arrienden las tierras heredadas o las lleven encargando las labores a terceros. Otra paradoja de la situación es que cada vez hay más fragmentación de la propiedad, pero más concentración en la gestión. En Fuentes hay cinco o seis empresarios agrícolas que gestionan cada uno más de 500 fanegas ajenas. Hacia ese modelo de explotación agraria camina el sector a pasos agigantados. Por un lado, grandes empresas de servicios que ofrecen a sus propietarios trabajarles las tierras a cambio de una comisión. En el otro lado, propietarios que viven de las rentas o que complementan sus ingresos profesionales con lo que perciben de las tierras heredadas.
En realidad, en el campo no ocurre nada muy diferente a lo que se observa en otros sectores de la economía: concentración de capitales, llegada de poderosos y anónimos fondos de inversión y explotación intensiva de los recursos por medio de alta tecnología en manos de empresas especializadas. Las empresas de gestión son la avanzadilla de los fondos de inversión: empiezan prestando servicios agrícolas y acaban adquiriendo la propiedad de la tierra, que en el futuro pertenecerá a corporaciones multinacionales cuya sede estará a miles de kilómetros de distancia.