Los mayetes de Fuentes han pecado desde tiempos inmemoriales por no resistir la tentación de trabajar los tres jueves del año que relucen más que el sol: corpus Cristi, jueves santo y el día de la ascensión. También los domingos y fiestas de guardar, pero ésa es otra historia. El pecado original de Adán no fue comer la manzana del árbol de la ciencia del bien y del mal, sino desobedecer el precepto de abstenerse de trabajar los días consagrados al señor. Desde Adán a nuestros días, los mayetes de Fuentes han pecado sembrando mirasoles el jueves santo, segando cebada el día de la ascensión y cosechando remolacha el día del corpus.

La tentación de trabajar más allá incluso de los límites impuestos por el señor ha sido siempre irresistible en la vida del mayete fontaniego. Trabajar el día del corpus estuvo siempre catalogado de pecado, pero allá iba el 31 de mayo de mediados de los 70, día de la ascensión, Manolillo Arropía a la haza que tenía en la Encinilla a segar la cebada. A dónde vas, pecador, dijeron en Fuentes viéndolo atravesar las cercanías del campo pelota. A segar, que el sol reluce tanto un jueves como un viernes o un sábado y el campo no tiene espera cuando la cebada está en su punto de madurez.

No en balde, el estado de madurez de la cebada marca el calendario bíblico de la cultura judía. Para ellos, el año bíblico comienza con la primera luna nueva después de que la cebada en Israel alcance el grado de maduración llamado Aviv. El período entre un año y el siguiente es de 12 o 13 meses lunares. Para el mayete fontaniego viene a ser lo mismo: aunque el calendario festivo esté regido por el catolicismo (el corpus 60, días después del domingo de resurrección y la ascensión 40 días después del domingo de resurrección) lo que de verdad importa es el ciclo natural de maduración de los cereales. ¿Pecan los mayetes por dejarse llevar por la pauta de la naturaleza de la tradición pagana?

La tradición pagana llevaba al Antequerano, que tenía sus tierras en Verdejas, a sembrar los mirasoles el jueves santo. Por hacer eso fue muy criticado en todo Fuentes. Le decían que el jueves santo nadie podía trabajar en el campo porque ese día lucía más que el sol. Lo mismo le dijeron a Manolillo Arropía por segar el día de la ascensión la cebada que aquel año había sembrado entre los olivos. El jueves día de la ascensión lucía más que el sol mientras el Arropía andaba por la Encinilla trajinando con la cosechadora. Un mes más tarde, allá por el 21 de junio, otro Arropía (Valeriano) cruzaba el Puente Blanco, junto a la haza de Secundino. Vio allí a unos cuantos recolectando remolacha y les espetó ¡qué hacéis trabajando el día del Corpus, que eso es pecado, que este jueves reluce más que el sol". Dispuestos a condenarse a las calderas de Pedro Botero. Valeriano pecaba trabajando el día del corpus. Fue lo que le dijo Pepe el Trapero a Ismael Arropía el día del Corpus de 1978 que cosechó el trigo.

Un gran pecador de Fuentes era “El Nene", que con su máquina de segar trigo no perdía un día de recolección. Aquello de que el corpus reluce como el sol no se cumplió el año 1976, que estuvo nublado y por la madrugada llovió a mares. Los mayetes tenían en las eras montones de trigo y tuvieron que salir de prisa y corriendo en busca de toldos porque si cogía humedad don Pascual lo rechazaba en la comarcal del silo. Una cosa es la devoción y otra muy distinta tener que quedarse con el trigo sin vender. No existían las aplicaciones de los portales meteorológicos en el móvil -ni los móviles- lo que obligaba a los mayetes a estar pendiente de Mariano Medina a la hora del telediario.

Los chavales, más que del corpus, estábamos pendientes de la serie japonesa La frontera azul, en aquellos televisores Radiola que, según decían, eran los mejores en blanco y negro. En la serie, el rebelde Lin Chung se enfrenta a la tiranía de Kao y éste condena a muerte. Milagrosamente, tiempo después Lin recobra la vida y logra reunir a sus órdenes a todo un ejército de proscritos que, refugiados en las marismas del Liang Shang Po, protagonizan diversas escaramuzas contra la milicia de Kao. Para los chavales de Fuentes, aquello lucía más que el sol. Más que de la procesión, estábamos pendientes de la cartelera del cine Avenida y celebrando la rica granizada, que nos íbamos a tomar antes de entrar al cine en la heladería de los valencianos, que ya entonces venían todos los veranos.

Cuando no estábamos hablando de la batalla de Li Chung contra la tiranía, los chavales aprovechábamos la procesión del corpus para coger las juncias, trenzarlas y, los más habilidosos, hacerse un látigo. Éramos Indiana Jones en busca del templo perdido cuando Harrison Ford todavía tomaba papilla. En la procesión iban el cura, el cabo de la Guardia Civil, el alcalde y todo el chorro de señoritos que ha dado Fuentes, todos bien chaqueteados para lucirse bien lucidos, aunque para nosotros los que lucían eran El camarote de los hermanos Marx, El tesoro de Tarzán, Tarzán en Nueva York, Le llamaban Trinidad, Un hombre llamado caballo. Aquel año de 1978, el día del corpus se jugaba en Argentina el mundial de fútbol y Pepe el Trapero decía mirando el Radiola “fijaos cómo luce el sol para los brasileños, que a ellos les ponen los mejores chuletones de ternera y a las otras selecciones les sirven carne de pollo”.

La sacramental del corpus se extinguió hace décadas y desde mediados de 1980 se hace con las hermandades del pueblo. La procesión la organiza la parroquia, pero cada año una hermandad se encarga del montaje del paso y de los costaleros y del capataz. Antes, como ahora, para las fiestas del Corpus las calles de Fuentes se engalanan para recibir la procesión que se organiza en su honor. El recorrido siempre es Carrera, San Miguel, Lora del Río y San Sebastián. Tuvo su esplendor máximo en la década de 1980. Las flores, los juncos y las palmas cobran vital importancia para vestir el paso de la eucaristía como si paseara por un jardín. También son típicos los altares alegóricos que adornan el camino, auténticas obras de arte en las que los fieles ponen todo su cariño.

Si el mayete Adán inventó el pecado cuando transitaba por la Arcadia feliz del jardín del Edén, los mayetes fontaniegos se limitaron a mantener la tradición. No puede haber pecado donde es imperioso arar, sembrar, esperar que el cielo derrame sus gracias, cosechar y agrandar el granero. Quién sabe si Adán aquel día no tenía a mano más que una triste manzana con la que aliviar el hambre. Además, las tradiciones son para seguirlas. Qué tiene de malo ver como Manolillo Arropía andaba por el campo pelota el día de la ascensión para segar la cebada que tanto esfuerzo le había costado cultivar. La tradición del mayete es trabajar y a eso se aplica con tesón. Y que reluzca el jueves, truene o caigan chuzos de punta.