El miedo se hereda, lo mismo que el gusto por la buena música y la ideología política. No siempre, pero se hereda y algunas veces incluso contra la propia voluntad. Y perdura toda la vida. El miedo político lo lleva Aurelio Romero Gómez incrustado en el riego sanguíneo por herencia de su madre, que durante el franquismo sufría ataques de pánico que la hacían temblar de arriba abajo y llorar sin control. Tanto había sufrido su familia durante los años de la represión que apenas le salía la voz del cuerpo. Eran años en los que se decía que las paredes oían. Tal vez por eso, la lengua de Aurelio se niega a pronunciar la palabra república y hasta le cuesta trabajo reconocer que no es monárquico. Dice que es de izquierdas, pero no hay forma de sacarle que es republicano. Como su admirado abuelo José Gómez Pérez. También sería masón, como su abuelo y su tío, si hubiese masones en Fuentes.

Pregunta.- Dos años después de la jubilación y todavía pasas el día en la tienda.

Respuesta.- Los pies me traen todas las mañanas sin pedirme permiso. Llevo tantos años haciendo lo mismo que no sé hacer otra cosa. Aquí echo la mañana, me distraigo y disfruto de lo que me gusta hacer. Liquido existencias, aunque ya queda poca cosa. No soy de bares ni tengo un grupo de amigos con los que salir por ahí. Gran parte de mi vida ha discurrido detrás de este mostrador y será por eso que los pies me traen todas las mañanas en cuanto me levanto.

P.- Da la impresión de que usas el mostrador como coraza. ¿La gente de Fuentes conoce a Aurelio Romero?

R.- Creo que realmente la gente no me conoce. Será porque soy tímido por naturaleza, me relaciono poco y el cuerpo no me pide irme a charlar por las esquinas. Detrás del mostrador me he sentido y me siento libre. Una persona normal que mide mucho las palabras porque no quiere ofender a nadie. Me parece muy importante la tolerancia porque hay que respetar todos los pensamientos. Nunca he sentido envidia de nadie y sigo a pies juntillas el consejo de nuestra madre, Aurelia Gómez Caro cuando nos decía "sed honrados, no cojáis nunca nada y si alguien os da una propina se lo decís a vuestro tío". Durante los más de 45 años de trabajo, por mis manos ha pasado una millonada, pero jamás se me ha quedado en ellas un céntimo que no fuese mío.

P.- ¿Has ganado mucho dinero con la tienda?

R.- Rico no soy porque los márgenes de la tienda eran pequeños. Hemos vendido mucho, aunque con poco beneficio. Como he dicho antes, por mis manos ha pasado mucho dinero, pero el beneficio era pequeño. Sin embargo, tengo lo suficiente para vivir bien y me siento satisfecho de la vida que he tenido. Duermo todas las noches a la pata la llana, que es lo importante, porque aprendí a no crearme problemas ficticios, cosa que mucha gente hace a base de dejarse llevar por los prejuicios. Cada noche me examino para ver qué he hecho bien o mal y qué he dicho bien o mal a lo largo del día. A veces apruebo el examen, a veces suspendo y, en este caso, no me importa pedir perdón.

P.- Veinticinco años en la directiva de la asociación El Arpa. ¿Son muchos o pocos?

R.- Entré en 1999 como tesorero y desde 2005 soy presidente. De momento no tengo fecha de caducidad, ya veremos. Una vez, Juan Morillo me presentó a un forastero como el presidente que lleva El Arpa "a su manera". Por la noche, en la almohada, recapacité y pensé, pues sí, llevo El Arpa a mi manera. Mi manera es con decencia y con dignidad, sin creer que la asociación es mía. No es mi negocio. Otra vez, una vecina me preguntó si cobraba por ser presidente de la asociación. Pues no, no cobro, porque aunque no lo crean todavía quedamos personas que dedicamos nuestro tiempo y esfuerzo de forma desinteresada.

P.- ¿Cuál es el origen de la afición musical?

