Este artículo va a contar una historia que podría ser del Oeste americano al modo de "Johnny Guitar" (Nicholas Ray, 1954) aunque Andalucía no sea la California del sur de Europa que pretendía Borbolla ni Fuentes un poblado donde se rifan los tiros por mor de la llegada del ferrocarril. Más bien al contrario, aquí la codicia se desató cuando el ferrocarril dejó de llegar al poblado y la antigua vía dio paso a un nuevo tren, el de la venta de los viejos terrenos de Renfe. La protagonista de la película "Johnny Guitar", Vienna (Joan Crawford) construye un casino junto a los terrenos por donde va a llegar el tren con la esperanza de hacerse rica cuando aquello se convierta en una gran ciudad. Pero desata el enfrentamiento con los ganaderos.
En Fuentes también tenemos una protagonista americana, aunque en vez de Vienna se llama Linda, que compró un terreno en la zona llamada a convertirse en la mayor urbanización del poblado. El lugar del tren lo iba a ocupar la vida a todo tren, la diversión. Y empezó el baile del dinero. Aunque aquí no haya casino, el negocio de la venta de parcelas hizo que emergieran no pocas pasiones. Sin duelos bajo el sol ni linchamientos como ocurre en "Johnny Guitar", pero con pasiones, ambiciones y lucha por el poder. Chérif incluido. Corrían los últimos años ochenta cuando alguien exclamó ¡coño, qué están haciendo aquí! al ver la febril actividad constructiva de lo que iba a ser la gran avenida de la diversión de Fuentes. Las Vegas de la campiña.
Aquella exclamación contenía el don del bautismo porque desde aquel momento el lugar dejó de ser conocido como el barrio la Rana o el puente la Lagunilla y el Paseíto del Coño quedó grabado a fuego en el ADN de los fontaniegos y fontaniegas. En vez de los dinamiteros de la compañía ferroviaria, por las viejas laderas del tren andaba un tal Juanito el Mirlo, maestro de la villa, encargado de sustituir terraplenes teñidos de hollín por albañilería ajardinada. Mandaba en la casa de la villa un alcalde conocido como Catalino, que en tiempos pasó por la cárcel por rojo, que trataba de embridar el progreso con formato de justicia social y que floreciera la modernidad en los 400 metros de laderas del cañón del Colorado por el que había circulado el tren camino de Écija.
Hasta entonces, por aquellos lares, además de algún tren asmático, andaban los borregos de Francisquito Mesesale (Francisco Moreno), un zagalón entonces, con más corazón que pecho. Juan Turutu vio cómo le demolían una nave recién construida para criar pollos en el paso a nivel, en el solar que ahora ocupan el colegio Santa Teresa y el instituto Ruiz Florindo. El Turutu era uno de los hombres más trabajadores que ha dado Fuentes, siempre doblando el lomo, con aquel sombrero de palma que se colocaba. Muy buen arador con mulos, cogía su mula blanca y se iba al Cerro Negro a arar sus mirasoles, chorro por chorro, y eso que ya tenía aquel tractor Renault colorao.
En honor a la verdad, habría que decir que el visionario, el creador del paseíto y de los colegios fue Juanito el Mirlo, albañil detallista y bien considerado. Albañil de ricos, que se decía en Fuentes. De él aprendieron Manolo el Sillero, Carrero, Andrés... Juanito el Mirlo siempre trabajó con Diego Trapito y con que después fue maestro de la villa, Carrero. Él trazó también el arco la feria. Juanito el Mirlo tenía mucha amistad con Sebastián el Catalino. Siempre estaba metido en el bar los Catalino y asesoraba a Sebastian. Maestros de la villa fueron José Perico, Juan Niito, Juanito el Mirlo, Diego Trapito y Carrero. A Jose Perico le llamaban el de la sargenta. Juan Niito era un albañil muy curioso, pero muy corto de faena. Su padre enseñó a muchos albañiles fontaniegos como fueron los Silvestre y los Ratones.
