Fue a finales de agosto de 1724, de lo que se vienen a cumplir en estos días trescientos años. Aquel último viernes del mes, marcado con el 25 en el almanaque, nacía un varón –probablemente en la casa familiar de la calle San Sebastián– que en la mañana del día siguiente fue bautizado en la pila de Santa María la Blanca de Fuentes de Andalucía con el nombre de Cristóbal Ramón, hijo de Juan Ruiz Florindo y Marina del Corral. Su padre, iniciador de un estilo arquitectónico singular y una interesante serie de obras que la estirpe Florindo dejaría repartidas por la parte occidental de Andalucía, era ya al nacimiento de Cristóbal un maestro de obras en auge. Tenía entonces 25 años y una prolífica carrera en el ámbito de la construcción y la ornamentación con ladrillo de barro cocido por delante, que complementada con operaciones inmobiliarias y agropecuarias le propiciarían una holgada situación económica.
Cristóbal sería el varón segundón de la familia y tercer hijo del matrimonio, después de María (1720) y Alonso (1722), y tras él nacieron Juan José (1728), Ana (1734) y Antonio (1745). Como su hermano Alonso, y con posterioridad el resto de sus hermanos varones, Cristóbal aprendió el oficio y adquirió su formación inicial en el labrado del ladrillo de su padre, con el que pronto empezaron a trabajar –siendo muy jóvenes– en el mundo de la construcción, tanto en Fuentes como en otros puntos próximos como Palma del Río y probablemente Arahal, con un aprendizaje de la profesión meramente práctica basada en la experiencia.
En la producción artística legada queda manifiesto cómo Alonso depuró lo aprendido de su progenitor y evolucionó considerablemente, hasta llegar a convertirse en el más notable de los miembros de la dinastía Ruiz Florindo y el de mayor proyección laboral, social y económica; no solo por su valía y talento, sino también por el impulso de su progenitor y otras circunstancias tales como los efectos del terremoto de Lisboa, que le posicionarían para el desarrollo de un alto número de proyectos. Ante tal realidad, sus hermanos Juan José y –sobre todo– Cristóbal trabajaron en numerosas ocasiones subordinados a Alonso.
En el caso de Cristóbal, su nombre aparecerá constantemente a lo largo de su carrera junto al de su hermano mayor, convirtiéndose en su alter ego y en quien Alonso tenía depositada su más absoluta confianza; un hecho que consecuentemente le privó de actuar de manera independiente, anulando su propia personalidad artística y mermando su trascendencia en el ámbito de la arquitectura.
Su vida matrimonial fue desdichada, enviudando sucesivamente y llegando a contraer matrimonio hasta en tres ocasiones. En 1745 se casaría con María Teresa Rodríguez. Isabel Hidalgo de Morales sería su segunda esposa y Juana Ruiz Castizo su última, que le sobrevivió, y de cuyos matrimonios se le conocen al menos tres hijos: María del Carmen (nacida en 1750), Antonio (que siguió la carrera militar y en 1777 aparece como sargento del regimiento de Infantería de Saboya) y Juan Ildefonso (1767).
En la década de 1750 trabajó en la construcción de la nueva ermita de San Francisco, como maestro, cobrando el jornal de ocho reales al día, dos menos que su hermano Alonso, que dirigía la obra y por su itinerancia y carga de trabajo ya delegaba en su hermano menor, dejándolo al frente de sus proyectos. Lo mismo ocurriría en la construcción del nuevo edificio consistorial y cárcel de Fuentes, que aunque bajo la dirección de Alonso, será Cristóbal el que se hará cargo de gran parte de la edificación, puesto que el asentista tenía en esas mismas fechas otras ocupaciones inexcusables, quedando culminado en 1772.
El propio Alonso dejaría testimonio escrito de esta muestra de confianza absoluta hacía su hermano y otorgamiento de poder para que actuara en su nombre siempre que las circunstancias lo requirieran. En varias ocasiones, el propio cabildo de Fuentes le demandó ante su ausencia en la dirección de las obras: Alonso Ruiz Florindo, vecino de Fuentes, y maestro examinado de ella, "digo que por quanto corre a mi cargo la construcción y erección de nueva fábrica a fundamentis de las casas capitulares que estte Ayuntamiento estta haciendo con orn y mandato del Real y Supremo Consejo y esttandolo ttambien todas las obras de la Real y nueba población de la Luisiana como maestro maior de ella…", ante cualquier ausencia de mi parte y cuanto requiera el corregidor u otros capitulares, delego en la "persona de ygual ynttelixencia a la mía que pueda responder a sus preguntas propuesttas o dificultades que puedan ocurrir siendo de la misma facultad con ttoda aprobación Christtóbal Ruis florindo Alarife des esta villa mi hermano y de quien por su agilidad tengo entera sattisfacción y otorgo poder…" para ello.
