El colectivo Andalucía y Democracia viene este 28 de Febrero a alimentar la alegría de la memoria y unirla a un futuro de esperanza. Le queremos decir a la sociedad andaluza que es necesario recuperar la fuerza del pueblo andaluz. Se lo decimos a sus gentes y a sus empresas, a sus jornaleros y jornaleras y a sus productores agrarios. Queremos que nuestras demandas vitales estén en el centro de la reconfiguración de los poderes mundiales, europeos y del estado. Pedimos a nuestras asociaciones, sindicatos, empresariado, partidos y gobierno que alcen la voz por Andalucía. Proponemos que el interés andaluz esté canalizado con voz propia, con voz andaluza.
Es malo que Andalucía esté gobernada en la actualidad por quienes no creían en el estado de las autonomías, y mucho menos en que fuese nacionalidad histórica. El PP y Ciudadanos han interiorizado la Junta de Andalucía como instrumento de gobierno de primera magnitud, pero dirigen sus políticas a debilitar los servicios públicos para privatizarlos, a intensificar el modelo productivo que produce escaso valor añadido, al trabajo precario y mal pagado, con especial afección sobre las mujeres, y a daños ambientales graves en tiempos de cambio climático. En el horizonte acecha Vox, un partido inhumano con la inmigración, antiautonomista, antifeminista, antiecologista, antiderechos laborales y sociales, que desprecia los derechos de los animales, un partido que pone en riesgo la democracia.
Porque Andalucía está gobernada hoy por los herederos políticos de quienes hace 42 años decían “Andaluz, este no es tu referéndum”. Unión de Centro Democrático y Alianza Popular representaban todo el espectro ideológico de la derecha española que tenía la necesidad de salir del aislamiento, en el marco de la entonces denominada Comunidad Económica Europea. El 28 de febrero de 1980 pidieron a los andaluces y andaluzas que no fuesen a votar o que votasen no. Trataban de impedir que Andalucía se constituyese en autonomía plena con el reconocimiento constitucional de nacionalidad histórica como Galicia, Euskadi o Cataluña.
Andalucía votó masivamente el 28 de febrero de 1980. Hubo más síes que noes en todas las circunscripciones electorales provinciales, salvo en Almería, donde ganó el sí de manera arrolladora pero no superó por décimas el requisito de atraer la mitad del censo. Aquel fue un triunfo histórico del pueblo andaluz, que ejecutó de aquella forma la demanda expresada en las movilizaciones del 4 de diciembre de 1977. Aquel ejercicio orgulloso del derecho a decidir obligó a reinterpretar la Constitución y la Ley Orgánica 2/1980 sobre las distintas modalidades de referéndum. La Ley Orgánica 12/1980 sustituyó el requisito de mayoría del censo en Almería por la petición de los diputados y senadores de la provincia.
Andalucía abrió el camino de la autonomía plena para sí, además de abrir el mapa de competencias autonómicas del que hoy se benefician muchos territorios que iban a ser considerados “entes administrativos descentralizados”. Años después, estatutos como el de Castilla y León permiten la convocatoria de elecciones propias, incluso anticipadas, separadas de las elecciones municipales que se convocan por el gobierno central. Una potestad que ganó Andalucía el 28F que ahora celebramos.
Andalucía tenía entonces desperdigados por el mundo más de dos millones de emigrantes, más de un millón en Cataluña. El pueblo cultural andaluz tuvo claro que autogobierno significaba democracia, derechos, soberanía propia para desarrollar políticas educativas y sanitarias públicas con presencia en todas las comarcas y municipios, freno a la inmigración, afrontar los problemas de miseria y carencias en el campo andaluz, y sentar las bases para una estructura productiva propia fijando población al territorio.
Es indudable el avance de Andalucía desde entonces hasta la actualidad. Pero también es indudable que Andalucía ha devenido territorio de turismo masificado, agricultura intensiva, construcción y desindustrialización como fruto de haber perdido peso político en el conjunto del estado y el consiguientemente peso reivindicativo en el marco español y europeo. Fruto también de la coincidencia del bipartidismo del PSOE y el PP y de haber sido usado el voto andaluz para impulsar intereses ajenos a nuestra tierra. Todo esto, agravado por el proceso de los dos últimos decenios de la externalización de la producción a China y otros países del sudeste asiático. La carencia de fuerza soberana convierte a Andalucía en territorio extractivo de capital humano, capital ambiental y capital económico, al tiempo que territorio de vertido de residuos. Lo que la lleva a tener los mayores índices de desigualdad, desempleo y pobreza de toda la UE.
Andalucía no está vacía. El efecto capitalidad de Sevilla no ha provocado un vaciamiento generalizado, aunque sí en algunas comarcas, a pesar del tremendo éxodo de humanidad andaluza muy cualificada sufrido en el último decenio. El problema es la desafección respecto del poder institucional andaluz radicado en la capital. Se está a tiempo de parar el proceso de disociación andaluz, algo que desea el estado profundo español de raíz franquista. Es un riesgo que se liquide nuestra fortaleza conjunta. No se puede ignorar que la capitalidad andaluza se enfrenta, sobre todo en algunas provincias, a un sentimiento extendido de agravio de poder.
Toda Andalucía ha sufrido desindustrialización y desestructuración territorial. Sevilla también. Los tres barrios más pobres de España están en la capital andaluza. No ha habido nada que repartir porque no han existido políticas autonómicas de industrialización y de cambio de modelo productivo. Todo el territorio andaluz ha sufrido la devastación industrial y la destrucción territorial y ambiental. La economía precaria va de este a oeste y de norte a sur.
Andalucía pierde cohesión por la concentración del poder, por la sensación de que las decisiones se toman lejos de sus capitales y sus comarcas. Contribuye la falta de ferrocarril que estructure un territorio común y el desequilibrio en las conexiones con el exterior. Pierde cohesión porque se concentra en Sevilla sedes y órganos de gobierno provinciales. Como lo hace el cierre de colegios en el mundo rural, la falta de banca propia y su reflejo en todos los pueblos. Y el deterioro de la sanidad. El abandono se retroalimenta. Comarcalizar la administración autonómica es esencial, dar poder real a las delegaciones territoriales y disminuir su dependencia del poder de las consejerías y direcciones generales también.
En Andalucía y Democracia creemos que el feminismo une la democracia a la vida, que el ecologismo une la democracia al territorio y que el federalismo fortalece la democracia con la soberanía de municipios, comarcas, provincias. Un pueblo cultural y político como es el andaluz no puede seguir siendo subalterno, sino exigir a gobernantes y organizaciones del poder económico y político, lo que por derecho le corresponde como pueblo. El derecho a decidir.