Por entonces, ovejas, cabras y escombros habitaban lo que hoy es la milla de oro de Fuentes. Por eso, cuando alguien se asomó al lugar y vio en la trinchera del tren las cuadrillas de albañiles comandadas por Juanito el Mirlo y Diego Trapito no pudo reprimir la exclamación que más fortuna ha hecho en el pueblo. ¡Coño, qué están haciendo aquí! Renfe había puesto a subasta los terrenos, que se los adjudicó el ayuntamiento, paso previo a su urbanización y venta. Las parcelas movieron abundante dinero, aunque difícil es saber cuánto y cómo fue aquello. Sabemos que aquellos terrenos baldíos fueron creciendo trigales llamados El tucán, El Oasis, La Vía, La Meaíta, El Kiss, La Costa, La Fábrica, La Era, El Garabi, D´Arte...
Una cosecha bulliciosa y alegre que atraía a unos y expulsaba a otros. Los mayetes del cubalibre. Entre los que llegaron estuvo Linda, la americana que un día pasó por Fuentes y quedó prendada del barullo y la quietud extremas. La urbanización del paseo de San Fernando corrió a cargo de Juanito el Mirlo, sustituido después por Diego Trapito. Allí echaron los dientes en la profesión los hermanos Sillero. Cuadrillas del Plan de Empleo Rural fueron también artífices de la magna obra, que duró más que la casa de la Callosa. Ocho años tardaron en hacer el paseo desde que se propuso el proyecto hasta su inauguración en diciembre de 1987.
Con el proyecto de la antigua vía del tren, sin saberlo, el alcalde Catalino estaba dándole la puntilla a los bares del centro, entre otros al suyo. Aquel lugar de las afueras tenía imán para las nuevas generaciones. La moda era irse a divertir lejos del centro, donde había espacio para dejar el coche. El barrio la Rana, antes depauperado, empezó un proceso acelerado de revalorización hasta convertirse en el actual "Manhattan" de Fuentes, con las mejores casas del pueblo. Una vez colmatado el barrio la Rana, ahora el emporio es la era de Furín, mientras que el centro ha ido perdiendo vitalidad y ambiente.
Los novios de la época que frecuentaban el paseíto del Coño estaban catalogados en tres categorías: los que todavía no se habían dado el primer beso y hablaban mucho, los que se habían dado un primer beso y hablaban menos y los que se besaban continuamente, buscaban el lado oscuro y no se decían ni media palabra. Las conversaciones eran siempre las mismas. Que si el tajo de cebollas en Lora del Río, que si el tajo de remolachas, que si hay que arar los barbechos, que si la marca de coches de moda era la Opel... El hijo de Manolo Nonilla, el hijo de José Perico, el polvero, y su cuñado Furín, se citaban todas las semanas en el paseíto para echar la quiniela.
Los bares de arriba del paseíto se llamaban La Vía y La Meaita. Allí, Juan Luis Carcelero se empeñaba a rescatar a los emigrantes para que volvieran a Fuentes. Llegó a haber 14 bares y discotecas. La Costa, le llamaron al lugar. A principios de los noventa, recién estrenado, vino a Fuentes la tejana Linda, la americana con mucho dinero y se enamoró del lugar. Compró una parcela y mandó hacer una casa "estilo americano", espectacular, que le costó ¡25 millones de pesetas!. Un escándalo. Lo nunca visto. La cooperativa Cafa de albañiles hizo el palacio menos habitado de Fuentes.
Al final de "Johnny Guitar", Vienna se queda con su enamorado John Logan (Sterling Hayden) aunque sin su casino, pasto de las llamas provocadas por Enma, la mala de la película. Nada aclara el film sobre lo que ocurrió cuando por fin el ferrocarril llegó al poblado, del que no conoce el nombre, pero sí la historia de dos mujeres de armas tomar, Vienna y Enma, y de cómo el paso de las vías por un lugar desata todo tipo de pasiones y transforma la vida de las personas. Más o menos, como en un poblado llamado Fuentes, situado en el lejano Oeste de algún lugar, en mitad de la campiña.