A pesar de tal supeditación, se le conocen a Cristóbal ciertas actuaciones de manera autónoma en la construcción de viviendas particulares, como la que erige para María Vidal a la salida de la calle Mayor en 1764, e incluso llegó a ejercer el cargo de alarife municipal del consejo al menos durante los años 1764, 1768 y 1779. Pero será la construcción de la nave sur o de la Epístola de la iglesia parroquial fontaniega –de momento– la obra documentada de mayor envergadura ejecutada bajo su dirección autónoma en el ejercicio de su profesión en solitario, y que iniciaría a finales de 1767 bajo la supervisión del maestro mayor de obras de arzobispado Pedro de Silva.
La ampliación del templo que su hermano Alonso había ejecutado años antes (1764-1765) con una nueva nave en el lado del Evangelio (colindante a la actual plaza de Santa María la Blanca) resultó insuficiente, necesitándose el añadido de otra nave en el lado de la Epístola, de manera que se resolviera definitivamente el problema del alojo de los feligreses de una población en auge y se solventara la necesidad estética de mantener la simetría del templo en torno a su eje longitudinal. Su fábrica fue concluida en 1769, aprobándola el arquitecto Silva el 6 de mayo del mismo año.
Relativa a esta destacada intervención en la carrera profesional de Cristóbal Ruiz Florindo, reproducimos a continuación un documento inédito autógrafo del propio maestro de obras. Dice así:
"Chistobal Ruiz Florindo Maestro Alarife de esta villa a cuyo cargo corrió la obra y fábrica de una nave que se hizo en la iglesia parroquial de esta villa, certifico y juro que estando abriendo los cimientos para dicha obra en la pared principal de la calle se descubrieron dos pozos, los que fue preciso macizar […] para la seguridad de la pared, y asimismo se le echaron dos barretones de hierro a la columna que mantiene los dos arcos que se abrieron en la pared principal de dicha iglesia, con una cruz de hierro en el pie, […] para fortaleza de dicha pared, en que se gastaron ocho arrobas de hierro. Y asimismo se pusieron dos tirantes de madera de más de los necesarios, porque fue indispensable ponerlos, para más seguridad de la expresada obra. En todo lo cual se gastaron, hasta en cantidad de setecientos reales de vellón. Y por ser todo la verdad firmo la presente en la villa de fuentes, en treinta de abril de mil setecientos setenta y nuevo. Rúbrica autógrafa de Cristóbal Ruiz Florindo".
Otra de las acciones documentadas de Cristóbal data de noviembre de 1768, cuando presenta al cabildo municipal un memorial solicitando la autorización para la construcción de uno o dos molinos harineros en terrenos de propios para el beneficio del común de los vecinos. Éstos serían levantados aprovechando el caudal del arroyo del Alamillo, con la creación de un sistema de aprovechamiento de las aguas fluviales y de los pozos de la zona, y la reutilización del agua para un abrevadero de ganados y riego de una huerta. Un proyecto para el que obtuvo el beneplácito del cabildo en la sesión celebrada el 30 de noviembre de 1768.
En estos años, la actividad constructiva de su hermano Alonso es plena y su ausencia de Fuentes constante, incluso llegando a residir durante algún tiempo en la próxima Palma del Río, desde donde atiende sus compromisos de aquella comarca. Cristóbal sigue siendo la persona de confianza de Alonso en Fuentes, y podemos llegar a estimar que la relación familiar es cercana y fructífera, hasta el punto que en 1774, al nacer el primer nieto de Alonso –hijo de Alonso Ruiz Florindo de Carmona–, sus tíos abuelos Cristóbal Ruiz Florindo y Juana Ruiz Castizo son sus padrinos de bautismo.
No se conoce que pudiera llegar a ocurrir, pero cierto es que los últimos años de vida de Cristóbal fueron decadentes. La muerte le sorprendió el 26 de mayo de 1786, a los 61 años, y debió ser inesperada al dejar pendientes diversos asuntos, entre ellos el testamento. En estas fechas su situación debió ser precaria, ya que en el propio registro de defunción se hace mención a su pobreza. A su muerte vivía en la calle Lucía Ojeda (Aurora), siendo enterrado en la ermita de San Francisco «por no haber cabida en la Parroquia».
La historia le ha dado a Cristóbal Ruiz Florindo un papel de segundón, de sustituto y subalterno, pero no por ello, su relevancia debe de pasar desapercibida. Su obra permanece casi tres siglos después, y muy probablemente, muchas de las edificaciones fielmente atribuidas o firmadas por su hermano Alonso fueron ejecutadas y dirigidas in situ por el propio Cristóbal. Sea como fuere, su figura es una pieza indispensable en la fructífera y destacada estirpe Ruiz Florindo, de tan relevante legado para Fuentes de Andalucía.