"Los niños con las niñas son maricones, se levantan las naguas y los calzones". Esto te lo cantaban a poco que te vieran frecuentar más de lo debido la compañía de las niñas y el San Benito de mariquita era de los peores que te podían colgar en aquellos años de nuestra infancia. Y a las niñas el San Benito de machorras o novieras. A cual peor. El que, o la que, por cualquier causa, real o imaginaria, cargaba con este mochuelo, lo pasaba mal en casa, en la escuela y sobre todo en la Iglesia, pues todo lo que llegaba a manos del cura, si no lo era, él lo convertía en perverso. La envidia tenía bastante que ver en muchos casos.
Una tarde de domingo en que, no habiendo reunido las tres pesetas del matiné, andábamos de correrías por los alrededores del Calvario presenciamos un duelo verbal entre dos grupos de mocitas. Los dos grupos vivían en la calle Ancha. Uno de los grupos estaba sentado en lo alto de la montaña y el otro en el talud que había al otro lado de la vía. Cuando nos acercamos, el grupo de la montaña gritaba hasta desgañitarse ¡la Pepa la Solana es una noviera, La Pepa la Solana es una noviera! Del otro lado contestaban algo así como ¡vale más tener que desear! Las de la montaña volvían a la carga con la letra de una canción muy popular en aquellos tiempos que decía ¡dónde se mete la chica del diecisiete, de dónde saca pa tanto como destaca! Del otro lado contestaban ¡pero ella dice al verlas en este plan, la que quiera coger peces que se acuerde del refrán!
Al parecer, la Pepa la Solana destacaba en algunos aspectos y esto causaba picores en las otras, ya que les restaba posibilidades a la hora de conseguir novio. En fin, viendo que aquello no pasaría de las palabras, ya que para agarrarse del moño las contrincantes tendrían que haber salvado un talud considerable y no les veíamos disposición de dar este paso, entre otras cosas porque llevaban la ropa de los domingos, decidimos seguir despellejándonos a nuestra manera, que era revolcarnos por la montaña y dejar que ellas siguieran haciéndolo a la suya.
Los niños más o menos intuíamos que de mayores tendríamos una serie de salidas a nuestra existencia que por aquel entonces parecían vedadas a las mujeres. En aquellos años de que habla Aurora Martin Ruano en que las corrían por la calle y tenían que refugiarse en casa de alguien, las expectativas que contemplaban la mocitas de Fuentes eran el casorio, el convento o el tren. Sobre todo las pobres y también algunas de las ricas.
Estaba claro que el casorio no significaba lo mismo para la mujer que para el hombre. En el mejor de los casos, el casorio significaba para la mujer aquello que la futura suegra le decía a la futura nuera en las Bodas de Sangre de García Lorca: el matrimonio es un marido, unos hijos y una tapia de diez varas de alto para todo lo demás. Sí que había mujeres que saltaban la tapia, pero era para ir a coger aceitunas, a escardar, a entresacar o a coger algodón, codo a codo con el marío y cuando lo dos daban de mano, mientras la mujer hacia la cena, arreglaba la talega, lavaba la ropa... el marío se tomaba el medio litro sentao al fresco.
Si fallaba el casorio, la segunda posibilidad era el convento, pero aquí las pobres también lo tenían mal, pues Dios a aquellas que no podían aportar una buena dote al matrimonio solo las quería para fregonas. Si fallaban casorio y convento, la tercera vía era la del tren y el lugar escogido solía ser el puente la Lagunilla. No fue una sola vez la que corrió por el pueblo el rumor de que a fulanita la ha dejado el novio y se ha querido tirar al tren, suerte que la han sujetado a tiempo. Por suerte, unos años después las vías sirvieron para trasladarse a otros lugares donde las mujeres también tenían otras expectativas.
De esas tres opciones, la preferida por la mocitas, desde luego era el casorio. Una copla de las murgas de aquellos años, de la cual solo recuerdo alguna estrofa, reflejaba las ganas de casorio de una muchacha y decía así: "y un muchacho se le acercó a ella y ella le contesta por mi listo to, señorita si yo lo que he dicho es que si quiere tajo pa cogé argodón, qué dolor, qué dolor, ahora sí que voy al poyetón".
