Fuentes tuvo un sueño que el tiempo y la desidia se han encargado de convertirlo en pesadilla. El sueño fue la planta de biodiésel instalada con mucho boato y regada con abundantes subvenciones a la entrada del pueblo. La pesadilla es la misma planta, convertida ahora en un vertedero en el que camiones arrojan todo tipo de residuos contaminantes, muchos de ellos peligrosos. La policía local de Fuentes ha logrado interceptar infraganti hace una semana a uno de esos camiones, procedente de Morón, descargando toneladas de césped artificial, un residuo considerado peligroso que, además, puede arder y generar humo tóxico.

Césped artificial, aceite industrial, uralita, viejos frigoríficos, escombros, muebles... El impacto sobre Fuentes es doble: ambiental y estético. Lo primero que se ve al tomar el desvío de la autovía en dirección a Fuentes es la imagen de la ruina y el abandono. Lo segundo, la desidia de un espacio que parece haber sido bombardeado. El edificio de lo que fue la planta de biodiésel ha sido sistemáticamente sometido al expolio por una legión de chatarreros. Los muebles, las ventanas, las puertas y hasta la estructura metálica han sido sustraídas, cortadas, arrancadas. Muchas paredes prefabricadas se han venido abajo cuando les han quitado las vigas de hierro que las sostenían.

Al mismo tiempo, alrededor del edificio derruido han ido apareciendo cerros de escombros, pilas de alquitrán, montañas de uralita (cancerígena), muebles rotos, frigoríficos mohosos, bidones de plástico y restos de césped artificial procedentes de campos de fútbol. Al menos doce tráiler han descargado césped artificial en el improvisado vertedero de Fuentes. Todo, para eludir el pago del impuesto que grava los vertidos controlados. Han sido detectados vertidos procedentes de varios pueblos de los alrededores. También de Fuentes, sobre todo escombros de obras que se han ahorrado el pago de la correspondiente tasa municipal.

Lo peor es que el problema parece irresoluble porque nadie sabe de quién es el edificio y el solar de la antigua planta. Tanto el Ayuntamiento como el Seprona han presentado numerosas denuncias, pero ninguna ha tenido éxito a la hora de controlar los vertidos. Las instalaciones fueron embargadas por el banco que puso una parte de las inversiones, por medio de una empresa instrumental. Pero eso hace que nadie sepa contra quién actuar, mientras los montones de vertidos crecen y crecen. La guardería rural y la policía local tratan de evitar los vertidos, pero no pueden vigilar 24 horas un recinto que carece de cerramiento. Una propuesta que está en estudio es levantar un muro en el acceso desde la carretera, aunque sea con tierra.

Mientras eso llega, los vecinos han tomado la responsabilidad de avisar a las autoridades cuando ven movimientos extraños. Fruto de eso ha sido la denuncia impuesta al camionero de Morón, que se enfrenta a una importante sanción por vulnerar la la de Gestión Integrada de Calidad Ambiental (GICA) que prevé multas desde 300.000 hasta 1.200.000 euros para las infracciones muy graves. La competencia de la aplicación de la ley GICA es de la Junta de Andalucía, que hasta ahora ha sido incapaz de cortar los vertidos.

Las dos mayores preocupaciones son los restos del enorme depósito de aceites, que podrían estar filtrándose y contaminando el subsuelo y las fincas agrícolas del entorno, y el posible incendio de los residuos plásticos del césped artificial, que provocaría humos tóxicos y la afección del suelo. De hecho, los bomberos han tenido que actuar en varias ocasiones, antes de que existieran los vertidos del plástico, para sofocar incendios de muebles. Problema ambiental e impacto visual se suman en este foco de contaminación sin que nadie acierte a darle solución a la pesadilla en que ha devenido el viejo sueño de una planta de biocombustible respetuoso con el medio ambiente. La pesadilla continúa.