Si a partir de otoño no llueve de forma abundante, a Fuentes le queda agua para suministro urbano durante dos años. Aunque es probable que en 2024, si el próximo octubre no arrancan las lluvias, haya restricciones en las casas. El riego, el llenado de piscinas y el baldeo están prohibidos desde el año pasado. Los pantanos que surten de agua a Fuentes, el Retortillo y el Bembézar, almacenan en este momento 62 hectómetros cúbicos, más o menos el equivalente a dos años de consumo urbano. La media de ese consumo en el conjunto de poblaciones que abastece el consorcio de aguas de Écija es de 22 Hm3 al año, pero entre lo que se pierde por evaporación (10Hm3/año) y el lodo que contienen los embalses, la previsión más optimista es que hay disponibilidad para dos años.
"Fuentes está bebiendo ahora el agua que llovió en marzo de 2018, hace cinco años". "Si en octubre no empieza a llover de forma intensa las vamos a pasar canutas". Las dos afirmaciones anteriores proceden de José Antonio Linares, ingeniero del Consorcio de Aguas del Plan Écija. La actual sequía es una de las más duras y largas que se recuerdan. Las dos sequías anteriores duraron cuatro y tres años, de 1979 a 1983 y de 1993 a 1996. La de ahora dura el doble, ocho años. La última vez que el Retortillo y el Bembézar se llenaron fue en 2010, hace 13 años. En todo lo que va de la primavera no ha caído una gota y las lluvias de diciembre pasado, 210 litros por metro cuadrado en pocos días, apenas se notaron en los embalses del sistema que surte a Fuentes.
Los acuíferos están bajo mínimo y las tierras, sedientas. El Retortillo empieza a recibir aportes procedentes de las escorrentías cuando en el entorno caen 180 litros por metro cuadrado. Antes de eso, todo lo que caiga se lo queda la tierra. Las lluvias de diciembre pasado aportaron al sistema de embalses 10 Hm3, el equivalente al consumo de seis meses. Una semana estuvo entrando agua en los embalses, pero eso sirvió apenas para prolongar la agonía otro medio año. Aquellos 10 Hm3 recibidos de las lluvias de diciembre se evaporarán, literalmente, cuando lleguen las calores de este verano.
Diez hectómetros cúbicos es poco, pero menos es nada. De a poquito a poquitos viven los agricultores desde que empezó la presente sequía. Cada año ha llovido "lo justo", lo suficiente para sobrevivir. El problema es que se han ido agotando las reservas y cuando ha llegado un año peor, como éste, no queda de dónde coger. Nada que ver con los meses enteros en los que antes llovía día tras día. Así que mucho tiene que llover para evitar la catástrofe. A cántaros. Pero las predicciones no auguran que eso vaya a ocurrir de forma inminente. A no ser que el otoño próximo suponga el fin de esta larga sequía. La esperanza es lo último que se pierde, dicen los agricultores. Las anteriores sequías tuvieron un principio y también fin... La de ahora también llegará a su fin tarde o temprano.
El efecto de la actual sequía no se nota aún en los grifos, pero sí en los bolsillos. Las cosechas este año van a ser desastrosas, incluso aunque lloviera en las próximas semanas. La poca agua que pudiera caer ahora, si cae, apenas va a paliar los daños. Además de los daños para el secano, gran parte de la arboleda de frutales va a morir sin remedio por falta de riego. Los acuíferos están exhaustos y tardarán mucho tiempo en recuperarse, si es que se recuperan. Un aire de pesimismo se respira allí donde se mire. Lo mismo entre quienes tienen responsabilidades políticas como entre los agricultores y los consumidores.
La falta de agua va camino de convertirse en caballo de batalla. Hay quien asegura que su control mundial será el detonante de las guerras del futuro, como en el pasado lo fueron la conquista de nuevas tierras, su disputa por agricultores y ganaderos o el comercio del petróleo.