Anoche tuve un sueño. En él, la calle Mayor bullía de gente alegre, los coches y contenedores de basura habían desaparecido y en su lugar pude ver árboles, veladores, puestos de chucherías, tenderetes. Las fachadas relucían y los adoquines tenían la misma altura que las aceras, casi todo cubierto de sombras que aliviaban los rigores del verano. En la esquina del Catalino resaltaba la figura del Bobi sirviendo cafés y tostadas con manteca colorá.
Anoche tuve un sueño. En él, el Catalino volvía a estar abierto gracias a la peatonalización del centro de Fuentes. Fue un sueño tal vez inducido por la lectura de los artículos de este periódico que han abierto la posibilidad de un centro de Fuentes más habitable. En el sueño tomaba aquel café inigualable que servía Román en su bandeja voladora. No fue más que el sueño creado por un cerebro de uno de los cientos de huérfanos del Catalino.
La legión de los huérfanos del Catalino sueña con su reapertura. Veintidós años sin el Catalino son muchos años de orfandad. Dios, qué ganas de que se vuelva a abrir para poder tomar un café solo en el Catalino. Ahora con más motivo todavía con la calle Mayor sin tráfico, con velas para sombra y mesas o toneles en mitad de la calle. Algo más abajo, pasada la plaza de Santa María la Fresca, el Patio competiría con el Catalino por ganarse el favor del público.
¿Cómo recuperar el sabor que tenía antaño el café? ¿De qué forma transitar la quietud de las tardes comiendo un paquete de pipas Kelia, revivir las tertulias con el amigo Soberao y poner el codo sobre la barra mientras el Bobi giraba medio cuerpo para ver en la tele, de reojo, al “Coche Fantástico” acudir en auxilio de su conductor, David Hasselhoff, en apuros? Reír escuchando a Antonio Catalina decir que a beber agua se va al arroyo, que en el bar se sirve cerveza o vino. Los Catalino tuvieron un porrón sobre la barra hasta que llegó la modernidad de la fuente de acero inoxidable dentro de la barra.
Los huérfanos de la hermandad del Catalino sueñan con aquellos mañaneos de tostadas con manteca colorá o jeringos de la plaza. Todavía sienten en la barbilla el chorreo del aceite del primer bocado. La gloria de la copita de aguardiente, el vino de los mediodías, las cervezas y la tapita de jamón transparente. Tan bueno era el Bobi cortando el jamón que un día Benito, el que fue entrenador del Carlos III de Cañada, se puso la tapa en un ojo y le dijo “Bobi, te veo”.
Los chavalillos volverán al bar de los Catalino a meterse detrás de la barra buscando las canastitas de las cervezas y refrescos con las que jugar a la "arrimaíta". No hay cosa que haga disfrutar más que entrar detrás de la barra del Catalino y disputarse el favor de las canastitas de las manos de Sebastián, de Bobi o de Román. Que a este ya le has has dado muchas, que dámelas a mí, que no se las des a otro…
Con el sueño de la peatonalización llega la fantasía de los calamares del Catalino, pero servidos en mitad de calle, que pasará de ser estrecha a ser ancha. Con velas entre la esquina del maestro Olla hasta el ayuntamiento. La carne con tomate bajo ese parasol de la calle Mayor no sabrá a desinfectante de piscina ni a sombrilla de Matalascañas, sino a penumbra de morera en la Alameda. Huevos con bechamel, salpicón y camarones. Habrá aire acondicionado natural en el Catalino hasta la madrugada. Volverán los tratantes, los negocios, las ventas confesables y hasta las inconfesables.
Sin los coches, el carnaval será dueño y señor de la Carrera de Antonio el Parro. Mal que le pese a los huérfanos del Catalino, había veces que el Parro le ganaba la partida del bullicio. Aquella misma Carrera que vio pasar de largo cientos de jamones del Parro, cuando sea peatonal, la parroquia del Laure no andará todo el año disputándose el espacio con los parachoques ni el aire con los tubos de escape. Ni en las aceras los peatones con los guardabarros. El paseíto de la Plancha era bonito hasta con coches, pero más bonito lo va a ser sin coches. Como el centro de Granada. Igual que Sevilla. Lo mismo que Barcelona.
A los huérfanos del Catalino no les cabe duda de que la peatonalización llegará a buen fin, como que el mejor bar de Fuentes volverá a abrir sus puertas en un centro de calidad de vida y ocio. Lo antiguo está de moda. Vintage, le dicen ahora. Combinación de lo moderno y lo antiguo. Limpiar el centro de coches y plantar arboleda es apostar por el mejor futuro para Fuentes.