R.- De familia, como tantas cosas mías. Mi abuelo y mi tío eran aficionados a la música. Estando en la guerra, la compañía en la que estaba mi tío Benjamín encontró un violín abandonado. El capitán preguntó si alguien sabía tocarlo y mi tío levantó la mano, así que fue retirado de la construcción de trincheras para destinarlo a tocar música en las misas. Luego, al terminar la guerra, le dejaron que se trajera el violín a Fuentes. Se encontró con dos violines. Llegó a tocar en Madrid con un grupo que se llamaba el "Cuarteto López" y ponía música a las películas de cine mudo de la época.

P.- Benjamín fue un republicano que hizo la guerra en el bando fascista.

R.- Exacto. Republicano, hijo de republicano y concejal de Unión Republicana, además de masón. Mi abuelo ha sido mi faro toda la vida porque nadie ha podido decir nada malo de él. Tenía una piara de cabras y de vuelta del campo había gente esperándolo para que le dejara ordeñar una cabra porque no tenía nada para comer. Él tenía asignadas algunas de sus pocas cabras a determinadas personas sin recursos. El reparto y la ayuda eran valores republicanos, lo mismo que la enseñanza y la cultura para todos. Enseñaba a leer y escribir a los que no sabían.

P.- ¿Te consideras republicano?

R.- Lo que no soy es monárquico. Decía mi madre, bajando la voz, que la república representaba para los pobres la esperanza de que acabaran tantas necesidades como había. Desde entonces he leído mucho de política, especialmente a Martínez Barrios (presidente de las Cortes, presidente y vicepresidente del Consejo de Ministros, presidente interino de la Segunda República Española y después presidente en el exilio) y de la masonería. He sido lector desde muy chico. Leía tebeos en la barbería que mi padre tuvo, primero en la calle Cruz Verde esquina con la calle Lora y después en la Carrera. A mi madre le decían que leyéramos libros y ella respondía que no, que los libros vendrían solos después de los tebeos. Así fue y cuando mi hermano y yo nos fuimos a Mallorca leíamos en la cama con una vela para no molestar a quienes dormían en el mismo cuarto.

P.- A tu abuelo lo condenaron, pero no estuvo en la cárcel.

R.- Le echaron doce años de cárcel, pero como su hijo Benjamín estaba en el frente del lado franquista porque le pilló la guerra en Fuentes, que quedó en aquel bando, a su padre lo dejaron en Fuentes. Tenía que presentarse cada semana a una junta de vigilancia. Desde el frente, Benjamín escribía a su madre pidiéndole que las cartas de respuesta las escribiera su padre para comprobar que seguía vivo. Benjamín no llegó a disparar contra los suyos porque en el frente estuvo destinado a hacer trincheras. Una vez, la abuela (Dolores Caro Narváez) se enfrentó a los falangistas que habían llegado a casa interrogándola sobre las actividades políticas del abuelo. Era una mujer valiente. A la vuelta de la guerra, Benjamín se empleó en las oficinas de Espuny en Osuna y más tarde en Jaén, hasta que finalmente creó la ferretería de la Carrera.

P.- ¿Cómo ves la situación política actual?

R.- Me preocupa que se pierdan los derechos conquistados en los años pasados. Me preocupa la polarización que hay y el vocabulario que se emplea en la política. La verdad es que los discursos que se escuchan en el Congreso no son nada edificantes. La izquierda parece haber perdido los papeles y no escucha a sus mayores, que tienen mucha experiencia y cosas que aportar. También es preocupante el auge de la extrema derecha, que parecía desaparecida y sólo estaba dormida. No me gustan los extremos de ningún signo político. Prefiero la moderación. Una vez, en una manifestación del primero de mayo, el entonces secretario general del PSOE de Fuentes, Manuel Enri, me propuso que llevara la bandera española y le dije que no. Llevé la de Andalucía.

P.- Lector y melómano. ¿Qué libros lees y qué música. escuchas en casa?

R.- Leo de todo, pero me gustan los autores contemporáneos. En cambio, prefiero la música clásica a la moderna. Desde siempre he escuchado música clásica de infinidad de autores. Me hubiese gustado aprender a leer música y tocar algún instrumento, pero nunca ha habido ocasión de hacerlo, así que me limito a disfrutar de la música que hacen otros. Siempre me ha gustado asistir a los conciertos de la banda municipal.