Cuando yo era niña mandaba en España un dictador. Entonces no lo sabía y me creía todo lo bueno que me contaban de él. Nos había salvado de las hordas comunista, que debía ser una cosa malísima porque lo ponía en mi libro de primer grado. Nos había salvado de entrar en la segunda guerra mundial, que también sería una cosa tan mala que hasta un general buenísimo mandó a pelear a Rusia, la madre de todos los males, junto a Hitler a unos españoles valientes que regresaron a veces muertos, a veces después de sufrir cautiverio. También escuchaba decir: “no te metas en política, ni pongas tu nombre en ninguna parte ni te apuntes a nada. Pensaba que eso de poner tu nombre en una lista era algo malo, oscuro, misterioso, que las personas de bien no debían hacer.
Pero, mire usted, como todo el mundo, fui creciendo -algo natural- y me dio por leer y pensar. Y no solo eso, sino que fui descubriendo que había injusticias, discriminaciones y desigualdades en todos los sentidos, especialmente entre hombres y mujeres, que me sublevaban enormemente y me siguen sublevando. Así fue como, poco a poco, nació en mí la conciencia social y política.
La política, esa que tan mal vista está, ha sido la responsable de que ahora tengamos derechos, libertad, algo de igualdad y de que yo pueda escribir lo que escribo sin miedo a la represión policial impuesta por un dictador. No estoy hablando de un partido ni de otro, sino de políticas y políticos de unos y otros partidos que han trabajado y trabajan por el bien común, recibiendo nada a cambio. Personas que viven la política a pie de calle, que después de su trabajo han dedicado y dedican su tiempo a la política quitándose tiempo para el sueño, para estar con a sus familias y amigos, soportando críticas y descrédito.
Vivimos tiempos confusos, estamos en el fin de una era, apenas sin darnos cuenta. En la era que viene las grandes corporaciones, los ricos sin alma serán los dueños de nuestras vidas, ya lo son. Han creado la cultura de la no política, del salvarse quien pueda, haciéndonos creer que eso de la política es algo engañoso, inútil, incluso perniciosos. Existen políticos y políticas que cumplen a la perfección con esa imagen que nos presentan interesadamente los mismos que no les conviene que creamos en la política. Esta clase de políticos y partidos son parte del juego, están al servicio de los intereses del capital, de los poderosos, comparten los mismos fines y objetivos.
Lo que no voy a entender es a esos políticos que, ante cualquier movimiento ciudadano, cuando no les interesa, pretendan desprestigiarlo diciendo que “eso es política”, sin darse cuenta, o dándose cuenta, de que están tirando piedras sobre su propio tejado. Para desprestigiar las protestas, las plataformas, cualquier grupo que luche por lo que cree justo -o que simplemente busque una forma distinta de vivir la política de alguna manera- salen diciendo: “no creáis en ellos, es solo política, no merece la pena escucharlos”.
Yo, que durante años milité en un partido, el PSOE, y que dejé de hacerlo -aunque me colgaron el sambenito- sigo siendo una persona política, una mujer política porque entiendo que lo personal es político. Aquel que dice que no le interesa la política acaso olvida que otros la harán por él o por ella. No podemos vivir ajenos a la política, a menos que queramos ser, como ya decía en mi anterior artículo, buenos ciudadanos obedientes al amo y a su perro.