Pero la edad adulta aún quedaba lejos y nosotros éramos felices con nuestros juegos en los que imperaban las demostraciones de fuerza y agilidad, así como las niñas también eran felices con los suyos, ajenas a lo que les depararía el futuro. Las niñas acostumbraban a acompañar sus juegos con cantos y coplillas, sobre todo el de saltar a la comba, la letra de algunas de las cuales me quedaron en la memoria pues eran muchas la veces que nos sentábamos en la acera a contemplar sus juegos y en algunos colaborábamos tocando las palmas.
De cuerda se hacía servir una soga que alguna traía de su casa, dos empezaban a dar, las demás se situaban en fila en un extremo y después de varios amagos entraba la primera y mientras saltaba todas iban cantando, rey rey moro cuantos años viviré, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve... Así hasta que perdía comba. Algunas llegaban al siglo y salían de la cuerda dejando paso a la siguiente.
Luego pasaban a otro tema:
Capitán de un barco me escribió un papel/ para que lo leyera y me case con él/
yo le di la vuelta al hermoso papel/ hasta que mi mare lo vino a saber/
me cogió del moño, tres palos me dio/ maldita la carta y el que la escribió.
Y así el tiempo y los temas iban pasando.
Espejo de cristal fino / que de fino te quebraste /
y en la mejor ocasión / te fuiste y me dejaste /
de qué te sirve ese pelo / que te llega a la cintura /
si eres hija de un cochero / y te lo pisa la mula /
que para ir a la fuente / no es menester cantarillo /
el agua se echa en la boca / y el dinero en el bolsillo /
que va, que va, que va, que se fue /
las estrellitas del cielo se visten de colorao /
y yo me visto de negro porque mi amante es soldao /
que para ir la fuente no es menester cantarillo /
el agua se echa en la boca y el dinero en el bolsillo /
que va que va que va que se fue.
Había otra coplilla que, vista desde nuestro tiempo, podría ser considerada feminista y que cantaba:
"Al pasar la barca me dijo el barquero / las niñas bonitas no pagan dinero /
Yo no soy bonita ni lo quiero ser / coja mi dinero y páseme usted".
Ha salido un batallón buscando el pueblo de Tiza /
Y en medio de los escombros han encontrado a Luisa /
Luisa era pequeña, de la edad de cuatro años /
su casa fue destruida por bombas y aeroplanos /
soldaditos no matarme, que yo solita me encuentro /
llamar a mi capitán que me lleve al campamento /
le quitaron la ropita la vistieron de española /
y por nombre le pusieron María de la Corona /
Y el pañuelo que te di con los tres picos de oro/
lo metí en el Gurugú se lo llevaron los moros/
y el pañuelo que te di con los tres picos de plata/
los metí en el Gurugú se lo llevaron las ratas/
y el pañuelo que te di con los tres picos de cobre/
lo metí en el Gurugú se lo llevaron los pobres
Cansadas de saltar, enrollaban la cuerda, hacían un circulo y una salía a bailar mientras cantaban y todos tocábamos palmas
La señorita Juana ha entrado en el baile, que lo baile, que lo baile, que lo baile
Y si no lo baila la vamos a apedrear, que la echen, que la echen a la calle,
Que salga usted, que la quiero ver bailar, por lo bien que lo baila la moza, déjala sola, sola en el baile, la señorita María ha entrado en el baile
Y así hasta que todas habían ejecutado el baile
Un gato blanco y rubio a la jiguera se subió
Ya que estaba en lo alto al suelo se cayó, ay que mareo le dio
Que lo pusieron verde, verde como el limón
Saca esa niña a bailar, sácala, que es muy salá y verás cómo se pone la batita colorá.
La batita colorada, calcetines tobilleros, saca esa niña a bailar, sácala, que yo la quiero.
Cuando se les acababa el repertorio celebraban una especia de conciliábulo y después de algunos cuchicheos una de las niñas se acercaba adonde nosotros estábamos sentados y nos preguntaba si queríamos jugar a yo tengo un castillo. Nosotros siempre decíamos que sí. Y así unos en una acera y otros en la de enfrente empezaba el juego.
Yo tengo un castillo matarile rile rile
El mío está roto, yo te lo compongo, como se compone, quitando una piedra,
Y esa piedra cual será, la piedra de …..
Como el final del juego era que cada niña escogiera el niño que consideraba la piedra apropiada para componer su castillo, antes de llegar a este punto varias madres asomaban la cabeza y decían ¡venga niñas que es tarde, a dormir!