Somos animales sociales, eso precisamente es lo que nos ha procurado un éxito indudable desde los tiempos de Atapuerca. Muchas veces entendemos ridículamente que las formas son más importantes que el fondo que habita en nuestras intenciones. Decir las cosas envueltas en celofán, por terribles que sean, dulcifica el discurso hasta tal punto que lo único importante para muchos parece ser la forma de comunicarnos en lugar del contenido. Vivimos tiempos circenses en los que la apariencia lo es todo, así que el ser humano contemporáneo es un híbrido entre payaso, viajante de comercio y actor del método. En algunos casos actuamos sin un guión, pero la mayor parte del tiempo tenemos incorporado el libreto de nuestro discurso.
La política no deja de ser un reflejo del pueblo mismo. En principio es muy noble la persona que lo deja todo, si lo tiene, para dedicarse al servicio público, que en contra de lo que parece no está bien pagado. Las y los políticos dedican los mejores años de sus vidas a solucionarnos a los demás los grandes problemas que nos atenazan. Teniendo en cuenta esto, sería de suponer que nadie en su sano juicio querría dedicarse a ese oficio. Sin embargo la mayoría de estos personajes públicos porfían duramente para conseguir el poder ¡Qué poder de enganche tan grande tiene que haber en la política!
Hoy, probablemente más que nunca, los “padres de la patria” dominan el arte de la seducción a través de los buenos modos. La sonrisa Close-Up de algunos es como un cartel luminoso, un anuncio que resalta la bondad de sus intenciones. Son correctos, divertidos, ocurrentes y encantadores en la captación del votante converso, enérgicos con el indeciso y conciliadores con el extraviado. Algunos le llaman a esto carisma y al parecer los mortales estamos necesitados de él. Como casi nadie consulta el diccionario de la RAE, especialmente en los medios de comunicación, se confunde con mucha facilidad moderación con buena educación. Ser educado está muy bien, es lo que nos libra de violencias sangrientas.Teniendo labia y unos piños resplandecientes, el cielo está al alcance de cualquiera, piensan muchos. Lo de ser moderado es otra cosa.
Hay quien se acaba pareciendo a la Pantoja en aquel momento estelar en el que dijo: “dientes, dientes, que es lo que les jode”. Es la cara sonriente usada como venganza, que no se parece nada al espejo del alma, sino a la pantomima del teatro del absurdo ¿De qué se reirán las hienas mientras se disputan la carroña? ¿Es mejor la actitud de los cocodrilos que lloran desconsoladamente mientras desayunan una cebra? Lo cierto es que en lo público la falsedad del gesto se impone. Ay, si fuese sólo el gesto… Los discursos, llenos de eufemismos y de medias tintas de calamar que todo lo ennegrecen o peor aún, que blanquean hasta el ultra centro más apolillado, nos pretenden hacer comulgar con hostias del tamaño de ruedas de carromato de feria. Mientras las formas sean delicadas…
Además de los risitas bien educados en protocolo, con las manos más suaves que el culito de un bebé, existe otro modelo de líderes que usan lo inflexible como cartel. Estos no se doblegan, no se achican, no son cobardes. Muy al contrario, viven en un cabreo permanente, así demuestran su fuerza inagotable, su capacidad de liderazgo. La política es un combate en el que ganará quien tenga los colmillos más afilados. En muchas formaciones, por aquello de atacar un amplio espectro, se juega al viejo truco del poli bueno, poli malo.
Cada cuatro años, volvemos a las urnas, cual torna la cigüeña al campanario, para elegir a quienes nos representen. La buena facha, el nudo windsor o el descamisamiento, juegan un papel determinante para muchos ciudadanos, que escuchan con atención la música de su canción sin atender a la letra. No se plantean si lo que dicen es cierto o no, si hay alguna lógica en las palabras gruesas, o en ademanes agradables a la vista. Más allá del tono mitinero o conciliador, deberíamos pensar en qué dicen, más que en cómo lo dicen y qué hicieron antes de pedirnos el voto “¿Dónde estabas entonces, cuando tanto te necesité?”
El problema es que los ciudadanos nos estamos convirtiendo en futboleros adolescentes, hinchas del que domina las formas. Nos dicen que somos de clase media y nos lo creemos, que bajarán los impuestos y creemos que sin dinero puede existir lo público por arte de magia. El futuro rosáceo y sonriente sin concretar, ese mundo ideal del tanto tienes tanto vales, deberíamos compararlo con otros paraísos que nos vendieron y se trucaron en pesadillas no hace tanto tiempo.
La política es demasiado importante como para dejársela a los políticos, deberíamos tomárnosla en serio, nos va la vida en ello.